No
pudo sospechar tanta hermosura
el sol cuando, brillando en lo lejano,
sus voces advirtió, el eco ufano
que grita al mundo toda su dulzura.
El
suyo fue un dorado en la espesura
de aquel cabello claro y soberano
que el sol acariciaba, pero en vano,
comiéndolo la envidia en su locura.
La voz
dando a los aires, sus sonidos,
amigos de otra voz, la brisa fría,
acaso suspendieron mis sentidos.
Y, viendo
el horizonte donde ardía,
voló al tejer tapices coloridos
el fuego y la belleza de María.
2012 José Ramón Muñiz Álvarez
2012 José Ramón Muñiz Álvarez
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