jueves, 6 de noviembre de 2014

Teatro


José Ramón Muñiz Álvarez
JORNADA CUARTA DE “EL CABALLERO VENCIDO O EL
AMOR QUE NO SE ENTREGA
(breve representación
dramática)

ESCENA PRIMERA:

La dama, acompañada de sus damas, dialoga con el duque al amor de la lumbre de la chimenea del palacio del duque.

DUQUE-. Pues es el vino hablador,
pues que lo es en demasía,
hablar hace en pleno día
de las galas del amor.
DAMA-. El vino, dulce licor
que del alma se apodera.
DUQUE-. El amor, la rara espera
que en tristeza se convierte,
porque el amor es la muerte
si en el desdén desespera.

Siglos de gran amargura,
con acento quejumbroso,
en su aliento poderoso
supieron la sepultura.
Porque con ansias apura,
ese dolor, si es destino,
que no existe otro camino
ni, en la senda de la vida,
es posible otra salida
que ese desierto mezquino.

DAMA-. Y el rey llora en su aposento,
en el lecho, con tristeza,
viendo que ya la realeza
pierde al paso de un momento.
Nadie mira con contento
el lugar donde se sienta.
DUQUE-. Y el príncipe se lamenta
viendo el destino cercano,
porque hasta el amor lozano
de su esperanza se ausenta.

SIRVIENTA 1-. Y se queja el caballero,
que, a pesar de su nobleza,
cuando a la vida bosteza,
sabe el suspiro postrero.
SIRVIENTA 2-. Y contempla el escudero,
cuando, próxima, la advierte,
esa desdicha tan fuerte
que es amar y no tener
ese beso de mujer
que hasta el alma deja inerte.

SIRVIENTA 1-. Y, pues arden en el fuego
la edad y la blanca leña,
sabe bien quién es la dueña
de su futuro el labriego.
SIRVIENTA 2-. Que sabe que vendrá luego,
prometiendo la dulzura.
DUQUE-. Tuvo mayor hermosura
la luz que, con lozanía,
los ventanales abría
de la mirada que apura.

Y, al recordar la belleza
que le diera más ornato,
el tiempo fugaz e ingrato
le dio su amarga certeza.
Y, en la mezquina maleza
ya la luz de la mañana,
si otras veces la halló ufana,
no la admiró ya tan bella.
DAMA-. Tal vez la belleza en ella
era una llama temprana.

DUQUE-. Es el tiempo traicionero
con los que, simples mortales, 
ven las horas desiguales
escapar en el sendero.
Y el destino es duro acero,
si tal destino depara,
que corre el tiempo y no para
cuando busca la salida
del camino de la vida,
sabiendo la edad avara.

Por eso es amar, señora,
la severa prioridad
que se suplica a la edad
cuando amanece la aurora.
DAMA-. Si la dicha se demora
y la belleza marchita,
jamás la virtud irrita
cuando pura se derrama.
DUQUE-. Sois honesta y casta dama.
DAMA-. Y vos un galán que incita.

SIRVIENTA 2-. Muestra la muerte, contenta,
su poder, con gran alarde,
que al valiente y al cobarde
sabe enfrentar en la afrenta.
SIRVIENTA 1-. Y, si el que fugarse intenta
ve su rostro descarnado,
en el silencio callado
que nos arranca al vacío,
nos conduce al señorío
de su triste principado.

SIRVIENTA 2-. Porque loca es la imprudencia
de olvidar que en el camino
asalta al que, peregrino,
temblar suele en su presencia.
SIRVIENTA 2-. Falta siempre de inocencia,
Viste raros antifaces.
Y es que sus mañas audaces
cuele mostrar, siendo fuerte,
con arrogancia, la muerte
que desnuda sus disfraces.

DUQUE-. Por eso digo, y no en vano,
que aprovechar el calor
que nos ofrece el amor
es lo más justo en verano.
Y es el momento temprano
de la aurora de la vida
el verano que convida
a gozar sus sentimientos.
Todo han de ser desalientos
en la invernada dormida.

Que la muerte la riqueza
del poderoso en su gloria,
da al olvido su memoria,
y del pobre en su pobreza.
SIRVIENTA 2-. Pues, si el rigor es dureza
en esa triste guadaña,
sabed que siempre nos daña,
si se acerca, sigilosa,
cuando pronuncia quejosa
la palabra que no engaña.

Que, con las manos heladas
y el granizo en el aliento,
siempre es risueño el acento
de sus palabras calladas.
Y, a regiones apartadas
en ese reino olvidado,
con un silencio callado
que nos arranca al vacío,
nos conduce al señorío
de su triste principado.

DUQUE-. Pero hablemos de alegrías
para animar la velada,
porque un alma cultivada
no quiere melancolías.
DAMA-. Son extrañas cortesías
las que piden estas cosas,
que hablar de cosas hermosas
para raudo seducir
es como acaso pedir
exquisiteces golosas.

Que, agradecida, señor,
de tan caro alojamiento,
del portentoso sustento,
niego si acaso el amor.
DUQUE-. No me hacéis un gran honor
en tanto que mi apetito
se queda en un rostro escrito
que es el vuestro, y lo diré.
DAMA-. Pues sois atrevido y sé
que eso es pecado y delito.

DUQUE-. Son, como el más generoso,
los placeres del amante,
cuando, capricho inconstante,
hacen perder el reposo.
SIRVIENTA 1-. No se engañe el que, gozoso,
sienta el amor en su ser:
Pues promesas de placer
son las que ofrece Cupido
para, tras haber mentido,
sus pasiones encender.

Que promesas y maldades
son lo que engendra el amor,
cuando, con tanto dolor,
esconde sus caridades.
DUQUE-. Muchas son sus mezquindades
Que han ahogado mi respiro.
Por esa razón suspiro,
por esa razón me quejo,
y, siendo joven, es viejo
el amor en que deliro.

Y justo es que así lo diga
el que en la bodega sueña
y en hallar vino se empeña
que deshaga su fatiga.
Pues a esta maldad obliga
el amor, si es pendenciero,
que he de aliviarme, si quiero,
con las glorias del licor,
porque su dulce sabor
el alma llena de esmero.

ESCENA SEGUNDA:

El duque se retira a sus aposentos, algo mohíno, mientras la dama y sus sirvientas se quedan al fuego.

DAMA-. Pudo, encendido y valiente,
pues era tal su querer,
ver en llanto aquel placer
que tornado se ha doliente.
SIRVIENTA 1-. Lo llaman amor ausente,
mas yo digo sinrazón,
que, sin saber la razón
de ese mal que lo retiene,
de nuevo al llanto se viene,
destrozado el corazón.

SIRVIENTA 2-. Pues la gran sabiduría
de los sabios, en verdad,
dice que es enfermedad,
si con calores se enfría.
DAMA-. Roba al alma la alegría
y la torna en desazón.
que, sin saber la razón
de ese mal que lo retiene,
de nuevo al llanto se viene,
destrozado el corazón.

Y, pues hace gran alarde
del poder del que es señor,
maldecir quiero el amor,
y a Dios pido que me guarde.
Bien diréis que soy cobarde,
pero no será objeción,
que, sin saber la razón
de ese mal que lo retiene,
de nuevo al llanto se viene,
destrozado el corazón.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

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