domingo, 25 de agosto de 2013

No pudo soportar la noche triste


        No pudo soportar la noche triste,
sabiendo las auroras en los labios,
el beso solitario de la helada.
        Y el beso solitario de la helada,
supuso en las caricias de la noche
el fruto de la voz de la injusticia.
         Y el fruto de la voz de la injusticia,
la cárcel de un castigo inmerecido,
hablaba de la escarcha solitaria.
         Y hablaba de la escarcha solitaria
la brisa al conocer tales rencores,
herida por puñales invisibles.
         Y herida por puñales invisibles,
dejó de iluminar la noche oscura
los páramos callados de la noche.
         Los páramos callados de la noche
del hielo que, poblando sus lugares,
no pudo soportar la noche triste.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

Llegaron sin apuro las espumas



        Llegaron sin apuro las espumas,
cansadas de ese viaje fatigoso,
heridas por el viento que suspira.
        Heridas por el viento que suspira,
fenecen las espumas en las playas,
sintiendo la caricia del verano.
        Sintiendo la caricia del verano,
descansan las orillas que alcanzaban
los muros del abrupto precipicio.
        Los muros del abrupto precipicio
contemplan con orgullo el horizonte,
dormido en el sosiego de estos meses.
        Dormido en el sosiego de estos meses,
el mar calma las furias, porque acaso
llegaron sin apuro las espumas.
        Llegaron sin apuro las espumas,
cansadas de ese viaje fatigoso,
heridas por el viento que suspira.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

Dejó el granizo el hielo del invierno



Dejó el granizo el hielo del invierno.

        Dejó el granizo el hielo del invierno
como un castigo triste y doloroso,
llegados esos meses de nevada.
        Llegados esos meses de nevada,
el viento se adueñó de cada valle,
dejando desoladas las colinas.
        Dejando desoladas las colinas,
acaso dominó las altas cumbres
la nieve de la noche del enero;
        la nieve de la noche del enero
que supo del aliento despiadado,
al sospechar las luces de mañana.
        Y, al encender las luces de mañana
su llama repentina en las alturas,
dejó el granizo el hielo del invierno…
        Dejó el granizo el hielo del invierno
como un castigo triste y doloroso,
llegados esos meses de nevada.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

Balada del caballero

BALADA DEL CABALLERO”

            El amo del señorío
como quien se va a la guerra,
en la altura de la sierra,
su voz levantó con brío.
Y, entre las nieves y el frío,
llamando a la dulce amada,
rompió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza,
al despertar la alborada.
            Por la senda al caballero,
entre cuitas y querellas,
vieron correr las estrellas
bajo su raro lucero.
Que, como el rayo primero
que arranca de madrugada,
rompió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza,
al despertar la alborada.
            Y, sabiendo que el camino
era un tramo peligroso,
no lo vieron temeroso
en su paso repentino.
Que el arroyo cristalino,
sin sospechar su llegada,
rompió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la belleza
al despertar la alborada.
            Su luz mostró soberano
el sol en la lejanía,
que acaso la brisa fría
su brillo alcanzó temprano.
Y, mirando en lo lejano
el color de la nevada,
rompió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza,
al despertar la alborada.
            Quebró, corriendo la altura
el gris callado del cielo
un puñal en cuyo vuelo
brillaba la luz más pura.
Que, al descubrir su figura
sobre la nieve cuajada,
rasgó el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza
al despertar la alborada.
            Y, al alzarse su reflejo
con un aire misterioso,
en el espacio brumoso,
su rayo dejó bermejo.
Que, siendo callado espejo
de la mañana dorada,
durmió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza
al despertar la alborada.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

Despertó pronto la niña


        Despertó pronto la niña,
cuando, al despertar el alba,
brilló el sol, desde lo lejos,
para anunciar la mañana…
        Despertó pronto la joven,
cuando, al despertar el día,
brilló el sol, que, con el alba,
por el cielo se encendía…
        Despertó pronto la bella,
cuando, cuajada la helada,
los hielos quebró y las nieves
la luz que llegó temprana…
        Despertó pronto la moza,
cuando, con la amanecida,
brilló el sol, desde lo lejos,
para anunciar que venía…
        Despertó pronto la dulce,
cuando, las luces más claras
hablaron de un sol lejano
que a lo lejos se anunciaba…
        Despertó pronto la niña,
cuando, entre densas escarchas
pronunció el sol los colores
que rompieron la nevada…

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"

Llegó temprana la aurora


Llegó temprana la aurora
Romance

        Llegó temprana la aurora,
que, enseñando sus colores,
quiso borrar las estrellas
de los mantos de la noche.
        Y el aire la halló gozosa,
porque toda su hermosura
concentró en la puñalada
que rasgó la noche oscura.
        Y al asestar, con violencia,
aquella gran puñalada,
las torres se derrumbaron
de la negra madrugada.
        Y, al disiparse la noche,
la mañana llegó tarde
oyendo a las avecillas
cantar sus tiernos romances.
        Que, cuando la luz del alba
muestra su bello reflejo,
cantan, dichosas, las aves,
los más raros romanceros.
        Y es caso que siempre riñen,
con un acento encendido,
por ver quién es el que canta
con mayor bravura y brío.
        Y suelen siempre animarse
Jilgueros y ruiseñores,
que, con los sencillos cantos,
juglares son en el bosque.
        Que sienten las demás aves
envidia, cuando los sienten
dibujar con lengua viva
los sucesos de las gentes.
        Porque los ven en sederos,
que, no lejos del arroyo,
suelen las mozas del pueblo
comentar cada jolgorio.
        Y es común, si el alba llega,
que se escuchen, con el alba,
lo que cantan los jilgueros,
lo que el ruiseñor nos canta:
        “No halló calladas escarchas,
no encontró la nieve fría,
pero vio la luz del alba,
pero vio la luz del día.
        Que los amores cantaba,
que los amores decía,
al correr del agua clara,
al correr del agua fría.
        Y en sus endechas cansadas,
y en sus canciones sentidas,
gimiendo triste, lloraba,
gimiendo triste sufría.
        Porque sola se quedaba,
porque sola se sentía,
dejada sin esperanza,
dejada sin alegría.
        Y por eso tantas lágrimas,
y por eso tantas rimas,
llenas siempre de nostalgias,
llenas de melancolía.
        Que con ellos calmaba,
que con ellos comprendía,
porque sola la dejaban,
porque sola, de esta dicha.
        Y, con llorar la muchacha,
y, con llorar pues la niña,
en el pecho sintió el alma,
en el pecho sintió grima.
        Y supo que la dejaban,
y, sabiéndose perdida,
triste la pobre lloraba,
triste la pobre sufría.
        Y, al saberse desgraciada,
y, al sospecharse maldita,
renegó de la mañana,
maldijo la amanecida.
        Y vio la aurora lozana,
y vio el alba mortecina,
y vio la luz que brillaba,
en el cielo repentina”.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

"Poemas para Mael y Jimena"

Romance


Romance

        La luz despertó en el cielo
como quien, lleno de gracia,
las hermosuras del mundo
desde la altura reclama.
        Que en las aguas su reflejo
hallar pudo la muchacha,
que a la fuente con el cántaro
acostumbra de mañana.
        Y, al contemplar el reflejo
que cuajó en la fuente clara,
no supuso la inocente
de los labios que la aguardan.
        Que así cantó los amores
en que el pecho vil abrasa,
si no sus tiernos deseos,
sus profundas esperanzas.
        “Ay, reflejos de la fuente,
cuando mi pecho se abrasa,
porque es el pecho la fuente
de las pasiones del alma.
        Si me decís del regreso
de quien, siendo mi esperanza,
partió lejos, a otros reinos,
a las tierras más lejanas.
        Ay, reflejos de la fuente,
cuando, con gran gallardía,
porque es el pecho la fuente
arde en el alma la vida.
        Si me decís del regreso
de quien busca el alma mía,
porque, dejándome sola,
se partió a la lejanía.
        Ay, reflejos de la fuente,
porque la fuente es gallarda,
que si la fuente es el pecho,
arde la vida en el alma.
        Si me decís del regreso
de quien se fue a tierra extraña,
porque, dejándome sola,
partió en busca de otra patria.
        Ay, reflejos de la fuente,
porque la fuente es la mía,
que si la fuente es el pecho,
es el pecho llama viva.
        Si me decís del regreso
de quien, con gran osadía,
aquí me ve solitaria,
ante la fuente más fría.”

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

"Poemas para Mael y Jimena"

Mayor esperanza tuvo


ROMANCE
Mayor esperanza tuvo

       Mayor esperanza tuvo,
al ver despertar el alba,
el conde, por esos montes,
cuando buscaba la caza.
       Y, porque, de caza yendo,
entre la densa hojarasca
la luz no advirtió del día,
que aun era noche pensaba.
       Mayor esperanza tuvo,
al ver que el alba venía,
el conde, por esos montes,
cuando de caza salía.
       Y, porque, de caza yendo,
en la hojarasca sombría
la luz no advirtió del alba,
no creyó que amanecía.
       Mayor esperanza tuvo,
cuando llegó la mañana,
por esos montes, el conde
cuando la caza buscaba.
       Y, porque, de caza yendo,
entre las hojas y ramas
la luz no advirtió del día,
no supuso la alborada.
       Mayor esperanza tuvo,
al ver que el alba nacía,
el conde, por esos montes,
alegre en sus correrías..
       Y, porque, de caza yendo,
en las selvas se perdía,
no supuso la mañana,

que en el cielo se encendía.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"

Romance del duque





ROMANCE DEL DUQUE
Romance

        Temprano despertó el duque,
que, luchando con fiereza,
los años pierde de vida
en combatir tristes guerras.
        Las tropas, aunque son fieles,
combaten mal porque yerran
en combatir enemigos
que en número les superan.
        Que, por mucho que lo intenten,
poca cosa es lo que intentan,
siendo tanto el enemigo
que a los valientes desprecia.
        Y, viendo cómo en el combate
no se acaba, la contienda
al joven llena de rabia
cuando mira en esa almena.
        Porque es justa la victoria
como premio al que la quiera
como pago a su coraje,
mas se alarga la contienda.
        Y con estos pensamientos
de los amores se acuerda,
porque los amores tiene
donde otra lucha gobierna:
        la del día con la noche,
si la noche desalienta,
o la noche con el día,
si es que la luz amedrenta.
        Que la alborada que mira
es la que ve su princesa,
a quien con ánimo dulce
ha de decirle su endecha.
        Por eso al alba le pide
que llevar sus nuevas quiera
y sus dictados el viento
con su soplo se los lleva:
        “Quiera, en la altura del cielo,
cuando la luz llega clara,
porque de la guerra sepa,
nuevas darle la mañana
        a los más hermosos ojos
que la luz supo del alba,
cuando, asomada a los cielos,
pudo admirar su mirada.
        Quiera, en la altura del cielo,
al llegar la luz del día,
porque de la guerra sepa,
llevar en su voz albricias,
        a los más hermosos ojos
que supo la brisa fría,
asomada a las alturas,
admirar a quien la mira.
        Quiera, en la altura del cielo,
al despuntar la mañana,
porque de la guerra sepa,
nuevas darle la alborada
        a los más hermosos ojos
que la luz supo callada,
si se asomaba a los cielos,
por, desde el cielo, mirarla.
        Quiera, en la altura del cielo,
al llegar las frescas brisas,
porque sepa de la guerra,
llevarle aquestas noticias,
        a los más hermosos ojos
que supo la amanecida,
asomada a las alturas,
por mirarla, si la mira.
        Quiera, en la altura del cielo,
viendo el alba en lo lejano,
porque de la guerra sepa,
nuevas darle, en su palacio,
        a los más hermosos ojos
que la luz halló temprano,
si a los cielos se asomaba,
solamente por mirarlos.
        Quiera, en la altura del cielo,
al llegar el viento frío,
porque sepa de la guerra,
decirle lo sucedido,
        a los más hermosos ojos
que, en el paraje sombrío,
sospechan estas querellas
de quien se siente vencido.
        Quiera, en la altura del cielo,
si al cielo enciende su rayo,
porque de la guerra sepa,
contarle sucesos claros
        a los más hermosos ojos
que, mirándose en el lago,
por ver el puro reflejo,
mira el cielo reflejado.
        Quiera, en la altura del cielo,
si el cielo enciende con brío,
porque de la guerra sepa,
la verdad dar por aviso
        a los más hermosos ojos
que, mirándose en el río,
por ver el reflejo puro,
mira cielos encendidos”.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"

Caminos oscuras




“Por los caminos oscuros”
Romance

            Por los oscuros caminos
que cubrieron los helechos,
en su yegua, con tristezas,
avanzaba el caballero.
            Y es pura melancolía,
que lo aflige el sentimiento
de sus llantos, si lamenta
los amores y desprecios.
            Y, con verse en ese estado,
ya que lo derrota un ciego,
odia al niño que lo hiere,
pues el amor es burlesco.
            Y, al avanzar, habla solo,
que lo escucha el arroyuelo,
si los amores lamenta
que su orgullo ayer hirieron.
            Y, porque siempre en los bosques
ha de anidar el misterio,
una voz lo llamó pronto,
desde el fondo del hayedo.
            “No dirás que no te advierte,
en contra de tantos bríos,
la prudencia, si es prudencia
quien te manda tal aviso.
            Porque el amor traicionero
ya te tiene a su albedrío,
y prisionero te sientes
a costa de ser cautivo.
            Que no hay mal que bienes haga,
y, siendo el amor dañino,
estando en su cautiverio
no hallarás feliz destino”.
            “Dices bien y es buen consejo,
y lo dices como amigo,
que bien sabes que te escucho
con el ánimo de amigo.
            Y huyendo el amor tan triste,
siendo del dolor testigo,
no te espantes, si tu nombre
te pregunto y tu apellido”.
            “No quieras saber mi nombre,
que no hace al caso, y lo sabes,
pues es justo, amigo mío,
no llorar las penas tales.
            Y, pues eres hombre noble,
sabes bien que son más graves
las burlas que el amor teje
y los bienes que deshace.
            Por eso yo te aconsejo
que te alejes de su alcance,
y, partiendo de su imperio,
hacia otros reinos escapes”.
            “Dices bien y te agradezco,
ya que al camino le sales,
que los peligros me adviertas
y me digas las verdades.
            Y, para olvidar las penas,
no es el ánimo cobarde,
que todo amor en la guerra
acaba por olvidarse”.
            “No dirás que no te advierte,
pues es cosa mal pensada,
buscar el bien en la muerte
ni en el campo de batalla.
            Porque el amor traicionero
tiene poderosa espada,
y prisionero hace el noble
teniendo mejores armas.
            Que no hay mal que bienes quiera,
y, siendo el amor la daga,
es su puñal peligroso
como el filo de la espada”.
            “Dices bien y es buen consejo,
y es muy noble tu llamada,
que bien sabes que te escucho
como a un amigo del alma.
            Y huyendo el amor tan triste
y sin buscar la batalla,
no te espantes, si tu nombre
la voluntad te demanda”.
            “No quieras saber mi nombre,
que no hace al caso, y no debes
por mi alcurnia preguntarte,
ni curarte de mi gente.
            Y, pues eres hombre noble,
sabes maneras corteses
contra el amor que deshace
la dicha que el Cielo teje.
            Por eso yo te aconsejo
que de su alcance te alejes,
y, partiendo de su imperio,
hacia otros reinos te llegues”.
            “Dices bien y te agradezco,
que estas cosas aconsejes,
que los peligros me adviertas
y me digas tantos bienes.
            Y, para olvidar las penas,
por hacer lo que conviene,
olvidaré amor y guerra,
pues es sabio y es prudente”.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"

Los bosques




ROMANCE
La soledad de los bosques

        La soledad vio y, dichoso,
al hallar aquellos bosques
sus pasos en el sendero
perdió, por buscar el norte.
        Porque, perdido en el valle,
el helecho vio de bronce,
malherido del otoño,
porque lo quiso la noche.
        Que como el prudente suele
escapar de los rigores,
del amor quiso fugarse,
sin comprender sus razones.
        Pues que estar enamorado
no es cosa de grandes goces,
si el amor es poderoso
y ella nunca corresponde.
        Y, buscando aquellas sierras,
al tiempo que el sol se pone,
oye el canto del mochuelo
mientras las sombras recorre.
        “Quieran mi voz, bien atentos,
escucharme, en estos bosques
del arroyuelo el sonido
y de las aves las voces.
        Que vengo aquí despojado,
sin querer que me despojen,
huyendo de la corona
que ciñen ya los amores.
        Pues no he de servir al trono
de las maldades mayores
que Cupido alegre teje,
porque me tiene en su corte.
        De esta manera, me escapo
de las oscuras razones
que mi pecho ven enfermo
de un mal que no se conoce.
        Y así, a esta tierra venido,
cansado del duro roce
del amor que me maltrata,
he llegado a estas regiones”.
        Quiere la noche que pierda
sus pasos en sus mansiones
y en los oscuros pasillos
que esconder saben su nombre.
        Porque no han de darle paso
a quien a ciegas recorre
las alcobas del silencio
en esas habitaciones.
        Y halla la luna e el claro,
que con mirarla en la noche,
supone, salvado en parte,
que el descanso corresponde.
        Porque atrás queda el camino,
porque son duros los trotes,
si es que no se va a caballo
por esos lejanos montes.
        Y, del cansancio rendido,
del viento siente el azote,
sin impedir que los sueños
le dicten estas razones:
        “Quieran, dijo, estar atentos,
a lo que digo estos bosques,
y el sonido del arroyo,
pues se escuchan sus rumores.
        Que aquí despojado vengo,
y, confundido en la noche,
huyo de ser despojado
de mi orgullo por amores.
        Que no quiero hacer servicio
a quien con flechas impone
ser el rey de los imperios,
y el más diestro con arpones.
        Que de esta forma atrás queda
la negra suerte en su corte
de donde vengo escapando,
pues nos poco que él me odie.
        Y así, a esta tierra venido,
perdido por estos bosques,
del amor digo, con odio,
cuáles son sus intenciones”.



2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"