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El mástil del violín corrió apurada
la mano del artista, con
maestría,
que supo retratar la luz
del día
que quiso en el paisaje la
nevada.
Veloz corrió, si pudo, acelerada,
las notas arrancar cuando
nacía,
secreta, aquella fina
melodía
al aire por su gracia
regalada.
Un beso silencioso se hizo bello
oyendo aquel murmullo
soberano,
nacido del espíritu
encendido.
La música callada fue destello,
dejándonos un eco del
verano,
si quiso Schagerl darle su
sonido.
José Ramón Muñiz Álvarez
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