QUIERE
EL AMOR SER ESQUIVO
Quiere
el amor ser esquivo
con
quien sufre por amores,
que
lamentar los temores
del
desdén no es de recibo.
Y
siéntese muerto un vivo,
si
se siente un vivo muerto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
De
esta manera, rendido,
el
desaliento me alcanza,
pues
me entrego a la venganza
del
amor en mí nacido.
Que,
si es ángel retorcido,
no
ha sido bueno mi acierto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
Porque
es este que suspira
quien
da en su verso el oficio,
que
tamaño sacrificio
es
servir a una mentira.
Sueños
el alma delira
donde
no duerme el despierto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
De
modo que, si vencido
por
el amor embustero,
ese
camino prefiero,
caigo
triste y malherido.
Y
es que el amor encendido
me
lleva a un lugar incierto,
que predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
Y,
al cabo, con mis escritos,
no
espero yo mayor bien,
que,
pagado del desdén,
siento
mis versos malditos.
Son
sus cadencias delitos
contra
todo buen concierto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
Que,
por ser dolor profundo
este
amor desconsolado,
vivo
del amor malvado
arrojado
en este mundo.
Pobre
de mí, vagabundo,
derrotado,
casi muerto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
De
donde sé que, en conciencia,
según
dicta el pensamiento,
grande
será el sufrimiento
de
mi insensata imprudencia.
Solo
espero la sentencia
que
repita, con acierto,
que predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
Pues,
dispuesta ya la suerte,
si
es Cupido el abogado,
el
amor desconsolado
es
la gloria del más fuerte.
Cuando
Cupido despierte
mi
pecho veréis abierto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
Y
sí que son las noticias
que
recibo del amor
un
engaño embriagador
que
promete mil delicias.
Que
tristes son las albricias
de
quien mira el rostro cierto,
si predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
Que
el amor que me consuma
es
el amor que me hiere,
el
que a matarme prefiere
herirme
con fuerza suma.
Como
el golpe de la espuma
que
arremete contra el puerto,
que predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.
2012 © José
Ramón Muñiz Álvarez
“Canciones de un
trovador”
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
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