jueves, 8 de enero de 2015

Für Erich Schagerl


FROHE GERBURSTAG 2015, LIEBER ERICH


Introducción

         El hielo que cuajó, al correr la noche, nos habla de la helada que el enero nos deja, con su brisa melancólica. La luz del alba clara llega tarde, manchando, con colores encendidos, un horizonte triste y perezoso. Y en Viena, los jardines y los parques esperan floraciones tan lejanas que lloran, de mañana, sus tristezas. Es tiempo de trabajo para un músico, y así se van las horas, pues son muchas las horas que se van en los ensayos. El público, no en vano, es exigente y espera lo mejor de las orquestas que brindan melodías tan hermosas. Son ellos los que alegran las veladas y encienden la pasión en esas óperas que llenan ambiciosos repertorios. Y es Erich hombre culto y refinado, virtuoso que, en la misma Filarmónica, sorprende con el arte de sus dedos. Y es justo pues, si es ya su aniversario, mostrarle reverencia y venerarlo, según lo pide todo su talento. Es uno de esos mágicos violines que alzaron ese hechizo que en el aire trazaba la batuta más pujante. Los versos son hermanos de la música, pues tienen cierto ritmo y melodía capaces de elevar las emociones. Acaso los conceptos que presentan son una imagen clara de ese mundo que está en el interior de cada gente. De modo que es correcto hacerle versos a un hombre que valora la poesía, la música y las artes más valiosas. Por eso estas poesías que os presento parecen oportunas, y, las hago con toda la ilusión que ha de esperarse. En ellas la hermosura de ese mundo de rosas y violines que hay en Viena parece destacarse enormemente. Y debe ser así, porque es lo lógico cantar a esa alegría que nos llena de júbilo y de dicha en este invierno.

Soneto I

                  Las notas que, al nacer alborotadas,
dejaron por el aire una querella,
pusieron su tesón, su magia en ella,
volando entre granizos y nevadas.
                  Los valles encerró con las heladas
un brillo de violín, música bella,
mirando del crepúsculo una estrella
en horas silenciosas y apagadas.
                  La luz corrió después por cada llano,
hallando escarchas entre la maleza,
si no era nieve o restos de granizo.
                  Y supo dibujar, violín en mano,
del aire mismo, toda su belleza,
el genio de los dedos y su hechizo.

Soneto II

                  Es bello en el invierno ver el día,
mirar el sol que nace en lo lejano,
saber que corre alegre el aire vano
la luz que perdió ayer la lejanía.
                  La luz de la mañana se hace fría
y el eco del invierno es soberano
de nieves y granizos en un llano
que el alba lentamente deshacía.
                  Las horas melancólicas las llena
la música febril, el vals dichoso
que corre con la brisa maliciosa.
                  Y el aire corre lento, perezoso,
llevando su canción a toda Viena,
que la canción escucha si es hermosa.

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

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