domingo, 30 de diciembre de 2012

Soneto



        Miré y la luz del sol, con bella gala,
mostró en sus ojos bellos otro día
y al ver que la hermosura de María
la luz del sol enciende si lo iguala.
        Los suyos son los ojos del impala
que busca junglas densas en la umbría,
dejando la sabana que solía,
esa llanura triste, estéril, mala.
        Acaso hay un lugar del cristalino
que sabe a fe, bondad clarividente
que corre como aliento a la deriva.
       Acaso en su pupila es peregrino
el brillo que refleja reluciente
la luz que es en su espejo más esquiva.

2012 José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

miércoles, 26 de diciembre de 2012

RÉPLICA

En estos días próximos a la celebración del Año Nuevo, momento en que la Orquesta Filarmónica de Viena alcanza su mayor protagonismo a nivel mundial, ciertos periodistas morbosos intentan enturbiar la imagen de la formación. EL CURUXÍN D'ASTURIES se une a la protesta de quienes piensan que esa acción contra músicos tan excelentes es inadecuada.

http://culturaextempore.blogspot.com.es/2012/12/sobre-las-criticas-contra-la.html

viernes, 21 de diciembre de 2012

Sintió el alma prisionera

Sintió el alma prisionera,
al mirar la balconada,
donde una dulce mirada
lo engañó con su quimera,
porque, rendido a la espera,
mirando con gesto huraño,
fue dichoso con el daño
que lo tuvo malherido,
que, por amores rendido,
lamentó su desengaño.

Y el lamento de la fuente

que escuchaba su lamento
respetó el vencido aliento
del amor incandescente,
cuando la dulce corriente
lo admiró, al brotar del caño,
dichoso con aquel daño
que lo tuvo malherido,
que, por amores rendido,
lamentó su desengaño.

Y dijo: "Quiera el destino

que se muestra caprichoso
que, pues es tan doloroso,
no me vuelva a mí mezquino,
porque mi mal adivino,
si sospecho un mal tamaño,
pues, dichoso con el daño
que me tuvo malherido,
por los amores rendido,
sufriré mi desengaño.

Quiera también la osadía

que conozca la alborada
el color de la mirada
donde hallé la luz del día,
porque, como nieve fría,
se torna ese hielo extraño,
si, dichoso con el daño
que me sabe malherido,
por el amor encendido,
lloro yo mi desengaño".

Y, al confesar su tristeza

donde duerme silencioso
el arroyo rumoroso
que da riego a la maleza,
halló cruel tanta aspereza
cuando, al pie de aquel castaño
fue dichoso con el daño
que lo tuvo malherido,
que, por amores rendido,
lamentó su desengaño.

José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Quiso el brillo silencioso

Quiso el brillo silencioso
despertar, a la alborada,
esa blancura cuajada
con su bostezo gracioso.
Así el horizonte hermoso
descubrió su alto castillo,
que, al contemplar en su brillo
esa llama de hermosura,
sospechó la nieve pura
en el color más sencillo.

Y, entre la densa maleza
que llenaba cada prado,
como si hubiera nevado,
vio en la helada la aspereza.
Mas sorprendió la pureza
de la helada mortecina,
cuando la luz blanquecina
cubrió, tras horas de hielo,
la blancura que en el suelo
dejó la noche mezquina.

Y, entonces, el caballero,
corriendo la pradería,
admiró la luz del día,
contempló el primer lucero.
Que, con el rayo primero,
cabalgando con apuro,
cruzar supo el valle oscuro,
bajo el claro resplandor,
para buscar el amor
bajo un cielo azul y puro.

Y los hayedos dormidos
y los altos castañares
lo vieron donde los mares
murmuran adormecidos.
Por el otoño vencidos,
lo adivinó el arroyuelo,
y lo miró el mismo cielo,
cuando gritar supo al día:
"Que viva la dama mía,
aunque es fría como el hielo".

Y, siguiendo su camino,
apurando su caballo,
tan ráido como el rayo,
cruzó el paisaje vecino.
Y el arroyo cristalino 
lo contempló en su desvelo,
y lo miró el mismo cielo,
cuando gritar supo al día:
"Que viva la dama mía,
aunque es fría como el hielo".

Y, por la senda callada,
sin saber temer al viento,
descanso no dio al aliento,
cruzando entre la nevada.
Y es que la densa nevada
era la dueña del suelo
ante la altira del cielo,
cuando gritar supo al día:
"Que viva la dama mía,
aunque es fría como el hielo".

Y, al descender la ladera
hasta los bosques callados,
por esos prados nevados
no quiso darse a la espera.
Porque la luz prisionera
mostraba su mayor duelo
bajo el dominio del cielo,
cuando gritar supo al día:
"Que viva la dama mía,
aunque es fría como el hielo".

Y, siguiendo sin tardanza
por los angostos lugares,
luchó contra los azares
sin sentir desesperanza.
Que la impaciencia lo alcanza
sobre la nieve y su velo,
porque lo oyó el mismo cielo,
cuando gritar supo al día:
"Que viva la dama mía,
aunque es fría como el hielo".

2012 © José Ramón Muñiz Álvarez 

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domingo, 16 de diciembre de 2012

Un soneto para Schagerl


http://jrma1987.blogspot.com

        El mástil del violín corrió apurada
la mano del artista, con maestría,
que supo retratar la luz del día
que quiso en el paisaje la nevada.
        Veloz corrió, si pudo, acelerada,
las notas arrancar cuando nacía,
secreta, aquella fina melodía
al aire por su gracia regalada.
        Un beso silencioso se hizo bello
oyendo aquel murmullo soberano,
nacido del espíritu encendido.
        La música callada fue destello,
dejándonos un eco del verano,
si quiso Schagerl darle su sonido.

José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Supo el viento caprichoso



Supo el capricho del viento,
en las horas matinales,
ver los paisajes nivales,
sometidos a su aliento.
Y, con un callado acento
y en actitud soberana,
el pincel de la mañana
dibujó la luz del día,
cuyo brillo se encendía
bajo su llama temprana.


Y descubrió su castillo,
contemplando nieve y hielo,
en las alturas del cielo,
admirando tanto brillo.
Y, viendo el prado sencillo
y la nieve y su pureza,
quiso cantar la belleza
del invierno sosegado
en el desierto callado
de la nieve en la maleza.

Que, corriendo tras los mares
y viajando entre las sierras,
alcanzó calladas tierras
y regiones singulares.
Y, en apartados lugares,
con silencio y con desgana,
el pincel de la mañana
dibujó la luz del día,
cuyo brillo se encendía
bajo su llama temprana.


Y aquellos lugares bellos
rozó el alba que nacía,
cuando, con la brisa fría,
besó el viento sus destellos.
Y, al bañar su soplo en ellos
con fatiga y con tristeza,
quiso cantar la belleza
del invierno sosegado
en el desierto callado
de la nieve en la maleza.

José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS



sábado, 15 de diciembre de 2012

Sainete en quinientos versos


José Ramón Muñiz Álvarez
"SAINETE EN QUINIENTOS VERSOS"
http://jrma1987.blogspot.com


Para valeria Mattus Aguirre, en agradeciemnto
por el logo

La acción se desarrolla en la casa de un marqués


Escena I

Lupo está barriendo la cocina y conversa con Peroño.

LUPO-. ¡Quién entiende a la nobleza,
revuelta en mil amoríos,
consumida por los bríos
del amor y su aspereza!
PEROÑO-.Hablan mal de la dureza
y lamentan mil dolores.
Suelen ser esos señores,
hablando de tales daños,
personajes tan extraños
como lo son los amores.

LUPO-. No dejan esas querellas
que rompen mil corazones,
lamentan sus desazones,
hablando de las estrellas.
PEROÑO-.Cantan las miradas bellas
que luce la dulce amada,
y es que es cosa celebrada
tanto amor en demasía,
porque con nacer el día
muere el alma enamorada.

Escena II

Llega Minjaca.

LUPO (A Minjaca)-. Si me ofrecieran amor,
pasiones, llanto y desdenes,
celoso yo de mis bienes,
no querría tal rigor.
MINJACA (A todos)-. Cantar como un trovador
con tal magia y tal hechizo
lo que no me satisfizo
no vale el buen alimento
que me arrebata el aliento,
si se ofrece buen chorizo.

Y quién no quiere jamón,
vino añejo, si se ofrece,
el chuletón que merece
mi gusto y mi devoción.
PEROÑO-.Y si es que acaso es traición
contra un niño enloquecido,
traicionaré yo a Cupido
por un poco de comida,
que no se me irá la vida
en un amor encendido.


Escena III

Llega Cipriana.

LUPO-. Saben trazar con su verso,
como grandes trovadores,
su pasión y los ardores
de un instinto tan perverso.
CIPRIANA-. Del amor dicen converso
a su pobre corazón,
se les turba la razón
y gritan desesperanzas
por las ásperas mudanzas
de su misma desazón.

LUPO-. Es que el bueno del marqués
es hombre enamoradizo,
y, pues es antojadizo,
viene a ser como lo ves:
de la cabeza a los pies,
de los pues a la cabeza,
como es todo gentileza,
por procurarse placeres,
da en amar a las mujeres
de la más rancia nobleza.

MINJACA-. Mas yo soy enamorado
del vino al que tanto debo,
cuando con calma lo bebo,
que beber es descansado.
Y me tiene enajenado
el placer de la cecina,
que, aunque la digan mezquina,
la confieso yo golosa
y la digo digna cosa,
si es que el hambre se avecina.

Escena III

Entra Garduño.

GARDUÑO-. Trabajar más, holgazanes,
es cumplir con el deber,
y no hablar de la mujer
ni de jamones ni panes,
que, pues sois tan haraganes,
justo es decir lo que es justo.
LUPO-. Trabajar me da disgusto
y se me antoja enojoso,
que más quiero del reposo
y ponerme yo a mi gusto.

Escena IV

Garduño se va.

PEROÑO-. Pero, pues somos sirvientes,
quiero hablar de lo mejor,
que no será del amor
y las pasiones ardientes.
Porque los panes crujientes
son cosa que a mi me gusta,
que comer es cosa justa,
puesto que aquí se trabaja,
y es cosa que me relaja,
que el buen comer nunca asusta.

LUPO-. De esta manera diré,
y he de decirlo contento,
que el amor al alimento
es el amor que yo sé.
PEROÑO-. Pues, aunque no sé por qué,
yo pienso que los amores
que tienen esos señores
deben ser algo elevado,
pero soy hombre ocupado
para tales sinsabores.

Escena V

Viene Mendo.

MENDO-. Ahora llego del mercado,
donde corren los rumores,
que anda el señor en amores
y que vive enamorado.
LUPO-. Todo el mundo ha comentado
la verdad y la mentira,
y lo cierto es que suspira
lamentando su dolor.
MENDO-. Que no hay mal como el amor
dice el alma que delira.

CIRIANA-. Sí que es pesado Cupido,
que, a costa de su maldad,
el desdén de una beldad
sufre el noble más sufrido.
PEROÑO-. Si la materia he entendido,
es pesado, sí, señor,
que la carga del amor
turba al hombre de bravura
en tal confusión que cura,
con ser dolor, el dolor.

Escena VI

Vuelve Garduño.

GARDUÑO-. Que trabajéis han mandado,
y no que, con conversar,
el tiempo hayáis de pasar,
que tal es lo que os es dado.

Escena V

Se va Garduño.

LUPO-. Digo yo que, enamorado,
un pasar tiempo sin más,
se lo inspira Satanás,
que es el mismo Lucifer,
cuando, en forma de mujer,
tienta el alma, si no más.

MINJACA-. Bello es llenar la barriga,
reposar toda la tarde,
y, entre valiente y cobarde,
descansar de la fatiga.
Que la virtud nos obliga,
y de tal cosa me admiro,
pues por el jamón deliro,
que es hermosa maravilla,
cuando no hay una morcilla
por la que acaso suspiro.

Pero el señor es avaro
y, siendo tal su avaricia,
no cataré tal delicia,
que es el manjar lo más caro.
LUPO-. Pienso que tanto descaro
nos pudiera hacer un mal,
pues el orden señorial
los reproches no concede.
PEROÑO-. Digo yo que si se puede
criticar, que es mal venial.

MINJACA-. En todo caso prefiero,
a criticar al señor,
no sufrir este dolor,
que me arranca todo esmero,
pues cierto que es algo fiero
sufrir hambre de mañana,
siendo la hora tan temprana,
y saber que, a mediodía,
será el hambre todavía
una llaga tan insana.


Escena VI

Entra Garduño, muy solemne.

GARDUÑO-. Pienso que vais atrasados,
pues esta noche el marqués
dará, pues es muy cortés,
cordero a sus convidados.
LUPO-. La nobleza y los asados
nunca se llevaron mal.
GARDUÑO-. Será fiesta colosal
la que dará con la noche,
extraordinario derroche
del buen cordero lechal.

GARDUÑO-. El estómago reclama
más cuchara y tenedor
y menos leyes de amor
por la luz de alguna dama.
Y es que cómo se derrama
el vino en la jarra buena,
y que placer si la llena
el más preciado y bermejo
de los vinos, si es añejo
para el alma ya serena.

GARDUÑO-. Pues cuando llegue la tarde
quiere el señor quedar bien,
y preciso es pues que estén
los manjares.
LUPO-. ¡Dios nos guarde!
GARDUÑO-. Quiere el marqués gran alarde,
porque quiere sorprender
a la más bella mujer
que vive en estos lugares.
MINJACA-. Voy por vino.
MENGO-. Singulares
son las fiestas que adivino.

Escena VII

Minjaca se va.

CIPRIANA-. Minjaca es espabilado,
porque, yéndose a por vino,
ese trabajo adivino
que burla el muy descarado.
LUPO-. Es él un hombre avisado,
pues que tiene gran maldad.
GARDUÑO-. Vamos, presto, trabajad,
que debe todo estar listo.
LUPO-. Minjacaes agudo, insisto.
MENGO-. Sabe una barbaridad.

El caso es que es perezoso,
que el trabajo siempre evita,
que ve una lacra maldita
en mostrarse laborioso.
LUPO-. Lo veréis siempre quejoso;
cuando algo mandan, esquivo, 
y, con rostro pensativo,
es, además, refranero.
GARDUÑO-. Para eso es el bodeguero.
MENGO-. Pues gran disgusto recibo.

Que pasa el día embriagado
con jarabe de licor,
pues le consume al señor
todo el vino que ha comprado.
GARDUÑO-. No has de ser tan descarado:
manda el señor, y es la cuenta,
que nunca se le haga afrenta,
y el quiere que sea así.
CIPRIANA-. Pues en todo cuanto vi,
ya se sale de la cuenta.

Y es que el borgoña le bebe,
da cuenta del siciliano,
y, sin perdón del riojano,
con vino francés se atreve.
El italiano, si es leve,
lo toma con demasía,
y el rivera cada día
va menguando en la bodega,
que, si el vino mucho pega,
él bebe toda alegría.

Y es que es tal su atrevimiento
que me parece enojoso
que se beba el vino humoso
como quien es avariento.
No vi a un hombre más sediento
ni entre gente de hidalguía.
GARDUÑO-. No digo yo si es porfía,
pero es él el bodeguero.
PEROÑO-. No se quede en el tintero: 
él bebe toda alegría. 

Escena VIII

Regresa Minjaca. 

MINJACA-. Listos los barriles ya,
codiciosos bebedores
gustarán de losw licores:
buena la fiesta será.
PEROÑO-. En esta fiesta estará
gente de gran abolengo,
y así me temo yo, Mengo,
que habrán de beber el vino
que Minjaca, muy mezquino,
bebe alegre.
MENGO-. Me prevego.

Mas el rendirá las cuentas,
las muchas explicaciones,
si le piden las razones.
PEROÑO-. ¿Y con eso te contentas?
Basta ya, que las afrentas
que hace al robar al señor
son delito de rigor,
pues consume los licores.
MENGO-. Que lo riñan los señores
y me quede yo mejor. 

GARDUÑO-. Iré a las caballerizas
para ordenar lo que fuere. 

Escena IX

Se va Garduño.

MENGO-. Es que lo que más me hiere
es cómo te encolerizas. 
MINJACA-. Esas mentiras que rizas
como pelo de mujer
a la envidia has de deber,
que nunca hablé yo de ti.
PEROÑO-. Pues puedes decirlo.
MINJACA-. ¿Sí?
Pues pronto haré el menester.

La envidia es muy mala cosa
y las lenguas envenena,
y mira cómo enajena
la mentira maliciosa.
¿No es actitud perniciosa
hablar de lo que no es bueno,
culpando siempre al ajeno,
que no se mete en tu vida?
CIPRIANA-. La verdad digo encendida,
que eres tú todo veneno. 

LUPO-. La verdad es la verdad,
y es verdad, si digo bien,
pero el hambre y el desdén
suelen engendrar crueldad.
Tal es la necesidad,
tal es el hambre que tengo,
y más del hambre prevengo
la dureza que el amor,
que, siendo todo dolor,
en el hambre me entretengo.

Mira que el que siente amores
es tonto por tanto amar,
que al señor he visto a hablar 
de sus penas y dolores.
Solo estaba y los colores
casi que se me encendieron
con las palabras que oyeron,
pues oyeron que decía:
"¿dónde estás amada mía,
que mis ojos no te vieron?

¿Dónde estás, dicha endiablada,
que, endiablada eres la dicha,
y sin tu amor sou desdicha
al convertirte en mi amada?
¿Dónde estás, perla adorada,
fruto de mi devoción,
cuando canto, a la sazón,
la canción de mis pasiones,
cuando tantas emociones
siente un noble corazón?" 

MINJACA-. ¿Eso dijo? Me lo creo,
que son los nobles señores
muy dados a los amores
y cada día lo veo:
ni de amor quiero ser reo
ni decir tales lindezas,
porque esas rancias noblezas
parecen simples, livianas,
que, al nacer de las mañanas
trovan ya tales torpezas.

PEROÑO-. ¿Y sabes tu de poesía
para decir cosa tal?
MINJACA-. Cabe el orbe celestial
en quien ingenio tenía:
me parece tropelía
que un hombre que tal escribe,
dice que dicha recibe
de la desdicha que tiene,
que no sé por lo que viene,
diciendo si muere o vive.

Si no es que estoy confundido,
que pudiera ser también,
si no vino a hacerme bien
todo el vino que he bebido,
que, con el pecho encendido,
que es el vino abrasador,
más que amor, siento calor;
más que cariño, mareo,
y puesto que así me veo,
quiero el vino y no el amor. 

PEROÑO-. Sabias palabras son esas,
y si al decir eso atinas,
en lo demás desatinas,
pero por fin te confiesas.
MINJACA-. No sé por qué te interesas,
si son raros desvaríos,
más ¿para qué desvaríos,
cuando hay beber y comer,
que no vale una mujer
que no alimente mis bríos?

Vinos son que dan la vida
los vinos que voy bebiendo,
y, pues los bebo, yo entiendo
que son cosa esclarecida.
Y el licor y la bebida
son semejante aventura,
porque ya el vino se apura
a la tripa que lo quiere.
PEROÑO-. Al estómago no hiere,
pero hiere a la cordura.

LUPO-. Amante del vino añejo
es Minjaca en desmasía,
para aprender cortesía
con el barril y el pellejo.
MINJACA-. ¿Quién no quiere vino viejo
y pasarlo del gaznate?
No temo yo que me mate
del buen vino hacer buen uso,
si, entre borracho y confuso,
la conciencia se me abate.

Pero, en fin, si hay que beber,
soy el mejor bebedor,
y si tratan del valor,
acaso yo se deber.
Si la mecha he de encender,
yo pudiera ser amante,
mas esto pienso importante:
que es importante no amar,
porque quien quiera buscar
el amor es inconstante. 

Minjaca canturrea:

"Nació, lejana, la aurora
y, ya sobre el horizonte,
descubrió su luz el monte
y el cielo del que es señora.
Y, con su gala enamora
al mozuelo en el camino,
que, en el monte peregrino,
con pan, con chorizo y queso,
tras tanto esperar su beso,
besa la bota de vino.

Nació, lejana y tardía,
la llama de la alborada,
sobre el cielo, alborotada,
que cubrió la noche fría.
Y llegó la luz del día
a este paraje vecino,
que, en el monte peregrino,
con pan, con chorizo y queso,
tras tanto esperar su beso,
besa la bota de vino.

Nació, de hermosura llena,
sin traiciones ni embelecos,
y oyó la voz de los ecos
que, alegre, en las brañas suena.
Y, como ayer la azucena,
la saludó mortcino,
que, en el monte peregrino,
con pan, con chorizo y queso,
tras tanto esperar su beso,
besa la bota de vino.

Nació, serena, y su fuego
fue cubriendolas alturas,
con sus rosas, siempre puras,
tejiendo el blanco sosiego.
Caminando, el andariego
Vio su brillo repentino,
que, en el monte peregrino,
con pan, con chorizo y queso,
tras tanto esperar su beso,
besa la bota de vino.

Nació, al cabo, y sus colores
la saludaron, temprana,
como llama soberana
que enciende el jardín de flores.
Y corrieron los albores
por el cielo su camino,
que, en el monte peregrino,
con pan, con chorizo y queso,
tras tanto esperar su beso,
besa la bota de vino".


Escena X


Llega Garduño.


CIPRIANA-. ¿Cómo estaba la alazana?
GARDUÑO-. La alazana estaba bien.
MINJACA-. Aquí cantando muy bien
se nos pasa la mañana.
desde la hora más temprana
hay que tener alegría.
PEROÑO-. ¿Con vinos de nombradía
quieres pasarlo mejor?
LUPO-. Entiendo yo por rigor
el hambre del alma mía.


PEROÑO-. Hambre y sed, vaya pareja
que son el hambre y la sed.
CIPRIANA-. Pues no me hará gran merced
el hambre si no me deja.
Yo me sé la moraleja
de pasar dolor y furia,
porque en tiempos de penuria
quieren todos más comida.
PEROÑO-. Es una pena encendida
que no ha de sufrir la curia.


GARDUÑO-. Salió el hereje malvado.
PEROÑO-. Digo bien, pues que los curas
cometen graves locuras
con la gula, que es pecado.
GARDUÑO-. Si fueras un hombre honrado
mostrarías más respeto.
PEROÑO-. No me quiero quedar quieto
ni la lengua retener,
pero paz habrá de haber,
aunque yo no me someto:


porque siempre la barriga
del cura se admira llena,
que, si es la comida buena,
no tardará si se apura.
GARDUÑO-. Por hereje la tortura
te habrían de administrar.
MINJACA-. Dejad ya de disputar,
que estos casos no son cosa
que hablar aquí.
GARDUÑO-. No es graciosa
tal cosa, que es de admirar.


Pero, al caso, que es lo urgente:
habrá que aliñar la cena.
LUPO (Aparte)-. No es trabajar cosa buena.
CIPRIANA-. ¿Y ha de venir mucha gente?
Lo digo porque es corriente
que Minjaca, en tal momento,
beba el tinto ceniciento
o se nos vaya al clarete.


Risas de todos.


Se le sube el colorete
cuando se le ve contento.


En fin, que yo sé a quien trato
y es mejor dejarlo así.
MINJACA-. ¿Soy yo un borrracho?
TODOS-. Pues sí.
MINJACA-. Mal me diera un arrebato.
GARDUÑO-. Sale el vino muy barato
cuando lo paga un marqués.
MINJACA-. Argumento es de revés
querer hacer de ello un vicio,
pues en mi caso es oficio.
CIPRIANA-. Todos sabemos cuál es:


beber con incontinencia
para darse el mayor bien
y mirar con gran desdén
la moral y la conciencia.
PEROÑO-. No ha de tener la decencia
quien bebe en tal demasía.
MINJACA-. Eso si que es herejía,
porque yo escrito lo he visto:
vino es la sangre de Cristo
y en mi cuerpo no se enfría.


2005 © José Ramón Muñiz Álvarez 
"Canciones de un trovador"
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