jueves, 20 de junio de 2013

Luís García

I

Nos deja en sus lecciones su maestría
el genio que, imperioso, nos lo enseña,
si, llave del saber, hizo la seña
de toda su nobleza y de su hombría.
La roca ante su fuerza se hace fría
y tiembla ante la furia más pequeña
si acaso de volúmenes se adueña
el brazo sin temor de Luís García.
La forma dio el cincel a la escultura,
pues quiso el virtuosismo ser del arte
en la andadura un vuelo en el abismo.
La piedra fue cediendo, si era dura,
escudo de paciencia, un estandarte
de fuerza, de vigor y virtuosismo.

II

Los mármoles hirió en un gesto ardiente
quien supo, dominando la materia,
la empresa dominar siempre tan seria
en un oficio fuerte y exigente.
Y acaso es Luís García el más valiente,
que sangre es cuando brota de la arteria
la llama que el linaje de la Hesperia
unió a otro sol distinto, más luciente.
Sus obras son en piedra la poesía
que sabe el escultor tornar en verso,
acaso martillando con gran tino.
Y sabe darle fuerza, cada día,
con mucho sacrificio, que no es terso
el rostro del cansad0 campesino.

III

Un rostro es apacible el que nos mira,
cansado del trabajo que lo llena,
pues nunca en el trabajo halló la pena,
si no es esa fatiga que suspira.
El barro que trabaja ya se admira
en forma de escultura y cada vena
se advierte en la figura, siempre buena,
pues es la perfección cuando se inspira.
Su barba ya es cabello ceniciento,
que muestra en la vejez sabiduría
en ese gesto digno en su nobleza.
Mayor lo veis, mas lleno de contento,
que lucha con la piedra cada día
y gana en la batalla su pureza.


IV

La forma que tomaba la figura,
herida de la mano del artista,
pudisteis contemplar en mármol bello:
El brillo y los colores de la aurora
encienden la belleza que, asombrosa,
despierta la hermosura de la piedra.
Son siempre las más bellas emociones
que surgen contemplando algo perfecto
que nace del talento de quien sabe.
No todos han de hacer con esa roca,
o bien con esa arcilla ayer informe,
la magia que permite el privilegio:
saber ese saber es siempre un rango
acaso restringido a los que quieren
y no podrán jamás ser tan exactos.
No quiero que digáis que no hay valía
en esa fuerza sabia del trabajo
que es sabio, al cultivarse con nobleza.
La mano del artista hace perfecto
el barro destinado a ser informe
y puede doblegarlo a su capricho.
Un dios el escultor se hace si juega
a dar formas y brillos a las cosas
que acaso son tan solo una sustancia.
Y al fin la matemática se enciende
y juega con extrañas geometrías,
haciendo que las formas nazcan vírgenes.

V

Son años de paciencia y sacrificio
que entrega diariamente con nobleza
quien hace su trabajo con dureza
y quiere perfección en el oficio.
No vale ante el piedra nunca el vicio
ni el mal en quien comienza cada pieza
y sabe trabajar con fortaleza
la veta sin dejar de ella un indicio.
Un Miguel Ángel lleno de valores
que torna en armas bellas los cinceles
que hieren en los mármoles más duros.
Sus dedos son los más trabajadores
y baten tan rotundos como crueles,
los pórfidos domando más oscuros.

VI

No puede, en la pasión por la escultura,
dejar tanta afición el que, sincero,
en ella se debate con esmero
después de navegar su singladura.
Acaso la virtud pronto lo apura
y en el aprendizaje es tan austero
que puede entre los genios el primero,
si quiere, coronarse con holgura.
Tal vez es el volumen lo que el rayo
alcanza para darle sus colores
si el aire ve del alba su dibujo.
La aurora trota siempre en un caballo
que el oro eleva en mágicos fervores,
su forma definiendo con su embrujo.

VII

Medir supo con arte la poesía
el escultor veloz cuyos escritos
parecen esculpidos en granitos
que hiere su cincel con alegría.
Su pluma, calurosa, nunca fría,
valiente, pendenciera, sin delitos,
parece pronunciar su voz a gritos
y en gritos alcanzar la nombradía.
Es limpia la verdad cuando la explica
el genio que se muestra con talento
e imprime su coraje y lo defiende.
La fuerza a la escultura le dedica
el verso que corriendo escala el viento
febril que el alba fresca al fin enciende.

VIII

Mirad ese talento
que juega poderoso con las formas,
calladas en la nada, sumergidas
en ese sueño inerte de la nada:
en manos de los grandes
que saben su trabajo
las formas cobran vida nuevamente,
y vienen a enseñarnos su hermosura.
Primero fue el aliento,
tal vez al ver nacer la amanecida,
que quiso inspiración, que soñó un halo
de formas y siluetas en la nada.
Después vino el esfuerzo
del hombre que trabaja,
que lucha sudoroso con la roca
que tiene que ceder a su capricho.
Cincel en mano brilla
la voz de la paciencia que desgarra
en la batalla toda su bravura,
queriendo imprimir vida a cuanto crea.
Labrar la piedra es duro,
y, duro y sudoroso,
tal vez ese trabajo se prolonga
en la pujanza cruel que mira al obstinado
que no sabrá jamás desesperarse.

IX

No bastará a su firmeza,
siempre con ánimo lleno,
darle la forma a ese cieno
y a la piedra y su dureza.
Porque, siendo la franqueza
la que lo mira absorbido
en el barro removido
halla siempre el modelado
que para la forma fue hallado
y para el arte nacido.
Así es Luis, y, en su talento,
pues él ama la escultura,
se mezclará a su locura
todo el ímpetu del viento.
Sin dejar de dar cimiento
a su interior encendido,
en el barro removido
halla siempre el modelado
que para la forma fue hallado
y para el arte nacido.
Porque, si corre la vida
como un corcel apurado,
sin mostrarse acelerado,
la deja bien invertida.
Que quien anda esta partida
con un paso decidido
en el barro removido
halla siempre el modelado
que para la forma fue hallado
y para el arte nacido.

X

Más suave el vino vive en Herradores
y el vaso alegra, tinto en el casino,
cuando es silencio dulce y peregrino
que canta su latín en sus olores.
Lo admiten bien los buenos bebedores
que alegran ese diálogo cansino,
si con el mediodía, al beber vino,
se aburre el sol que nace a los albores.
Los vinos son silencio, la dulzura,
que, hablando de la vida, de sus cosas
endulza toda charla, si es sencilla.
El vino sabe a Soria y a alma pura,
sereno como el Duero, si es que, hermosas,
dan riego sus corrientes a la orilla. 

X

No ha de faltar la gloria a Luis García
si teje en escultura los valores
que educan a los nuevos escultores
que saben respetar su nombradía.
Su mano es la de artista cuando guía
al aprendiz, pues desde los albores,
sus clases, con los fríos y colores,
en Soria más tempranos son que el día.
Acaso si un artista está inspirado
y sabe de su oficio los secretos
merece todo honor en tierra esquiva:
diré de Luis que es él un hombre honrado
y autor de grandes obras y sonetos
que suma a la escultura que cultiva.

XI

En Soria lo hallaréis,
lugar donde camina pensativo,
haciendo de su oficio la enseñanza
y su pasión más alta la escultura.
Un alma de poesía 
esconde el pecho noble
de un hombre amable y bueno, pero firme,
que sabe ser vehemente, si hace falta.
Son suyas experiencias,
vivencias que nos dice, siempre humilde,
anécdotas que sabe y que recuerdan
a las de los más grandes de otro tiempo.
La barba encanecida
nos habla de los años 
de un hombre viejo y sabio que conoce 
el mundo tras la larga trayectoria.

XII

El mármol con su luz y su blancura
hablar puede al color que en el granizo
tejer supo la gloria del hechizo
que mágico el talento augusto apura.
Y sabe del cincel la línea pura
que marca, por la fuerza de su hechizo,
la mano diestra, si jamás deshizo
el rumbo que precisa su soltura.
En Luis está el artista, el enseñante,
la lírica que es voz de la escultura,
cincel que en versos firmes se conforma.
Fusión del arte he de decir constante
donde un talento puro se depura
si al mármol con su verso le da forma.

XIII

Mayor grandeza tuvo en su bravura
 el genio poderoso en Luis García,
que supo, con un halo de poesía,
dar vida y forma dar a la escultura.
Su mano es ante el barro tan segura
que brota el arte en él con alegría,
pues, gala a su talento cada día
conquista su trabajo si se apura.
Él hace la figura en mármol duro,
el barro hace poesía sin torpeza,
el alma imprime si la piedra hiere.
Y puede modelar el barro puro
quien toma su cincel y, con firmeza,
la dura piedra doma como quiere. 

XIV

Sus versos son hermosos como el cielo
que admira la labor más consagrada
que logra hallar la forma delicada
después de trabajar con mucho celo.
Más bello que los versos alzó el vuelo
aquel cincel de luz que la invernada
supuso al llegar tarde la alborada
que entre sus barbas supo escarcha y hielo.
Que el genio tiene al fin ese momento
que pide, cuando parte jubilado,
de rienda dar al mérito y talento.
Y queda Soria atrás y lo enseñado,
tres años de trabajo en un cimiento
que pudo contentar al alumnado.

XV

Atrás queda una parte de la vida
si debe jubilarse quien espera
hallar culminación en grandes obras.
Y sabe del trabajo y la paciencia
que piden las figuras cuando talla
la leña de sabino, que es hermosa.
Nacer de nuevo quieren sus anhelos
y en él veréis la risa de los niños
que enseñan a su madre sus dibujos.
Es esta la inocencia del artista
que parte ya, buscando nuevas metas
y corre hacia un destino diferente.
Dejando Soria, habrá otros escenarios
que admiren el trabajo consagrado
de un hombre que abandona ya esta nave.
Él es un compañero en el camino
que tuerce en esta misma encrucijada
dejando una amistad inolvidable.

XVI

El pórfido trabaja y el granito
quien sabe esculpir versos con dureza,
que puede repetirnos con “braveza”
si sabe de memoria cada escrito.
Oyendo su palabra la repito
al tiempo que el espíritu adereza
su luz y su coraje, fortaleza 
que torna esa palabra en nuevo grito. 
Que sabe el asumir en raudo reto
la luz de la grandeza que relumbra
si dice ante el asombro su poesía.
Y sueña a maravilla ese soneto
que sabe de la trilla y nos deslumbra
la luz que el alto ingenio roba al día.

XVII

En Luis es el ejemplo la grandeza
en esta tierra triste donde, oscura,
la lírica ilumina la escultura
y la escultura es rima y agudeza.
No puede hacerse nunca con torpeza
si acaso es estatuaria la figura,
si es rima la palabra en la locura
que sabe de su fuerza y aspereza.
Diré que todo en él sigue ese juego
que canta a su nobleza donde el día
nos habla de su espíritu animoso.
Mirad su sed de vino si es manchego,
mirad su amor al arte donde ardía
la llama de su espíritu fogoso.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

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