viernes, 27 de abril de 2012

EL NACIMIENTO DE MAEL




Nacimiento de Mael Muñiz

El brillo bordó bermejo
de ese sol que, ya lejano,
con un aire soberano
se derramó en oro viejo,
porque su fuego perplejo,
como valiente corcel,
derrotado se vio en él
y vencido en el reproche
de la sombra de la noche
que el aliento dio a Mael.

Y, al arder tanta belleza
en las alturas del cielo,
entre el granizo y el hielo,
cedió la luz con pereza,
que, con mucha sutileza,
se apoderó del vergel
la noche que el cielo aquel,
en azabache cautivo,
hizo del viento furtivo
que el aliento dio a Mael.

Y, siendo la noche muerte
honrada por las estrellas,
murió con dulces querellas
el sol con su brillo fuerte,
donde el paisaje lo advierte
como purpúreo clavel,
en el aire siempre fiel,
en que vive suspendido,
mas por la noche vencido
que el aliento dio a Mael.

De modo que los castillos
al fin se desmoronaron,
si primero los alzaron
las auroras con sus brillos,
porque sus fuegos sencillos,
como agitado lebrel,
vieron que la noche cruel,
acabando con el día,
bellamente se encendía
y el aliento dio a Mael.

Pues la luz de la alborada
se lanzaba en un torrente,
al arrojarse, valiente,
desde la altura callada,
para luego, alborotada,
ceder su raro bajel,
su corona de laurel,
el cetro de sus naciones
a la noche en las mansiones
que el aliento dio a Mael.

2010 © José Ramón Muñiz Álvarez
“El nacimiento de Mael”

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