José
Ramón Muñiz Álvarez
“Diálogo
de Lorenzo y Ordoño” o “No es el amor sentimiento”
(Diálogo
amoroso entre donaire y galán para
solazar
estos tristes días de
invernada)
ORDOÑO-.
No es el amor sentimiento
que
nos mate con aviso,
que,
si viene de improviso,
ese
es gran atrevimiento.
LORENZO-.
A fe, mi señor, que siento
que
el amor os dé tal pena.
ORDOÑO-.
Pues, si al más noble envenena,
sabe
bien causar despecho,
porque,
si vive al acecho,
con
su maldad me enajena.
LORENZO-.
Con sus crueles fechorías,
quiere
herirnos el amor,
que
nos llena de dolor
y
de esperanzas vacías.
ORDOÑO-.
Al correr las horas frías,
me
hallo hundido en la tristeza.
LORENZO-.
Es un signo de nobleza
un
amor que se engalana
con
la tristeza temprana
del
que siente su dureza.
ORDOÑO-.
No es halagüeño mi estado,
pues
que me siento morir,
ya
que el pecho ha de sentir
este
peso desdichado.
LORENZO-.
Yo, mi señor, de otro lado,
digo
que siento el amor.
ORDOÑO-.
Es ese un flaco favor,
y
mal te quiere Cupido,
pues,
si no eres distinguido,
no
ha de dañarte el amor.
LORENZO-.
Pues que soy pobre en la villa,
quiere
el amor, con su hechizo,
que
me enamore un chorizo
y
me embruje una morcilla.
ORDOÑO-.
¿Y no es rara maravilla
esa
que dices sentir?
LORENZO-.
Mi vida es un sinvivir
a
costa de tanta hambruna
que
hace ocasión oportuna
tales
amores decir.
ORDOÑO-.
Pues no es el amor, amigo,
esa
pasión por la gula
que
el estómago estrangula
y
hace más grande el ombligo.
LORENZO-.
Como el pobre yo mendigo
por
amor y caridades.
ORDOÑO-.
No son buenas ansiedades
en
quien sirve un caballero
hablar
del amor primero
y
decir vulgaridades.
Y,
pues lo quiere el amor,
con
vivir en este estado,
me
confieso enamorado,
sometido
a su rigor.
Y,
pues triste es su dolor,
se
confunde con lo bueno,
que
hay quien dice que es ameno
ese
tiempo que ha sufrido
la
humillación del vencido,
su
maldad y su veneno.
LORENZO-.
No está lejos el mesón,
y
mi espíritu imagina
cómo,
con calma, cocina
el
cocinero el cabrón.
ORDOÑO-.
Es comer baja pasión
y
es un antojo maldito.
LORENZO-.
Pues huele bien el cabrito
que
cocina don Hernán,
pues
especias le echarán
para
abrir el apetito.
ORDOÑO-.
Y lo que es en mí el amor
es
en ti puro comer,
que
el alimento ha de hacer
en
tu tripa gran favor.
LORENZO-.
Tengo al chorizo fervor,
y
le rezo a los jamones
ORDOÑO-.
Las más altas devociones,
se
admiran del alma herida
por
la falta de comida
que
es común en mil naciones.
Mas,
pues el amor abriga
al
que vive sin abrigo,
en
sus manos me fatigo,
esperando
lo que diga.
Y
no importa que maldiga
sus
alas el más prudente,
ni
su mirar inclemente
con
que causa mayor daño,
porque
sabe que su engaño
débil
hace al inocente.
Que,
inocente en su poder,
inocente
en su maldad,
digo
que es barbaridad
la
maldad de una mujer.
Y
es preciso convencer
al
instinto y la prudencia
de
que nunca tuvo ciencia
el
amor en sus razones,
que
son todo desazones
las
razones de su esencia.
Ah,
claridad de la rosa
que
se llena de blancura,
enseñando
su frescura
y
su fragancia gozosa.
Porque
se tiende olorosa
esa
llama que la espina,
con
la maldad más dañina,
esconde,
tras hojas bellas,
donde
nacen las querellas
que
en sangre cobra la espina.
Pues
es perfume malvado
el
que al más incauto engaña,
si
en el engaño lo daña
y
lo deja aprisionado.
Que
es acaso aliento helado
la
esperanza prometida
a
quien empeña la vida
en
el cariño insincero,
que
es el amor traicionero
y
es la traición mal nacida.
Y,
si de desdenes vivo
porque
el amor es desdén,
arde
con gana la sien
donde
muero yo cautivo.
Y,
si quise ser esquivo
en
este dolor tan cruel,
en
la tormenta bajel
que
se pierde en el vacío,
siento
el dolor más bravío
en
el más raro vergel.
LORENZO-.
Quisiera yo la cecina,
del
buen don Hernán yantar,
pero
no me habrán de dar
ni
una miga en la cocina.
ORDOÑO-.
Puedes ir, que se adivina
el
instinto del hambriento.
LORENZO-.
Siempre de pan avariento,
de
jamón y de tocino,
como
tú sigo el camino
que
me dicta el pensamiento.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
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