jueves, 7 de abril de 2022

"Hablar de la invernada que nos llena"

 


Poemas para María del Carmen Álvarez Menéndez


Soneto I


Mereces más que nadie el cielo puro

que vio volar ayer la nubarada

que pudo arrebatarte con la helada,

después de amanecer el cielo oscuro.

Mi espíritu te llama y me apresuro

a describir tu falta, entre la nada,

sabiéndola en el alma derramada

que sabe responder a tanto apuro.

Nos dejas y te partes a ese cielo

que queda tan distante y tan cercano

del mundo, del momento, del instante.

Y sabes que es razón del desconsuelo

la rara nubarada en que, temprano,

te busca siempre el ánimo constante.


Soneto II


Dejé que la alazana, en sus cabriolas,

mirándose en las aguas, raro espejo,

quisiera complacerse en el reflejo

del cielo que se sabe entre las olas.

De pronto, las calladas caracolas

sabían de la aurora y su consejo,

y yo te vi en el alba, en oro viejo,

bandera de es llama que enarbolas.

Y fue como la infancia, siendo niño,

llorar esa tragedia de la ausencia

que huérfano me deja de tus besos.

Me quedo esterrado del cariño

que tuve donde, estando tu presencia,

mis llantos a una madre quedan presos.


Soneto III


La imagen de los brillos de la helada,

heridos como el rayo en que nacía,

lloró, entre luces breves, ese día

que encuentra la derrota en la invernada.

Enero, puesto a hablar, no dijo nada,

mas sí se pronunció la brisa fría,

corriendo los espacios que solía,

rozando la hojarasca destronada.

Y, entonces, escapando a las alturas,

el sol, en su bostezo, fue diadema

del campo, las colinas y cordales.

De pronto, fuiste el sol en que se quema

la nieve, cuando rinde sus blancuras

al alba que deshace sus cristales.


"La invernada que nos llena"


Partiste hacia otro reino

y el oro derrotado

que llora malherido,

nos dice la verdad en su crepúsculo:

el alba te arrancó, te llevó lejos,

te dio nuevos lugares

en las alturas claras,

en los paisajes tristes que la nieve

pobló con la invernada que nos llena.

¡Maldigo la invernada que nos llena!

El mundo melancólico

pronuncia la penuria

del hérfano sin alma,

sabiéndose perdido en estos pagos,

dejado como un perro que quisiera,

faldero, ese regreso

que lleva a tu regazo,

que quiere regalarnos el regazo

paciente de la madre que se pierde,

que vuela los epsacios con la brisa.

Y quiero tu recuerdo,

me amarro a tu recuerdo,

como una vela al palo

que vio perderse lejos el navío,

diciéndole al serviola del entonces

que ya no queda nada,

que todo se ha angostado.

¡Maldigo la invernada que nos llena!

¿Maldigo los eneros traicioneros

que arrancan de tus ojos tantas lágrimas!


2022 (c) José Ramón Muñiz Álvarez

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