lunes, 8 de junio de 2015

Tres sonetos fúnebres



José Ramón Muñiz Álvarez
“Tres sonetos fúnebres, dedicados a Pilar Muñiz
Muñiz”

Introducción:

            La vimos despertar a un sueño triste, distinto de la luz de la conciencia, buscando un cielo nuevo y apartado. Por eso siento lástima y recuerdo las horas que corrieron, los momentos que toman su sentido en la memoria. Pudiera imaginar esos paisajes vencidos por la mano del otoño, queriendo describir ese retrato, mas fue una primavera la asesina. Dejémosla al descanso de su sueño, dejémosla partir y que se vaya, buscando los islotes del descanso. La vida ha de acabarse para todos y no vive en el mundo ya su soplo, aquel aliento suave de su pecho. Queramos repetir solo su nombre con la emoción callada que se entorna y alcanza a repetir tiempos alegres.

Soneto I

            La nieve encontraréis donde era el día
península de fe que, a la alborada,
su risa pronunciaba alborotada
por ese beso dulce que se enfría:
            la brisa, que en el cielo se esparcía,
jugaba en el espacio, si, callada,
nacía con su beso entrelazada
la luz que en el paisaje se encendía.
            Fue siempre generosa como el cielo
que muestra con el sol esa belleza
que vive regalando sus auroras.
            Tal es esa razón que el desconsuelo
pretende, pues no es rara la tristeza
de quien halló el final de aquellas horas.

Soneto II

            Nos habla del recuerdo la nevada
que dice con tristeza su secreto,
pues bien vale pintar en un soneto
su luz, cuando refleja la alborada.
            Diré que su palabra recobrada
regresa a la memoria con respeto,
que suele cada verso ser un reto,
si sabe perseguir la llamarada.
            En él de su mirar busca el reflejo,
la llama del ingenio, la ocurrencia
que busca ese pasado ya perdido.
            Que sabe por Pilar el tiempo viejo
hablar donde no vive su presencia,
después de que ella es voz en el olvido.

Soneto III

            Y habrá de maldecir la primavera
la luz del sol que, en medio de la tarde,
se esconde sin valor, alma cobarde
que cede temeroso, aunque no quiera.
            Así se fue Pilar a dondequiera
que van, sin oropeles, sin alarde,
al cielo más insigne, si en él arde
la fe, su luz, acaso su quimera.
            Yo quiero presentarla en ese sueño
que dura en este pecho que, encendido,
no quiere regalarla a lo pasado.
            De su recuerdo siempre será dueño
el pecho que lo guarda, pues sentido
será el ayer que vive recordado.

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

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