ES
TESTIGO LA ALBORADA
Es
testigo la alborada
de
mi pena y mis dolores
por
los súbitos amores
que
trajo ayer la invernada.
Como
la nieve cuajada,
ángel
lleno de pureza,
es
su voz, cuando bosteza
con
su aliento delirante,
que
por su aliento el amante
sabe
llorar su tristeza.
Y,
pues es este mi estado,
poco
queda que decir,
salvo
que espero morir
y
no quiero ser vengado.
Llora
aquí el triste apartado
todo
mal, todo furor
que
capricho es del amor
para
quien amores siente
a
la vera de la fuente
de
transparente color.
Y
no importa que el trasiego
que
me impone este camino
sepa
que el amor mezquino
un
vendaval el de fuego.
Un
mar ignoto navego
en
estos dulces paisajes
que
saben de mis corajes,
mis
ansiedades y penas
que
escuchan las azucenas
y
conocen los follajes.
Y
pues es este mi llanto,
la
razón de mi tormento
hace
brotar un lamento
de
mi boca como un canto.
Parece
que el aire santo
siente
un hálito invernizo
que
refresca con granizo
la
sinrazón de la vida
para
curar esta herida
que
mis ánimos deshizo.
2012 © José
Ramón Muñiz Álvarez
“Canciones de
un trovador”
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario