viernes, 7 de diciembre de 2012

Quiere el amor ser esquivo


QUIERE EL AMOR SER ESQUIVO

Quiere el amor ser esquivo
con quien sufre por amores,
que lamentar los temores
del desdén no es de recibo.
Y siéntese muerto un vivo,
si se siente un vivo muerto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

De esta manera, rendido,
el desaliento me alcanza,
pues me entrego a la venganza
del amor en mí nacido.
Que, si es ángel retorcido,
no ha sido bueno mi acierto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

Porque es este que suspira
quien da en su verso el oficio,
que tamaño sacrificio
es servir a una mentira.
Sueños el alma delira
donde no duerme el despierto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

De modo que, si vencido
por el amor embustero,
ese camino prefiero,
caigo triste y malherido.
Y es que el amor encendido
me lleva a un lugar incierto,
que predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

Y, al cabo, con mis escritos,
no espero yo mayor bien,
que, pagado del desdén,
siento mis versos malditos.
Son sus cadencias delitos
contra todo buen concierto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

Que, por ser dolor profundo
este amor desconsolado,
vivo del amor malvado
arrojado en este mundo.
Pobre de mí, vagabundo,
derrotado, casi muerto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

De donde sé que, en conciencia,
según dicta el pensamiento,
grande será el sufrimiento
de mi insensata imprudencia.
Solo espero la sentencia
que repita, con acierto,
que predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

Pues, dispuesta ya la suerte,
si es Cupido el abogado,
el amor desconsolado
es la gloria del más fuerte.
Cuando Cupido despierte
mi pecho veréis abierto,
pues predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

Y sí que son las noticias
que recibo del amor
un engaño embriagador
que promete mil delicias.
Que tristes son las albricias
de quien mira el rostro cierto,
si predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

Que el amor que me consuma
es el amor que me hiere,
el que a matarme prefiere
herirme con fuerza suma.
Como el golpe de la espuma
que arremete contra el puerto,
que predicar en desierto
es mostrarse servidor
de quien mezcla en el amor
un terrible desconcierto.

2012 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Canciones de un trovador”
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

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