I
Recuerdo los dibujos animados
de una niñez feliz, despreocupada:
llegaba, con apuro, cada tarde,
dejando la cartera con los libros
y hallaba en la pantalla ese recreo.
II
Recuerdo los programas infantiles
de aquellos años mágicos, sagrados:
la lluvia me obligaba, en los otoños,
a no salir, a estar en esa cárcel
que suele ser la casa cada miércoles.
III
Recuerdo personajes de otras décadas,
su rara fantasía, sus historias:
entonces existían dos canales
y en ellos toda magia era posible,
pues éramos muchachos inocentes.
IV
Amábamos embustes y mentiras,
quimeras que no valen para nada:
el caso era soñar con otros mundos
poblados de los seres más curiosos
en mundos donde existe el unicornio.
V
También he de decir que, algunas veces,
volábamos a tiempos muy remotos:
los niños siempre encuentran sugerentes
los días del pasado y del futuro,
que puede imaginarse tan extraño.
VI
El caso es ficcionar aquellas cosas
que no han de ser posibles todavía:
la vuelta al mundo, el viaje submarino
y la imaginación de los autores
de siglos ya pasados lo confirman.
2016 © José Ramón Muñiz Álvarez
"El niño que compró una bicicleta"
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