martes, 4 de febrero de 2014

La paz de las montañas

José Ramón Muñiz Álvarez
Y NIETZSCHE HALLÓ LA PAZ DE LAS MONTAÑAS”
O “EL AIRE DE LOS ALPES EN
VERANO”

(prosa poética)

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           El aire sopla helado en las montañas. Descienden los torrentes repentinos, dejándose, apurándose, violentos, corriendo entre los riscos de los montes. Los picos lo contemplan orgullosos, vehementes y románticos, alegres como el pincel que quiere retratarlos. Y avanzan los oscuros nubarrones que saben arrojar sobre el paraje las grandes tempestades del verano.
           Con un mirar profundo, reflexiona un hombre taciturno que, sin prisa, recorre los caminos de la zona. Discreto en su vestir, en todo caso, pudiera ser tal vez un montañero que quiere ir a las cimas ambiciosas que besan esos cielos caprichosos. Y existen los que dicen que los mares se pueden contemplar desde las cumbres que miran hacia el sur allá en los Alpes. Pero hay tesoros bellos donde existen paisajes apartados entre montes, allí donde las nieves se derriten.
           También los pensamientos son tesoros, y más si es el paisaje el que sugiere los nobles pensamientos de quien sueña. Y el viejo soñador es melancólico, dejándose llevar por los lugares que incitan a actitudes más altivas. Por eso Zarathustra es Zarathustra, llevándolo de nuevo a estas regiones que en nada se parecen a su tierra. ¡Qué lejos queda ya la vieja Persia que vio al profeta hablar a los antiguos en tiempos que las nieblas han borrado!
           Mas hay coraje en Nietzsche y sus escritos, y él sabe hablar del hielo solitario, de fuertes voluntades superiores… el águila es acaso la nobleza que porta la serpiente del ingenio que avisa, con astucia, al alma fuerte: “Si Dios ha muerto ya, los eremitas habréis de regresar de los retiros, dejando atrás la paz y las renuncias. Dejad las penitencias, olvidando la necedad antigua de los dioses y amad lo que os regala el horizonte”.
           Hay algo de tragedia y de promesa, si el viejo profesor habla de un mundo que ignora los valores que se acercan. Y habrá prosperidad e inteligencia, también una ruptura incomprensible, tal vez abismos raros y profundos. Se siente ya el aliento siempre fresco que exhalan los neveros que la noche dejó vivir, pasado el mes de mayo. Podrán alimentar los manantiales, gritando un aforismo en los susurros que suelen proferir cuando descienden.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

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