“ERICH
SCHAGERL
MUATERL”
Dedicatoria-.
Tras haber visto la imagen de una hermosa anciana, madre del ilustre músico de la Filarmónica de Viena, mi amigo el profesor Erich Schagerl, no puedo dejar pasar la ocasión, pues hasta podría ser de mal gusto dejar correr el momento, y así me dispuse a dedicarle a tan entrañable mujer estos versos que, mirando la blancura y la pureza del cabello de la señora, me vinieron pronto a la mente. Estos dos sonetos, querido Erich, te los envío como el que manda la postal hermosa de un paisaje nevado desde un país extranjero, para cantar la impresión agradable del rostro de esta señora bella, a pesar de la edad, y que desprende ternura a raudales.
Tras haber visto la imagen de una hermosa anciana, madre del ilustre músico de la Filarmónica de Viena, mi amigo el profesor Erich Schagerl, no puedo dejar pasar la ocasión, pues hasta podría ser de mal gusto dejar correr el momento, y así me dispuse a dedicarle a tan entrañable mujer estos versos que, mirando la blancura y la pureza del cabello de la señora, me vinieron pronto a la mente. Estos dos sonetos, querido Erich, te los envío como el que manda la postal hermosa de un paisaje nevado desde un país extranjero, para cantar la impresión agradable del rostro de esta señora bella, a pesar de la edad, y que desprende ternura a raudales.
Soneto
I
No
hallaron en el fuego primerizo
las
horas la piedad que negó el cielo,
licuando
la blancura de ese hielo
que
vio cómo su brillo se deshizo:
la
luz del alba supo en el granizo
dejando,
abandonando por su pelo,
la
gracia de la llama del deshielo
que
quiso su color en cada rizo.
Y
deja su cabello a la mañana
peinar
la dama bella, si la mano
del
alba corre alegre con apuro.
La
luz se hace destello en ese llano
que
admira la blancura soberana
que
el campo corre bello, limpio y puro.
Soneto
II
El
alba que se enciende y que bosteza
su
luz reflejará donde, escondida,
la
noche triste busca la guarida
que
ofrece entre la sombra la maleza.
La
escarcha que domina la belleza
del
campo se deshizo, y, sometida,
un
mar de sentimiento fue la vida
del
brillo que se alzó con su pureza.
Mas
es la edad la misma llamarada
del
alba, si ha de ser todo blancura,
llenando
los paisajes del olvido.
Que
encierra en el cabello la nevada
más
luz y más color, más hermosura
que
un ángel, el placer de haber vivido.
2015
© José Ramón Muñiz Álvarez
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