martes, 30 de octubre de 2012

SINFONÍA DE CUMPLEAÑOS


SINFONÍA DE CUMPLEAÑOS

I

            Fue heraldo en su belleza el beso oscuro
que alzó la madrugada en su guarida,
cuando en sus labios dulce la bebida
tejió en un brillo extraño su conjuro:
 
           No quiso que, encendiendo el aire puro,
hallase el sol la llama que, encendida,
al mar habló en el valle de la vida,
al cielo del silencio sin apuro.
 
            No quiso el verde bello, pero avaro,
su cristalino, luz de la alborada,
dejar en a su capricho en la corriente.
            No quiso abandonar el oro claro
la luz de su melena ensortijada,
el halo luminoso de su frente.

II
 

            No suele ser el cielo, aunque brumoso,
razón del sueño, si lo ven temprano,
dos ojos con un verde soberano
y un mar rubio de sol, claro y hermoso.
            Su rizo ya en la frente cae gracioso,
altivo y principesco, porque, ufano,
desiertos mide y, gobernando el llano,
recuerda otro paisaje montañoso.
            Y quiso alzar su vuelo en un suspiro
de cielos cuya gracia era poesía,
naciendo como nace la mañana.
            Y un eco de su voz, breve respiro,
miró, al nacer, aquella melodía
llevada por la brisa más temprana.

III
 
             Un año más, la vida que se apura,
coral fue que el torrente precipita
en la mirada dulce donde escrita
la edad esconde, mas sin amargura.
 
            ¿No crece la belleza más segura,
si ignora que la rosa se marchita
y el tiempo la acaricia y solicita
para arrancarle toda su hermosura?
            Mas nunca envejecer lo verdadero
veréis en cuanto, ya resplandeciente,
se alegra al admirar otros colores.
            La flor, en su jardín perecedero,
morir podrá, mas nunca la corriente
que traza de la aurora los colores.

IV


            Las horas transcurrieron sin saberlo
y vino, entre bostezos, la alborada
a los desiertos secos y a los llanos.
  
          El viento de la noche se esparcía
con la serenidad que es propia siempre
del beso del verano que se acerca.
            Lloró un color de plata en esos cielos
manchados por pinceles tan azules
que suelen reflejarse en el Pacífico.

             Y, entonces, alcanzó tanta belleza
los ojos de mujer reverdecidos
como un himno a la nueva primavera.

V

            Si habló de los que son altas firmezas
al aire que, al mostrar brillos pequeños,
se supo derrotado en sus empeños,
más débiles halló sus fortalezas.
            La vieron en los bosques y malezas
pisando los jardines de los sueños,
y dijo que los cielos eran dueños
del mundo, si se duerme, y sus bellezas.
             Más pudo relumbrar la llamarada
que vio la tarde triste sin abrigo,
si el sol al horizonte descendía.
 
            Hirió la luz aquella puñalada
de brillos un ocaso sin testigo
que lento y triste se desvanecía.


2012 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

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