José
Ramón Muñiz Álvarez
“DESDE
FLANDES
A
INGLATERRA”
O
“LAS
PUTAS
DE
PARÍS”
(Brevísimo
cuadro
escénico
de
regusto
áureo,
escrito
en
verso,
donde
hallaréis
los
curiosos
noticia
del
noble
aventurero
don
Rodolfo
de
Tudela,
y
de
sus
fechorías
y
amoríos)
RODOLFO
(desenvainando)-. Desde Flandes a Inglaterra,
pudo
este
acero
dar
muerte,
por donde
quiso la suerte.
en la paz
como en la guerra.
Y en el
llano y en la sierra
suena mi
nombre temido,
que, si a
fe soy decidido,
si mi valor
es así,
puedo
decir
que
vencí.
DON
CRESPO
(despreocupado)-.
¡¡¡¡Pues
eso
es
haber
vencido!!!!
DON
NUÑO
(animado)-.
Hubiera
dado
la
vida
por veros
batir la espada.
DON
DIEGO
(admirado)-.
Sois
un
alma
que,
arrojada,
de los
peligros se olvida.
DON
MARCOS
(emocionado)-.
Ese
combate
suicida
es signo de
gran valor.
DON
TIRSO
(satisfecho)-.
Sois
un
valiente,
señor,
y he de
decíroslo, a fe.
LA
MOZA
(indiferente)-.
Os
batís
no
sé
por
qué.
DON
CRESPO
(encendido)-.
Admiro
vuestro
furor.
Venid y
bebed del vino,
que Dios
quiere a los valientes.
DON
NUÑO
(entusiasta)-.
¡Quién
dijo
que
ser
prudentes
garantizará
el destino!
DON
DIEGO
(gozoso)-.
A
fe
que
fue
el
desatino
y el
arranque del cobarde.
DON
MARCOS
(dichoso)-.
Hacéis
del
valor
alarde
y sois
hombre de porfía.
DON
TIRSO
(admirado)-.
¡Gente
sois
de
gran
valía,
de modo que
Dios os guarde!
LA
MOZA
(indignada)-.
Por
dar
muerte
a
un
infeliz
decís
tener
más
valor,
que,
causando gran dolor,
os ven
siempre en plena lid.
DON TIRSO
(agitado)-. Muchos la vida en Madrid
han dejado
frente a vos,
que sois
valiente, por Dios,
y persona con
arrojo.
DON MARCOS
(exaltado)-. Nadie os acusa de flojo.
DON DIEGO
(seguro)-. Hombre que vale por dos.
RODOLFO
(envainando)-.
Y,
pues
soy
hombre
esforzado,
hombre de
cuna tan rancia,
en la
campaña de Francia,
vi mi fuego
desatado.
Orgulloso
soy, soldado,
valiente
como ninguno,
en la
batalla oportuno,
borracho a
veces, es cierto,
y sé que
vivir despierto
no es soñar
un sueño alguno.
Dejad pues
que mi memoria
no se nuble
en el momento
en que
vuela el pensamiento
para
narraros mi historia.
Pues don
Rodolfo de Hontoria,
servidor
del soberano,
es, con la
espada en la mano,
de los
nobles el mejor,
de todos el
más señor,
el más
alegre y ufano.
Nací de
noble familia,
y, pues
siendo yo tan niño,
porque
murieron mis padres,
me crió mi
noble tío;
el que los
ánimos fieros,
el que la
fuerza y los bríos
quiso sacar
de mi pecho
cuando solo
era un chiquillo;
el que
violento y alegre,
el que
bravo y libertino,
con corta
edad me dio el néctar
callado y
dulce del vino.
La guerra
ha sido mi casa,
mi palacio
y señorío,
el lugar
que corresponde
a un
capitán con oficio.
Y, pues que
soy el más duro,
como cama
he conocido
el duro
lecho del suelo,
el hambre,
el fuego y el frío.
Rápido soy
con la espada,
no soy mal
arcabucero,
sé manejar
un mosquete
y, entre
todos el más diestro,
nadie
disputa mi furia,
nadie cruza
mi sendero
sino los
que son amigos,
supuesto
que los defiendo.
Y, porque
sois buena gente,
que, al
menos es lo que entiendo,
quiero
brindar como amigo,
derramando
el vino bueno,
que no hay
vino más sabroso
para el
capricho ligero
de quien
viene de la guerra
y busca
tomar contento.
Gocemos
pues, esta noche,
bebamos
digo, gocemos,
febriles
hasta que venga
el alba con
sus luceros.
DON
TIRSO
(feliz)-.
En
el
arte
del
combate
bueno es
siempre, señor mío,
mostrar el
más noble brío
donde
combate el valor.
DON
CRESPO
(emocionado)-.
Yo
pienso
que
parecéis
a esa gente
que, valiente,
lanza
su
pecho,
que,
ardiente,
es en la
lucha fragor.
DON
DIEGO
(corajudo)-.
Y
noble
es
alzar
la
espada
contra el
infiel y el hereje,
y justo es
Dios, que os protege
desde su
altura, en verdad.
DON
MARCOS
(alegre)-.
Pensad
que
sois
esforzado,
que os
admira todo el mundo,
que sois
hombre sin segundo
en toda la
cristiandad.
DON NUÑO
(encendido)-. Y, a fuerza de ser valiente
como lo
sois donde hay gresca,
os ama la
soldadesca
que otras
veces os nombró.
DON DIEGO
(desenfadado)-. Que no es comentario vano,
pues la
gente que os aclama
es testigo
de la fama
que vuestro
brazo ganó.
DON TIRSO
(alegre)-. Por eso este es el momento
de
compartir este vino,
que es
capricho del destino
que con nos
lo compartáis.
DON DIEGO
(curioso)-. Y, pues con gesto cansado,
con tan
escaso equipaje,
regresáis
del largo viaje,
escuchemos
qué contáis.
RODOLFO
(bravo)-.
Los
sucesos
de
otras
veces,
porque
vengo fatigado,
cansado de
haber luchado
y vendido
el corazón.
DON
DIEGO
(picardioso)-.
Sabiendo
que
sois
amante
de
profundos pensamientos,
gritan al
mundo los vientos
vuestra
furia y la pasión.
RODOLFO
(jactancioso)-.
Sobre
las
putas
francesas
poco os
pudiera decir,
pues que mi
lecho han llenado
nobles
damas de París.
Y es la
mujer de nobleza,
pienso
yo
(si
permitís),
que es más
alegre en el lecho
de lo que
suelen salir.
Y
es
que
son
caros
placeres,
porque en
Francia todo, en fin,
suele
salirnos más caro:
desde el
comer al vestir.
Eso por no
hablar del vino,
que es
bueno, pero, aun así,
pagando
todo en la fonda,
no sobra un
maravedí.
Allá
quedan los dineros,
allá el
amor y París,
tierra de
extraños romances
en la que
el alma vendí.
Y, porque
las damas bellas
suelen el
alma partir,
recuerdo
yo, junto al Sena,
al más
dulce querubín.
El alma
supo robarme,
supo
rendirme gentil,
supo
gozarse en mi lecho
no una vez,
sino diez mil.
Y después
de consolarla
y darme
consuelo a mí
(porque un
hombre que está solo
sin amor
suele sufrir),
y después
de tanto beso,
tanto amor,
tanto París,
tanto grito
y tanto llanto,
decidí
volver aquí.
Ya estoy en
tierra española,
ya me ve
Valladolid,
ya me teme
Salamanca,
ya vuelve a
temblar Madrid.
Y puedo
decir que vengo,
que voy a
quedarme aquí,
que habré
de blandir la espada,
puesto a
matar o morir.
Y, pues
estoy con vosotros
y el vino
sirven, decid
vosotros al
mundo entero
lo que se
pueda decir,
bebed
conmigo y hablemos
del otoño
y del abril
que ven
correr nuestros días,
pues que
corren a su fin,
y gocemos
del presente.
DON DIEGO
(asombrado)-. Razón tenéis, señor.
RODOLFO
(segurísimo)-. ¡Sí!
¡Sí que
la tengo, don Diego,
y habré de
decirlo así!
Que es un
suspiro la vida
y, sin
temor de morir,
hay que
saber disfrutarla
porque se
escapa.
DON CRESPO
(sereno)-. Venid.
El caso es
que estoy contento,
pues con
gran salud se os ve.
RODOLFO
(gentil)-. Lo mismo digo.
DON CRESPO
(sirviendo vino)-. Voacé,
ya sabe que
estoy sediento.
RODOLFO
(agradecido)-. El vino es el alimento
más dulce
que el mundo tiene.
DON CRESPO
(dichoso)-. Este es el vino que viene
a la mesa
si un amigo
llega a
nosotros.
RODOLFO
(jactancioso)-. Testigo
soy del
vino que conviene.
DON CRESPO
(curioso)-. Vos me diréis…
RODOLFO
(curioso)-. Si pudiere…
DON CRESPO
(misterioso)-. Quiero saber…
RODOLFO
(misterioso)-. Decid vos…
DON CRESPO
(tímido)-. He de decir…
RODOLFO
(asombrado)-. Mas, por Dios…
DON CRESPO
(seco)-. Concluyo ya…
RODOLFO
(sincero)-. ¡Se prefiere!
DON CRESPO
(temeroso)-. No sé si acaso que espere
será
prudencia mayor.
RODOLFO
(serio)-.
Si
me
hicieseis
el
favor,
don Crespo,
decidlo ya.
DON
CRESPO
(decidido)-.
Está
bien,
pues
allá
va:…
RODOLFO
(alegre)-. Os escucho.
DON CRESPO
(firme)-. Bien señor.
Vive en
París, según sé,
una dama
bella y fina
cuyo nombre
es Antonina
de Monfort
y Sevigné.
RODOLFO
(serio)-. Podéis preguntar a fe,
pues yo
conozco a esa dama.
DON CRESPO
(enajenado)-. Es que el alma se derrama
por el amor
que profeso,
pues
siempre quise su beso.
RODOLFO
(fríamente)-.
Yací
con
ella
en
la
cama:
tan puta
como francesa,
me regaló
su placer,
y es
encendida mujer
y en la
cama es muy traviesa.
Y, si esto
que os digo pesa,
no temáis,
que sois amigo,
y como a
tal os lo digo,
porque, si
es como decís,
cuando
vayáis a París
lo
entendáis.
DON CRESPO
(gritando)-. ¡¡Sois mi enemigo!!
RODOLFO
(amenazante)-.
Don
Crespo,
no
os
confundáis,
que en algo
que no sabéis,
siempre es
mejor que escuchéis
a quien
necio preguntáis.
Y
pues
que
así
os
comportáis,
si queréis
llegar a viejo,
para vos
tengo un consejo,
y es que
prudente, al callar,
os dignéis
de aquí a marchar
en tanto
que me despejo.
DON CRESPO
(airado, yéndose)-. ¡¡No sois buen amigo vos!!
He de
decírselo al mundo,
que parece
que os confundo
ante el
mundo y ante Dios!!
RODOLFO
(desafiante)-. ¡¡Que me confundan los dos
si vos
queréis y es el caso,
mas yo por
ella me abraso,
por su
abrazo y por su amor,
que no
faltó su favor
desde el
brillo del ocaso!!
DON CRESPO
(volviendo)-. No conozco la razón
que os
lleva a tal desvarío,
pero no es
muestra de brío
en tan
notable infanzón.
RODOLFO
(burlesco)-. ¿Es que os rompe el corazón
el amor de
una ramera,
ella, que
va con quienquiera,
pues su
amor sabe vender?
DON CRESPO
(muy alterado)-. ¡¿Qué decís de esa mujer?!
RODOLFO
(seco)-. Abandonad esta espera:
no tiene el
amor sentido
entre putas
y rufianes
ni hemos de
hacer mil desmanes
por esto
que os tengo advertido.
Vos, que
sois hombre cumplido
y con alta
nombradía
gozad de su
compañía,
sentid su
fuego en su lecho,
mas no os
llenéis de despecho,
que no cabe
bizarría.
Y, pues es
puta la dama,
que tal
nombre le he de dar,
no me
vengáis a faltar,
si es que
el amor se derrama,
pues que la
amistad me llama,
para
vuestra conveniencia,
pues os
aviso prudencia
con mujeres
malandrinas
con
intenciones mezquinas.
DON CRESPO
(airado)-. ¡¡Vos faltáis a la decencia!!
RODOLFO
(amenazante)-.
Por
vuestro
bien
os
lo
advierto,
y he de
deciros, de paso,
que habéis
de cuidar de paso
vuestras
furias.
TODOS-.
¡¡¡¡Eso es cierto!!!!
DON CRESPO
(molesto)-. El corazón tengo abierto
por la mujer,
y es merced
respetarla.
DON
TIRSO
(sensato)-.
Pero
ved
que os lo
dice como amigo.
RODOLFO-.
En su lecho fui testigo
de su
cuerpo y desnudez.
DON CRESPO
(desafiante)-. Tal vez os dijo que no
y por eso
lo decís.
RODOLFO
(burlesco-. Me temo que os confundís,
pues con
ella estuve yo:
os juró
que me robó
con sus
amores el fuero
que me
sujeta al dinero
que le tuve
que pagar.
DON TIRSO
(jocundo)-. Si ella es puta no es azar.
DON CRESPO
(dudoso)-. ¿He de sacar el acero?
DON TIRSO
(sereno)-. La duda sobra, don Crespo,
que es
confidencia de amigo
y quiero
veros calmado.
DON CRESPO
(recapacitando)-. Habláis bien, amigo Tirso:
que estas
riñas no son buenas,
y comprendo
que me ha dicho
la verdad
como prudente.
DON NUÑO
(calmado)-. Ahora sois hombres de juicio,
que una
ramera no vale
lo que la
amistad, el tino,
la
esperanza, la bodega
y una jarra
de buen vino.
RODOLFO
(alegre)-. El vino es buen consejero.
DON CRESPO
(receloso)- No lo es siempre.
RODOLFO
(empeñado)-.
Ya
lo
ha
sido:
el vino es
razón juiciosa
que nos ha
reconvenido.
DON
DIEGO
(animado)-.
Brindemos
entonces
todos
por la
grandeza y el juicio
que nos
hará ser felices
si es que
la jarra bebimos.
RODOLFO
(alegre)-. Todo es mejor con más gracia,
más
desparpajo y más vino,
que es el
néctar de los dioses.
DON
CRESPO
(sereno)-.
Está
bien,
perdón
os
pido,
que,
pues
es
grande
mi
fallo,
lo
reconozco tranquilo.
RODOLFO
(amigable)-. Como premio va un consejo:
sed hombre
más escogido,
que, pues
París no es España,
entenderéis
que los vicios
son cosa
allí muy frecuente,
porque son
los parisinos
gentes que
a todo se atreven.
DON
TIRSO
(divertido)-.
¡Es
que
son
muy
libertinos!
DON
DIEGO
(feliz)-.
¡Y
las
mujeres
muy
putas!
RODOLFO
(jocoso)-. ¡Y caros son nuestros vicios!
DON MARCOS
(sincero)-. Pocas veces allí estuve
y puedo
decir que he sido
víctima
triste en las manos
de tan
grande puterío:
no he
sabido de un soldado
que en
París haya vivido
que no
quiera a cada dama
ni visite
cada nido.
Y, si bien
son muy celosos
los
franceses, como os digo,
viendo que
son soldadesca
los
españoles, su signo
es
resignarse a los cuernos,
pues los
tienen por destino.
DON NUÑO
(risueño)-. Los hijos de Carlomagno,
si de tal
hombre son hijos,
pues a fe
que no parecen,
son
humildes campesinos,
y, si se
dicen honrados,
tienen
genio mortecino,
que no
montan en gran cólera
ni se
escucha el griterío
si su mujer
va con otro.
RODOLFO
(molesto)-. ¡Pues yo digo que es indigno!
¡¡A mi
mujer defendiera
si yo fuera
campesino,
que no es
mi mujer de nadie,
si es que
ella casó conmigo!!
Pero esa
gente no lucha
porque no
sabe, y estimo
que, si
supieran dar muerte,
nos
buscarían y, altivos,
reclamarían
honores
con enojos
y con gritos.
Que no es
hombre el que permite
que hagan
escarnio maldito
de su fama
y nombradía,
y, pues los
veis tan indignos,
no son más
los españoles
que en
aldeas y caminos
permiten
que los marqueses,
los condes
y señoritos
emputezcan
a sus damas.
DON MARCOS
(risueño)-. ¿No lo hacéis vos?
RODOLFO
(alegre)-. Yo lo admito:
quiero a
todas las mujeres,
amo ese
brillo maldito
que me
obliga a conquistarlas,
pues ellas
son ese vino
que quiere
beber el alma,
que pide
acaso el espíritu
que sueña
con los amores
y la
aventura.
DON
MARCOS
(seguro)-.
¡¡Os
digo
que
es
cierto
ese
comentario!!
RODOLFO
(altivo)-. Y porque mi espada estimo
mejor que
la de la gente
del campo,
soy atrevido,
que les
robo a las mujeres,
como los
nobles el trigo,
a las
gentes más humildes,
a los
pobres campesinos,
me da igual
si es en España,
si es en
París o en Urbino,
que tiene
duque famoso
y es
extenso señorío.
2014 © José Ramón
Muñiz Álvarez
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