jueves, 6 de noviembre de 2014

Teatro


José Ramón Muñiz Álvarez
JORNADA PRIMERA DE “EL CABALLERO VENCIDO O EL
AMOR QUE NO SE ENTREGA
(breve representación
dramática)

ESCENA PRIMERA:
Los mendigos Panduro y Longaniza conversan con un mesonero.

PANDURO-. Más quiero beber buen vino
y quedarme sin yantar
que tener que lamentar
las miserias del destino.
LONGANIZA-. Y es tan pobre y tan mezquino
el carecer de abundancia,
que regala la inconstancia
a quien vive en la pobreza,
envidiando la riqueza
de quien goza la abundancia.

PANDURO-. Nadie diga que, de paso,
la pobreza haga mejor
al sirviente que al señor,
siendo el comer tan escaso.
Yo, que sin nada me abraso,
quiero más tener dinero.
LONGANIZA-. Da el dinero mucho fuero
y permite presunción
a quien quiere distinción,
que lo admira el mundo entero.

PANDURO-. Quién tuviera un buen chorizo,
un poco de miga y queso,
regalándose a ese exceso
que parece un raro hechizo.
LONGANIZA-. Si la boca se deshizo
el placer como en un sueño,
diré que es comer empeño
de quien no tiene comida.
PANDURO-. No está la mesa servida
para quien de nada es dueño.

MESONERO-. Malos tiempos son, no hay duda,
que la gente se lamenta,
y todo el mundo hace cuenta
de que a nadie se le ayuda.
PANDURO-. La verdad dices desnuda,
que no hay ya, para el mendigo
ni pan ni bondad ni abrigo
en el mundo despiadado.
MESONERO-. En este mundo malvado
solo el dinero es amigo.

Pero siempre los señores
quieren, con sus desvaríos,
confundir los amoríos
con los secretos sabores.
LONGANIZA-. ¿No será que los amores
tienen su pecho vencido?
Porque el seso le ha absorbido
a los reyes el tirano
que, siendo dios, es mundano,
porque se llama Cupido.

LONGANIZA-. Nunca habrán de descansar
en pasiones y amoríos
los que ostentan señoríos,
que todo son suspirar.
PANDURO-. Son, en el arte de amar,
de terrible pesadez,
pues, si escuchamos, no hay vez
que no se sienta el lamento
de tan alto pensamiento
que ostentan en su altivez.

LONGANIZA-. Siempre están enamorados
y disgustados están,
y es que no les falta el pan
a estos nobles embobados.
PANDURO-. Estómagos bien cebados
es lo que son, que el amor
en ellos brota mejor
que el buen árbol en buen suelo,
por eso su desconsuelo
publican y su dolor.

LONGANIZA-. Pero yo me cambiaría
por esa gente de fuero,
malgastando mi dinero
y hablando con bizarría.
PANDURO-. Una hogaza compraría
y querría vino y queso
más que el amor cuyo beso
se promete con enfado,
pues estoy desesperado
y en el hambre vivo preso.

LONGANIZA-. Es el amor solo un lujo
para el que dineros tiene,
y es poco firme si viene
como se va todo embrujo.
PANDURO-. Solo el amor los condujo
a tan rara situación,
que, enamorado, un barón
gasta todo su dinero,
mientras acaso yo espero,
por muy poco, un buen jamón.

LONGANIZA-. ¿Un jamón? ¡Quién lo tuviera!
¡Y es el jamón buena cosa,
si en la despensa reposa
y el grato momento espera…!
MENDIGO-. Por un jamón yo muriera,
pues que vivo sin abrigo
de ser tan solo un mendigo
que carece de riqueza.
PANDURO-. Mas si el amor da nobleza,
bien será ser su testigo.

MESONERO-. Quejas y quejas no en vano
he de escuchar cada día,
que, con gran melancolía,
me levanto yo temprano.
Que no gasta un soberano
esta terrible clientela:
no gasta, me desconsuela,
acaso tal vez me irrita.
PANDURO-. Anda la bolsa marchita.
LONGANIZA-. Acaso el dinero vuela.

Porque suele el vil metal
ir y venir con la suerte,
si pocas veces se advierte
su sonido celestial.
MESONERO-. Esta mansión infernal
sin dineros se sostiene,
pues es un mesón que tiene
la paciencia del buen dueño,
que es mantenerlo su empeño,
aunque la ruina previene.

LONGANIZA-. Y la tripa se confiesa,
según la necesidad,
que mucha es la mezquindad
que el hambre en el triste apresa.
MESONERO-. Pues ha de ser gran empresa
al hambre poner en fuga.
PANDURO-. Es miseria que madruga
y, al romper del nuevo día,
corre con la brisa fría
que nos hiela la pechuga.

MESONERO-. Pero un tiempo conocí
en que las gentes honradas,
menos apesadumbradas,
solían venir aquí:
por solo un maravedí,
que presto os lo contaré,
mucho dinero gané
vendiendo el mejor cordero.
Pero ahora tan solo espero,
y no sé qué venderé.

LONGANIZA-. Sin dinero en los bolsillos
poco se puede comprar,
que el dinero ha de gastar
quien conserva sus castillos.
MESONERO-. No se venden los membrillos
ni el escabeche tampoco,
y me vuelvo a veces loco
si no sale bien la cuenta.
LONGANIZA-. Hoy la gente se alimenta,
mas se alimenta con poco.
ESCENA SEGUNDA:
Llega un caballero con su escudero, y son recibidos con todos los honores por el dueño.

MESONERO-. Pasad, gentiles señores,
pues es este mi castillo,
aunque lugar tan sencillo,
lugar de finos olores.
Hay aquí buenos licores,
tengo yo el mejor asado,
y es el cabrito un bocado
que más gusto le da al vino,
que, entre lo rancio y mezquino,
deja el cuerpo reparado.

CABALLERO-. Queremos del vino bueno,
si es que es fino al paladar,
por si puede consolar
el amor y su veneno.
MESONERO-. Un jarrón os traeré bueno,
y el queso acompañará
a otro jarrón que vendrá
cuando acabéis la bebida,
que deja el alma encendida
el vino que se os traerá.

ESCUDERO-. ¿Será menester, señor,
probar acaso el asado,
si lo tienen preparado,
para aguantar el licor?
CABALLERO-. Preciso será el favor
para olvidar la tristeza
que le imprime a la nobleza
este triste mal de amores.
MESONERO-. Serán buenos los licores
para curar la aspereza.

CABALLERO-. Dice bien el mesonero,
que partida traigo el alma,
que me abandona la calma
y de rigores me muero.
ESCUDERO-. Pues sois noble caballero,
mejor es que, comedido,
habléis bajo, pues sentido
sois por la gente plebeya.
CABALLERO-. Pensar solo quiero en ella,
que tal es mi cometido.

MESONERO-. Tenemos, señor, también,
una buena longaniza,
y, si el paladar hechiza,
sabréis vos decir amén.
CABALLERO-. Pues que la traigan también,
por curar esos dolores
que deja ese mal de amores
que maltrata a mi señor,
que no es bueno ese dolor
sino ahogado en los licores.
Mientras sigue el diálogo entre el caballero y el escudero, el mesonero trae los manjares.

CABALLERO-. Nombrar puedo, sin temores,
encendido y sin aliento,
ese mar de sentimiento
que ha encendido mis amores,
porque cobra en mil dolores
el desdén de su mirada
lo que el alma enamorada
regalarle quiso al día,
pues es ya la dicha mía
confundirla a la alborada.

Que no hay mayores hechizos
que los que sabe tejer
en un rostro de mujer,
entre hielos y granizos.
Y hay paisajes invernizos
en la piel, de cuya nieve
diré que no es nunca breve
el tono suave y rosado
que me tiene enamorado
y a cautivarme se atreve.

Mira el sol en sus espejos
esa belleza encendida
por el divino esculpida,
entre brillos y bermejos;
pues hizo de sus reflejos
la singular hermosura
que da luz a su figura,
que da lustre a su belleza,
si acaso el alba bosteza
y en sus miradas se apura.

ESCUDERO-. Es corriente en los señores
la tristeza repentina
que, de pronto, se adivina
si arremeten los amores.
Son corrientes los dolores
y es frecuente la tristeza,
que es tal la naturaleza
de los males del amor,
que, causando gran dolor,
hieren con tanta dureza.

Y es, mi señor, frecuente,
que, con tal melancolía,
pase las horas del día
quien tales amores siente.
Rara cosa amor consiente,
cuando se mira enojado
en el espejo callado
de su fuego y su furor,
porque, con ser tal amor,
es el ángel más malvado.

CABALLERO-. De modo que, malherido,
cansado de tanto enojo,
soy de sus sueños despojo,
caballero ya vencido.
Y, sin verme arrepentido
de sentir tamaño mal,
digo que es ella un cristal
en las alturas del cielo,
que es reflejo el arroyuelo
de su brillo celestial.

Y, pues no basta el reposo
que me arranca su capricho,
al repetir lo que he dicho,
siendo infeliz, soy gozoso,
porque el sueño perezoso
que despierta la mañana
ve la pena soberana
que, abrasándome la vida,
hace que brille encendida
la llama de amor lozana.

Que si es este raro embrujo
al que sometido vivo,
acepto el amor esquivo
que al tormento me condujo.
Que si este mal me produjo,
quiero yo pasar sus males,
pues son glorias celestiales
los lamentos de amoríos
que, como el invierno fríos,
hacen las nieves iguales.

ESCUDERO-. Y, pues es mujer tan bella,
vos jamás debéis burlar
con quien, hablando de amar,
alarde da a su querella.
En el ánimo hará mella,
con sus tristes alfileres,
si es que busca los placeres
para tan solo un momento,
siendo bajo sentimiento
el de baratos quereres.

Y, teniendo dignidad,
abolengo y nombradía,
bien está mostrarse fría,
aunque digáis vos verdad.
Que el amor es liviandad
en un embrujo mezquino,
y vos sabéis el camino
que espera a quien hace mal,
si es la miel en el panal
tentación y desatino.

CABALLERO-. Y, lirio de la abundancia
que se ofrece en esta sierra,
ella es luz, es mar, es tierra,
brisa de dulce fragancia.
Porque tal exuberancia
me hace ver lo que no existe
cuando el desánimo asiste,
cuando se torna en desvelo,
cuando un mar de desconsuelo
llora el mar que lo resiste.

Es ella el arroyo claro
que, cruzando la floresta,
esta lanzada me asesta,
sin piedad y sin reparo,
pues es el amor avaro
y desdichado me quiere,
porque con razón prefiere
herirme en su sinrazón,
que maltrata al corazón
ese amor cuando lo hiere.

Y, pues que así soy lamento
de este mal que me atormenta,
quiero morir en la cuenta
del amor y el sufrimiento,
que, sabiendo lo que cuento,
digo consuelo tener
por amor de una mujer
que, verdugo de mi vida,
quiere en su llama encendida
ver mi pecho perecer.

ESCUDERO-. No comprendo, mi señor,
esa pasión encendida
que amarga tanto la vida
de quien sirve al triste amor.
CABALLERO-. Es el amor un favor
y una virtud desusada
que hace más alta a la amada
y al amante desdichado.
ESCUDERO-. Pues dejad ese mandado,
que es servidumbre malvada.

CABALLERO-. ¡Quién la pudiera dejar!
Pero el amor encendido
roba, como hace el bandido,
hasta el don de razonar.
ESCUDERO-. Rara cosa es alabar
sentimientos tan mezquinos,
porque tortuosos caminos
hace seguir el amor,
pues que premia con dolor
a extranjeros y vecinos.

CABALLERO-. Es costumbre en la nobleza
llorar del amor castigos,
pues del amor son testigos
el valor y la firmeza,
que, siempre con entereza,
habrás de ver al valiente,
que, si bien dice la gente,
que no es comprensible cosa,
es la pasión dolorosa
un afán que brota ardiente.

ESCUDERO-. Poco ha de ser el buen juicio
de quien quiere ser amante,
pues el llanto delirante
ha de acabar siendo vicio.
CABALLERO-. Mas ganancias da el oficio
del hombre vil, si es osado,
pues, entrándose a soldado,
combatiendo en cada guerra,
venciendo la suerte perra,
cierto dinero ha ganado.

Pero el amor es debate
que se libra por placer,
que alabar a una mujer
es siempre el mejor combate.
ESCUDERO-. ¿Y no importa que desate
la pasión mayor crueldad,
causando infelicidad
en quien llora su ternura?
Pues, si el amor nos apura,
apura con su maldad.

ESCUDERO-. Pues es hablar del amor
hablar de mala amargura,
porque en el ánimo apura
su inocencia y su dolor,
que mal parece el favor
del amor a los amantes
que se tornan inconstantes
y quejosos de la vida,
porque la luz encendida
dura solo unos instantes.

Por eso os diré, señor,
que es el amor engañoso
para quien vive quejoso
de su luz y su favor.
Pero es un hondo dolor
que no ofrece escapatoria.
PANDURO-. Puede morirse sin gloria
el que los amores siente,
el que callado consiente,
según dice ya la historia.
ESCENA TERCERA:
Entra el duque, que se sienta con el caballero:

DUQUE-. ¿Recordáis a vuestro amigo
de otras viejas correrías?
CABALLERO-. ¿Don Alonso de las Frías
y Fernández del Postigo?
DUQUE-. Que buscando buen abrigo
ha venido a dar con vos.
CABALLERO-. Pues es suerte, vive Dios,
que llegáis en hora justa.
DUQUE-. Cosa es que no me disgusta.
¡Juntos al fin ya los dos!

Referidme los amores,
pues sois hombre de amoríos,
y contadme vuestros líos,
vuestro mal, vuestros dolores.
CABALLERO-. Bebed vos de estos licores,
que, faltando a mi recato,
he de abordar el relato
con tristeza y pesar,
pues en el arte de amar
soy el mayor mentecato.

Y es que en amores me veo,
colmado de la desdicha,
que, pues me falta la dicha,
es más dichoso el deseo.
DUQUE-. Se advierte, según os veo,
que no estáis nada cambiado.
CABALLERO-. Un algo en mí se ha apagado
desde que siento este amor,
pues ella, como una flor,
con su luz me ha cautivado.

DUQUE-. Vamos, por Dios, y contad
sus hermosas maravillas
en las pupilas sencillas
de su beldad.
CABALLERO-. La verdad,
es ella la claridad
que se agota con el día,
y es la luz, la brisa fría
cuando empieza a amanecer.
DUQUE-. Debe ser bella mujer.
CABALLERO-. Es tal vez melancolía:

Que, cuando advierto su boca,
sus ojos y mi mirada,
siente el alma apasionada
que con su aliento me toca.
Y con ello me provoca,
porque son mis pensamientos,
al admirarla, violentos
y, anhelo de paz tal vez,
pierdo yo la sensatez
entre raros aspavientos.

LONGANIZA-. Siempre las penas de amores
y su tremendo descaro
venden el oro más caro
si más lucen sus colores,
que, entre terribles dolores,
sienten la pena que sienten
los que pasiones consienten
que pueden robar al alma
la dulzura de la calma
que en sus razones desmienten.

PANDURO-. Eso es así, sí lo digo,
porque es fuerza inspiradora
la voz de quien enamora,
si del amor es testigo.
Mas acaso en el ombligo
otro amor a mí me obliga,
porque puede la fatiga
del hambre volverse amor.
MESONERO-. Puedes decirlo mejor:
es amor a la barriga:

mas, si al cabo, enamorado,
al amor me he de rendir,
solo quiero yo pedir
que se torne en un bocado.
Y da igual que sea pescado
o acaso buena morcilla,
si del amor a la orilla,
viene feliz el hechizo
que me sirve un buen chorizo
sin negarme la tortilla.

Que tres días sin comer
acaso es pasarlo mal,
y parece celestial
yantar bien y bien beber,
que, si es un grato querer,
esa es buena cortesía,
pues que pide pan del día
la salud con medio diente.
PANDURO-. Eres caro pretendiente.
MESONERO-. Barato soy a porfía.

LONGANIZA-. Estos nobles impacientes,
con penurias y locuras,
callan ya sus sepulturas
en sus amores ardientes.
MESONERO-. Yo me burlo de las frentes
que, mostrando su firmeza,
rinden su cara nobleza
a ese ciego desmentido
al que llamaron Cupido
y los trata con dureza.

CABALLERO-. Pide la alcurnia el amor,
y es el amor doloroso
para quien ve, quejumbroso,
cómo quiebra su favor.
Sabe causar gran dolor,
ya que el dolor nace en él,
y quiere, con ser tan cruel,
con su aljaba y con sus flechas,
que se canten las endechas
con el sabor de la miel.

DUQUE-. Pide el amor que se quiera,
quiere el querer solamente,
y es sentimiento vehemente
que a quien ama desespera.
Poco importa que me hiera,
pues como siervo soy fiel.
si quiere con ser tan cruel,
con su aljaba y con sus flechas,
que se canten las endechas
con el sabor de la miel.

CABALLERO-. Y, pues se dice sincero,
quiere el ánimo callado,
en sus manos maltratado,
ser del amor prisionero.
Y cuanto me desespero
al morir en su vergel,
si es que el amor, al ser cruel,
con su aljaba y con sus flechas,
que se canten las endechas
quiere y que sepan a miel.

DUQUE-. Que llora siempre el amor
el mozo en su mocedad,
porque lo pide la edad,
que se rinde a su valor.
Y, pues se apresta el dolor
en el pecho del doncel,
quiere el amor, pues es cruel,
con su aljaba y con sus flechas,
que se canten las endechas
con el sabor de la miel.

CABALLERO-. Que hace dichosa la suerte
del que quiere, desdichado,
siendo esclavo de su estado,
confundir la vida en muerte.
No será raro que acierte
a encontrarlo siempre cruel
al amor que quiere, cruel,
con su aljaba y con sus flechas,
que se canten las endechas
con el sabor de la miel.
El mesonero sirve más vino en la mesa donde están sentados el duque, el caballero y el escudero.

ESCUDERO-. Bebamos sin más reparos
y gocemos del cabrito.
CABALLERO-. Un dolor que no está escrito
son los dolores avaros:
vinos baratos ni caros
no me pueden hacer bien.
DUQUE-. Refrescará vuestra sien
el dulce sabor del vino
cuyo sabor peregrino
las horas alegres ven.

CABALLERO-. Triste estaré donde vaya,
penando mi soledad,
que es el amor en verdad
un sufrimiento canalla.
ESCUDERO-. Es el lugar donde se halla
más solaz y regocijo
ese que el vino bendijo,
jarra a jarra, con sabor,
que las penas del amor
muchas veces las desdijo.

DUQUE-. Pero las preocupaciones
de los amores tempranos
parecen ser más livianos
y menores sus tensiones,
que, dejando estos salones,
la calma se encuentra, creo,
en el solaz del paseo
y en el dulce caminar
por las orillas del mar,
que alivio son del deseo.

Es caminar conveniente,
y buena es la distracción,
que, fuera de este mesón,
vuela la brisa corriente,
que refresca a quien, ardiente,
pierde sus buenos esmeros
con absurdos quebraderos
de cabeza, cuando a fe,
de los amores bien sé
que son harto traicioneros.

CABALLERO-. Bien me vendrá caminar
por campiñas y arboledas,
por las secretas veredas
y las orillas del mar.
Y mi escudero, a la par,
será buena compañía
cuando avisa el mediodía
su luz, su magia y su fuego,
porque, si el amor es ciego,
también es melancolía.
ESCENA CUARTA:
Entra una hermosísima dama, acompañada por sus sirvientas. Al ver a la dama, caballero y duque desmuestran su admiración:

CABALLERO-. Nunca vi tanta belleza
en la luz de una mirada,
cuya gracia celebrada
arde con clara pureza.
DUQUE-. Mira acaso con dureza
esa luz cuyo mirar
es un dulce despertar,
malherido de tal suerte
que, si el amor es la muerte,
puede mirar y matar.

CABALLERO-. Y no es mucho en todo caso
que al ver tan bello principio
se asemeje a precipicio
al que firme sigue el paso.
DUQUE-. Muerte puede, si no ocaso,
ser destino al brillar,
si es un dulce despertar,
malherido de tal suerte
que, si el amor es la muerte,
puede mirar y matar.

CABALLERO-. Y, si vivo me confieso
después de hacer tal mirado,
¿no es vivir enamorado
el que me inspira travieso?
DUQUE-. Rayo de luz, claro exceso
que sospecha un palpitar,
es un dulce despertar,
malherido de tal suerte
que, si el amor es la muerte,
puede mirar y matar.

CABALLERO-. Pero si acaso es la muerte
para el alma una promesa,
bella la vida confiesa
este amor por mayor suerte.
DUQUE-. Es este el bastión más fuerte
que nadie pudo tomar,
pues es dulce despertar,
malherido de tal suerte
que, si el amor es la muerte,
puede mirar y matar.

CABALLERO-. Que, derrotado y vencido,
en sueños duerme la calma,
y, en presencia de tal alma,
se siente el amor perdido.
DUQUE-. Por eso yo, malherido,
quiero mi espada entregar,
que es un dulce despertar,
malherido de tal suerte
que, si el amor es la muerte,
puede mirar y matar.

ESCUDERO-. ¿Otra vez enamorado
he encontrado a mi señor?
Pues es siervo del amor,
no puedo verme asombrado.
Raro es Cupido y malvado
con los siervos que le siguen,
pues los desdenes consiguen
sacar de sí al más valiente,
y así comenta la gente
los rumores que se siguen.

LONGANIZA-. Si tal belleza se viese
como el chorizo en la mesa,
en mi tripa hiciera presa
y enamorado me hiciese.
PANDURO-. Pues deja que te confiese
que a falta de un triste huevo,
siento que a su pecho llevo
ese pan endurecido
en el que un diente he perdido,
porque a morderlo me atrevo.

ESCUDERO-. No siempre se ven doncellas
con ese cuerpo serrano
ni en el monte ni e el llano
con las miradas tan bellas.
MESONERO-. No diré que son plebeyas
esas tan claras miradas,
pues, entre honestas y avaras,
encienden tal calentura
que es mejor llamar al cura,
para decirlo a las claras.

DAMA-. ¿Quiere el alma enamorada
servir a la luz del día
ese cariño que ansía
con la luz de la alborada?
SIRVIENTA 1-. Pero, como la nevada
que desciende en el albor,
prende con gana el amor,
que, con ser tan inconstante,
infeliz hace al amante
con su astucia y su rigor.

SIRVIENTA 2-. Y, siendo el amor tan cruel,
ha de quedar comprendido
que el amante está perdido
ya con solo serle fiel.
SIRVIENTA 1-. Que, ofreciendo amarga hiel,
Corre por sendas oscuras,
que el amor trae desventuras
disfrazadas de alegría,
y no quiere el alma mía
engañosas hermosuras.

SIRVIENTA 1-. Y al maldecir los amores
que se encienden en el pecho,
sabe ser hondo despecho
quien escapa a sus dolores.
SIRVIENTA 2-. Si los dulces ruiseñores
lo pregonan dadivoso,
es el amor engañoso
al prometer su esperanza,
pues se enreda en una danza
y gira y gira gozoso.

SIRVIENTA 1-. Y, porque es siempre traidor,
promete lo que no da,
que, como vino, se va,
negando, al fin, su favor.
SIRVIENTA 2-. Que, siendo grande el dolor
y terrible la impaciencia,
produce la decadencia
de quien le sirve, confiado,
para, luego, desdichado,
advertirle su imprudencia.

SIRVIENTA 1-. Porque, al tiempo que suspira
sus suspiros delirantes,
engañando a los amantes,
los enreda en su mentira.
SIRVIENTA 2-. Si alma infeliz se admira,
a pesar de su despecho.
Pero, si prende en el pecho
del alma que enamorada
es llevada a su morada,
saca todo su provecho.

SIRVIENTA 1-. Y así es sabio renegar
de amoríos imprudentes
si es que se vuelven ardientes
las pasiones, al amar.
SIRVIENTA 2-. Que, si es su palacio un mar
que se enciende con coraje,
Será buen aprendizaje
alejarse de ese ciego
que no cesa en ese juego
que nos llena de coraje.

SIRVIENTA 1-. Y no hay hombre que sea bueno
ni hay amor sin mezquindades,
que da más felicidades
no hundirse más en el cieno.
SIRVIENTA 2-. Es el amor un veneno
que se ofrece a las mujeres,
y, si busca los placeres
para tan solo un momento,
es un bajo sentimiento
y son baratos quereres.

SIRVIENTA 1-. No faltará la osadía
en tan noble caballero,
si de amor con ese esmero
habla siempre cada día.
SIRVIENTA 2-. Demostrar su bizarría,
querrá, si bebe su vino.
Y es sentimiento dañino
lo que ofrece en el amor
en engañoso favor,
si ha de tornarse mezquino.

SIRVIENTA 1-. Y este consejo, señora,
merece ser escuchado,
porque suele almibarado
ser el engaño a deshora.
SIRVIENTA 2-. Y es que nunca se demora
quien arriesga su linaje.
Total que de su mensaje
no he de creer la mitad,
y mostraré la frialdad
no contestando a su paje.

SIRVIENTA 1-. Que el mezquino caballero
que dice que os ama tanto
pudiera causar espanto
incluso siendo sincero.
SIRVIENTA 1-. Pues es el amor artero
con los blandos corazones
en que hiende sus arpones,
si no son terribles flechas
con que inspira las endechas
con que trama sus traiciones.

SIRVIENTA 1-. Y, siendo así de mundano,
más es prudente no amar
y alejarse de ese mar
que destroza el pecho sano.
SIRVIENTA 2-. Que el instinto más lozano
huye ya del lisonjero,
cuando, atrevido, primero,
manda cartas tan osadas
sobre bellas alboradas
para, al fin, no ser sincero.

DAMA-. Ya que muestran cortesía
y lucen finas razones
los ilustres infanzones,
les diréis la pena mía.
SIRVIENTA 1-. Con la primera del día,
cuando rayaba la aurora,
un accidente a deshora
interrumpió nuestro viaje,
que atrás queda el equipaje
de nuestra noble señora.

SIRVIENTA 2-. La rueda del carromato
en que viaja esta alta dama
se quebró cuando la llama
nació del sol con recato.
SIRVIENTA 1-. Este hospedaje barato
no es digno de tal mujer,
y así es justo pretender
que le brindéis por posada
lo que tengáis por morada.
CABALLERO-. Es todo mandar y hacer:

Será en mi casa invitada,
que, obedenciendo al embrujo,
no habrá de faltarle lujo
a dama tan ilustrada.
DUQUE-. Una mujer tan nombrada,
de raros ojos hermosos,
cuyos cabellos gloriosos
iluminan el espacio,
ha de habitar mi palacio.
DAMA-. Son los dos muy generosos.

SIRVIENTA 2-. Mas también vendría bien
que se mande a un mozo presto,
porque, aparte de lo puesto,
tiene en ropa un almacén.
DUQUE-. Vendrá a mi casa y también
gozará mi compañía,
que es la gentil cortesía
para una dama tan bella.
CABALLERO-. A tan hermosa centella
le ofrezco la casa mía.

DAMA-. Tampoco, señores, quiero
que se dé por ofendido
quien su casa me ha ofrecido,
mas un palacio prefiero.
DUQUE-. Corre el aire más ligero
en mis callados jardines,
pues hermosos querubines
saben bien que cada flor
habla a la tarde al amor
entre los tiernos jazmines.

SIRVIENTA 1-. Tal es la mejor oferta,
como se debe juzgar.
CABALLERO-. Puedo acaso protestar.
SIRVIENTA 2-. Es una ocasión incierta.
CABALLERO-. Yo tengo jardín y huerta
que ofrece frutos divinos.
DUQUE-. Son arrabales mezquinos
donde todo es amargura.
CABALLERO-. Más fresca es la brisa pura
y más dulces son los vinos.

DUQUE-. Venid, señora, a mi casa,
que no faltará la leña,
y en ella seréis la dueña,
que no falta en ella brasa.
DAMA-. No será jamás escasa
la bondad acogedora
que un palacio me atesora
y una mansión me regala.
DUQUE-. Tendréis el lujo y la gala
Hasta llegada la aurora.

CABALLERO-. Acaso, señora, quiero,
siendo un hombre sin fortuna,
ofreceros sol y luna
como digno caballero.
Es mucho bien el que espero,
que quiero la compasión
de ese blando corazón
que arrebata, con belleza,
esa mañana que empieza
a alumbrar mi corazón.

Pues acaso los amores
encendieron un deseo
en las estrellas que veo
siempre con claros fulgores.
Porque son como las flores
que revelan un destino
que, al ofrecerse divino,
entre penas inconstantes,
bendecir a los amantes
sabe bien.
DAMA-. ¡Eso es mezquino!

DUQUE-. Misterioso es el amor
que promete tanto goce
para quien no lo conoce
y se evita su rigor.
Porque es muestra de valor
una actitud tan osada,
que a mujer tan elevada
no se le puede decir
que se haya de decidir
de manera arrebatada.

PANDURO-. Pues parece una locura
perder el tiempo en amores,
que están locos los señores
con alma tan clara y pura.
LONGANIZA-. Tal vez el juicio se apura
por esas cenas golosas
a pasiones perniciosas
y pervierten el lenguaje
con ese mal, ese ultraje
de usar palabras hermosas.

TELÓN

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

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