viernes, 18 de enero de 2013

Sabores marinos




        La espuma de los mares se hace olvido. El puerto ve las tardes silenciosas que dejan un lamento en las entrañas del tiempo que camina lentamente. El sol avanza firme hacia su ocaso, calmado, malherido y sentencioso, sabiendo que la noche se aproxima. Los ocles que descansan en la arena se olvidan de las aguas y el salitre que vieron el origen de las algas.

        La espuma de los mares se hace olvido. La brisa llega suave y las estrellas crepitan en los cielos más oscuros que quieren abrazarse con la luna. Las lanchas sienten ese balanceo que quieren, cuando llegan de lo lejos, las olas que las mecen blandamente. Y vuelan las gaviotas despistadas que tornan a la costa, tras las horas de mares, de cantiles y horizontes.
        La espuma de los mares se hace olvido. Las brumas que los viejos marineros sintieron en su carne no se extinguen y vuelven a tomar reinos dormidos. Es alto el precipicio que, vehemente, admira en lo lejano un horizonte que funde sus abrazos con los cielos. ¡Qué bello es el destello de los faros que alumbran en los puertos de las costas que deja contemplar la orilla agreste!
        La espuma de los mares se hace olvido. Las islas que conocen a las aves nos hablan de petreles, cormoranes, charranes y otros pájaros diversos. No faltarán jamás viejos albatros que visten con gran gala esa librea que enseñan orgullosos y elegantes. Y el horizonte es canto entre los cantos, abriendo sus paisajes infinitos a sueños imposibles para el hombre.



2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
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