domingo, 16 de diciembre de 2012

Un soneto para Schagerl


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        El mástil del violín corrió apurada
la mano del artista, con maestría,
que supo retratar la luz del día
que quiso en el paisaje la nevada.
        Veloz corrió, si pudo, acelerada,
las notas arrancar cuando nacía,
secreta, aquella fina melodía
al aire por su gracia regalada.
        Un beso silencioso se hizo bello
oyendo aquel murmullo soberano,
nacido del espíritu encendido.
        La música callada fue destello,
dejándonos un eco del verano,
si quiso Schagerl darle su sonido.

José Ramón Muñiz Álvarez
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