FROHE GERBURSTAG 2015, LIEBER ERICH
Introducción
El
hielo que cuajó, al correr la noche, nos habla de la helada que el
enero nos deja, con su brisa melancólica. La luz del alba clara
llega tarde, manchando, con colores encendidos, un horizonte triste y
perezoso. Y en Viena, los jardines y los parques esperan floraciones
tan lejanas que lloran, de mañana, sus tristezas. Es
tiempo de trabajo para un músico, y así se van las horas, pues son
muchas las horas que se van en los ensayos. El público, no en vano,
es exigente y espera lo mejor de las orquestas que brindan melodías
tan hermosas. Son ellos los que alegran las veladas y encienden la
pasión en esas óperas que llenan ambiciosos repertorios. Y
es Erich hombre culto y refinado, virtuoso que, en la misma
Filarmónica, sorprende con el arte de sus dedos. Y es justo pues, si
es ya su aniversario, mostrarle reverencia y venerarlo, según lo
pide todo su talento. Es uno de esos mágicos violines que alzaron
ese hechizo que en el aire trazaba la batuta más pujante. Los
versos son hermanos de la música, pues tienen cierto ritmo y melodía
capaces de elevar las emociones. Acaso los conceptos que presentan
son una imagen clara de ese mundo que está en el interior de cada
gente. De modo que es correcto hacerle versos a un hombre que valora
la poesía, la música y las artes más valiosas. Por
eso estas poesías que os presento parecen oportunas, y, las hago con
toda la ilusión que ha de esperarse. En ellas la hermosura de ese
mundo de rosas y violines que hay en Viena parece destacarse
enormemente. Y debe ser así, porque es lo lógico cantar a esa
alegría que nos llena de júbilo y de dicha en este invierno.
Soneto
I
Las
notas que, al nacer alborotadas,
dejaron
por el aire una querella,
pusieron
su tesón, su magia en ella,
volando
entre granizos y nevadas.
Los
valles encerró con las heladas
un
brillo de violín, música bella,
mirando
del crepúsculo una estrella
en
horas silenciosas y apagadas.
La
luz corrió después por cada llano,
hallando
escarchas entre la maleza,
si
no era nieve o restos de granizo.
Y
supo dibujar, violín en mano,
del
aire mismo, toda su belleza,
el
genio de los dedos y su hechizo.
Soneto
II
Es
bello en el invierno ver el día,
mirar
el sol que nace en lo lejano,
saber
que corre alegre el aire vano
la
luz que perdió ayer la lejanía.
La
luz de la mañana se hace fría
y
el eco del invierno es soberano
de
nieves y granizos en un llano
que
el alba lentamente deshacía.
Las
horas melancólicas las llena
la
música febril, el vals dichoso
que
corre con la brisa maliciosa.
Y
el aire corre lento, perezoso,
llevando
su canción a toda Viena,
que
la canción escucha si es hermosa.
2014
© José Ramón Muñiz Álvarez
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