sábado, 18 de agosto de 2012

ODA A CHILE



CANTO A CHILE


El color de la alborada
que se enciende con el día
anuncia la brisa fría
que se agita alborotada.
Y es que, en el aire cuajada,
corre ya, con fino aliento,
como en las alas del viento,
ese Chile que despierta
y abre a la brisa su puerta
bajo un cielo ceniciento.

Y es que vienen los albores
con un viento mortecino
que, corriendo su camino,
ve lejanos resplandores.
También los trabajadores
ven esa aurora que nace,
que en el cielo se deshace
la madrugada vencida,
que, dando paso a la vida,
tiene así su desenlace.

Y es que llega la mañana
que saluda al arroyuelo
con la clara luz del cielo,
reflejada a hora temprana.
Mientras brilla soberana
con sus colores bermejos,
los arroyos son espejos
de sus llamas bulliciosas,
si en las ondas, caprichosas,
se hacen trémulos reflejos.

Y el sol consume su alarde
al cruzar el mediodía,
que ya la tarde se enfría
y su luz se hace cobarde.
Y la noche, tras la tarde,
alarde de su derroche,
sus mil estrellas por broche
muestra a la luna serena,
cuando la tierra chilena
halla el ocaso y la noche.

Y es la noche ese momento
en que la sombra se cruza
para escuchar la lechuza
en compañía del viento.
Y mira, en el firmamento,
con su brillo extraordinario,
en el callado escenario,
la luna que, con más gala,
su luz callada regala
al triste y al solitario.

2012 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Memorias de un exilio voluntario”
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario