“Arqueros
del alba”
Para María
Dolores Menéndez López
Soneto XII
Sus manos delicadas, temblorosas,
Ya débiles,
estaban siempre frías,
Mas no sus
ojos, cuyas alegrías
Lucieron en
el fuego de dos rosas.
Sus piernas caminaban temerosas
De algún
tropiezo, pero ciertos días
Andaba con
soltura si, en las mías,
Sus manos se
apoyaban jubilosas.
Y, júbilo febril, me dio el hechizo
Que pueden
dar los ángeles del cielo,
Hasta que su
sonrisa se deshizo.
La luz del sol cortaba el blanco hielo
Que el prado
hirió, con nieves y granizo,
Pincel de la
mañana sobre el suelo.
2005 © José
Ramón Muñiz Álvarez
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