domingo, 20 de enero de 2013

Peña Furada de Candás (Asturias)


Arqueros del alba


Para María Dolores Menéndez López


Soneto I


            El viento helado que rozó el cabello,
llenándolo de escarcha y de blancura,
no osó matar su hechizo, su ternura,
sus luces, sus bellezas, su destello:
            Manchado de granizo fue más bello,
más puro que la nieve cuando, pura,
desciende de los cielos, de la altura,
tan diáfano que el sol luce en su cuello.
            Hiriéronla los años, la carrera,
el rápido correr hacia el vacío,
más no perdió la luz de su alegría.
            Sus risas, floración de primavera,
fluyeron como, rápida en el río,
el agua en su correr, helada y fría.

2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
Todos los derechos reservados por el autor.





sábado, 19 de enero de 2013

No dijo la verdad aquella llama





       No dijo la verdad aquella llama
que vio la luz primera cuando el día
rompía en lo lejano, entre las sierras.
       También mintió el coral bajo los mares,
sabiendo que las luces y destellos
no pueden penetrar en esos reinos.
       Y no se pronunció el aire sagrado,
sabiendo que la brisa fatigada
acaso sospechaba lo ocurrido.
       Mas fueron viejos cómplices los mirlos,
los tiernos ruiseñores en los árboles,
el canto del cuclillo en la espesura.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Allá donde se van los azulones




      Las tardes se hacen largas cuando nieva
y duermen, escondidas por las sombras,
las sierras en las horas de la noche.
      Las tardes se hacen largas cuando nieva
y el viento deja un eco de tristeza
al pronunciar sus llantos con su aliento.
      Las tardes se hacen largas cuando nieva
y mueren congelados los estanques
que fueron el hogar de tanta vida.
      Veréis partir al fin, con raudo vuelo,
al ánade que tiembla, al retirarse
allá donde se van los azulones.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

No digáis que el febril abandono


       No digáis que el febril abandono
en que quedan las tierras es triste,
pero acaso se deja al abismo
el recuerdo de aquellos momentos:
      el enero que llena de escarcha
las colinas y bosques del reino,
el silencio que gime a la noche,
sospechando las nuevas ventiscas,
      el dolor de los viejos espíritus
que imaginan las gentes del campo,
esos duendes que nadie conoce
y que pueblan las mentes de todos.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

   


Volaron las bandadas de estorninos


      Volaron las bandadas de estorninos
buscando aquella voz, cuando diciembre
dejaba otro suspiro entre las cumbres
      Las horas de nevada comenzaron
con esa ingenuidad llena de hechizos
que sabe cautivar con su blancura.
      El hielo se hizo hermoso en cada prado
negando los colores de las briznas
de hierba que esperaban otro marzo.
      Y luego los deshielos y los cauces
por donde corre el agua, que apurada,
persigue esas mansiones que no existen.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

El alba bostezaba





     El alba bostezaba,
mirando en lo lejano un horizonte
confuso como el beso de la bruma.
     Las luces que bordaron
castillos con reflejos encendidos
se vieron nuevamente en los arroyos.
     Los viejos castañares
supieron que el otoño se encendía
con brisas y granizos repentinos.
     Y el sol, como un anhelo
que se alza a las alturas suplicante
lloró el verano ausente en las regiones.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

Crepúsculo


         Mezquino fue el domingo que moría. Las horas detenidas, apagadas, dejaban en el aire su veneno de rancio olor, retazos de miseria. No lejos, la estación, donde los trenes solían arrancar a media tarde, buscando ese destino sin retorno. Las calles que la lluvia maltrataba, monótona, en lamentos y gemidos, dejó mayor tristeza en el ambiente. Se oyeron los ladridos de los perros. Sonaba en su concierto interminable, con cantos desolados que entonaba, con rara sobriedad, el aguacero. El mundo era ya gris, y sin la magia que dejan los colores encendidos,sintió el dolor, la pena, la fatiga.Mas ella, desde aquella balconada,supuso que era lógico ese acento que trajo su terrible fatalismo. Y el sol llegó por fin a su crepúsculo.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

El fin de la otoñada



         Nació lejana y triste la alborada. Los viejos castañares, los hayedos supieron de las lluvias repentinas que trajo aquel otoño despiadado. Crecieron los arroyos mortecinos que corren de las cumbres a los mares, dejando en el ambiente su lamento. Las hiedras dibujaron sus diseños anárquicos, trepando en los robledos que esconden a los cárabos dormidos.
         La luz voló a la altura con sigilo. El aire endemoniado iba rasgando los velos de las densas hojarascas, heridas por los pardos de la muerte. Aquello era una fiesta de colores, mostrando sus rojizos y dorados, los ocres mortecinos, melancólicos. Y, siempre juguetonas, las ardillas, haciendo los deberes, preparaban las horas prolongadas del invierno.
         Y, pronto, ardió, luciente el mediodía. Las nieves se admiraban en las cumbres, lejanas en las altas fortalezas que quiso más violentas la caliza. Las sierras, elevando sus puñales, querían alcanzar los nubarrones, oscuros como un mar ennegrecido. Aquella soledad forjada en hielo, romántica, decía sus palabras, abriendo su sentido a lo profundo.
         Y, al fin, vino la tarde, siempre triste. Las horas vespertinas, pegajosas, acaso son salmodias aburridas que ofrecen, con crueldad, sus apatías. Y no se escucha ya el reclamo amargo de cientos de estorninos que, de golpe, se fueron a lugares tan remotos. Parece que la muerte se ha instalado por reinos donde siempre los deshielos anuncian nuevas nieves y granizos.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.


viernes, 18 de enero de 2013

Sabores marinos




        La espuma de los mares se hace olvido. El puerto ve las tardes silenciosas que dejan un lamento en las entrañas del tiempo que camina lentamente. El sol avanza firme hacia su ocaso, calmado, malherido y sentencioso, sabiendo que la noche se aproxima. Los ocles que descansan en la arena se olvidan de las aguas y el salitre que vieron el origen de las algas.

        La espuma de los mares se hace olvido. La brisa llega suave y las estrellas crepitan en los cielos más oscuros que quieren abrazarse con la luna. Las lanchas sienten ese balanceo que quieren, cuando llegan de lo lejos, las olas que las mecen blandamente. Y vuelan las gaviotas despistadas que tornan a la costa, tras las horas de mares, de cantiles y horizontes.
        La espuma de los mares se hace olvido. Las brumas que los viejos marineros sintieron en su carne no se extinguen y vuelven a tomar reinos dormidos. Es alto el precipicio que, vehemente, admira en lo lejano un horizonte que funde sus abrazos con los cielos. ¡Qué bello es el destello de los faros que alumbran en los puertos de las costas que deja contemplar la orilla agreste!
        La espuma de los mares se hace olvido. Las islas que conocen a las aves nos hablan de petreles, cormoranes, charranes y otros pájaros diversos. No faltarán jamás viejos albatros que visten con gran gala esa librea que enseñan orgullosos y elegantes. Y el horizonte es canto entre los cantos, abriendo sus paisajes infinitos a sueños imposibles para el hombre.



2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.


martes, 8 de enero de 2013

Sonetos de Niederösterreich


I

        El mes abrió las puertas al granizo
que quiso dibujar valles nevados,
y, como los arroyos desbordados,
un mágico violín rizó su hechizo:
        un trémolo que raudo se deshizo,
susurro de los valles olvidados,
los montes pudo ver alborotados,
sospecha del enero primerizo.
        La música batió toda hermosura,
sabiendo que los valles del olvido
pudieron ser un halo de poesía.
        Y Schagerl el feliz violín apura,
sacando de su cuerda ese sonido
que enciende la más bella melodía.

II

        Los Alpes admiraron en la altura
las tierras más humildes, las colinas,
lugares que las brisas peregrinas
suponen junto al agua que murmura.
       Y nace de la fuente, siempre pura,
que a Mahler inspiró, si, cristalinas,
las aguas, con las músicas divinas,
discurren anunciando su dulzura.
       Querrá beber purezas el deshielo
cuando, llegada ya la primavera,
su aliento se haga canto perezoso.
       Podrá ser más azul el alto cielo
que ver la luz del sol acaso espera,
sin altas cumbres, lleno de reposo.

José Ramón Muñiz Álvarez
Todos los derechos reservados.

lunes, 7 de enero de 2013

LAS VOCES SILENCIOSAS DE OTRO ENERO


LAS VOCES SILENCIOSAS DE OTRO ENERO


PRIMERA

          Hoy Viena ha despertado melancólica, dejada a las penurias de un enero que espera nuevas nieves en la helada. No importa esa resaca que dejaron las horas de ajetreo y de los bailes que hicieron de la música un milagro. Y el eco de la lluvia en su descenso nos trae recuerdos mágicos de días que ven un sol radiante en las alturas. Es leve la caricia de la aurora que llega con tardanza descubriendo sus luces y dorados, sus grisallas. La luz del sol se filtra entre las nubes, queriendo penetrar en esos reinos que el hielo ganar pudo sin esfuerzo. No falta una batalla, pues es tiempo de noches y de inviernos que no ceden, sabiendo del silencio que ha vencido.


SEGUNDA


          Las tardes del invierno saben tristes, al ver, tras el cristal de la ventana, las nieves que descienden con paciencia. El viento corre rápido en la calle, callado y solitario, como el hombre que enciende el cigarrillo sin un rumbo. Y el ritmo del granizo repentino parece darle brillos apurados al lánguido concierto del asfalto. Pero antes del crepúsculo que incita al llanto y al dolor, con alegría, veréis el entusiasmo en los hogares: no todo es desolado en ese mundo que anegan furibundos temporales que hieren desde el este sin clemencia. La noche caerá pronto, y con la noche, Herr Schagerl ha dejado los ensayos, la vida repentina de los músicos.


TERCERA

          Qué fácil suponer que ya ha llegado, que, entrando por la puerta, su familia lo espera, sin paciencia, pues es hora. Hoy es nueve de enero y es preciso que Schagerl sea feliz y que disfrute, dejando atrás tensiones cotidianas. Él deja su violín, y, ya cansado, se sienta en el salón junto a la esposa, que esconde una sorpresa a su marido. Y, al ser nueve de enero, los recuerdos afloran de un lejano Niederösterrich que no está tan atrás, al fin y al cabo. Al fin llega el momento del descanso, pues Viena, con su vida tan urbana, pudiera confundirse a un torbellino. No faltarán las nieves esta noche, mas hay calor en casa, y el afecto de dos hijas hermosas que lo adoran.



CUARTA


          Ya es tiempo de los goces en familia.



QUINTA

          No importa si ha crecido alguna cana si el alma es la de un niño cuando toca y luce su talento el viejo Schagerl. No falta en él la gracia y la maestría que lo hace ser la luz de PhiliTango, y es parte de la insigne Filarmónica. Es Schagerl, además, muy tolerante, cortés, gentil, querido entre las gentes que saben apreciar su cortesía. El suyo es un espíritu que mezcla la magia de los valses del antaño y el jazz ruidoso de los nuevos tiempos. Es clásico y moderno, porque sabe que esconden la poesía en cada nota las musas que regalan bellas artes. No cabe duda, en fin, que su linaje procede de una raza, cuyo brillo se advierte en un destello, cuando mira.


José Ramón Muñiz Álvarez

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS