sábado, 19 de enero de 2013

Crepúsculo


         Mezquino fue el domingo que moría. Las horas detenidas, apagadas, dejaban en el aire su veneno de rancio olor, retazos de miseria. No lejos, la estación, donde los trenes solían arrancar a media tarde, buscando ese destino sin retorno. Las calles que la lluvia maltrataba, monótona, en lamentos y gemidos, dejó mayor tristeza en el ambiente. Se oyeron los ladridos de los perros. Sonaba en su concierto interminable, con cantos desolados que entonaba, con rara sobriedad, el aguacero. El mundo era ya gris, y sin la magia que dejan los colores encendidos,sintió el dolor, la pena, la fatiga.Mas ella, desde aquella balconada,supuso que era lógico ese acento que trajo su terrible fatalismo. Y el sol llegó por fin a su crepúsculo.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
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