miércoles, 8 de enero de 2014

Sonetos para Erich Schagerl

Prosit Neujahr und Frohe Geburstag”

Für meine grosse friede Erich Schagerl, erste geige in Wiener Philharmoniker

9-1-2014

Enero es asesino de esperanzas, si viene con los vientos más violentos, negándose a brillar con simpatía. La nieve suele ser, con el granizo, frecuente en las regiones transalpinas, que lloran los inviernos más aciagos. Pero hay mañanas bellas que despiertan con la tardanza típica del beso dejado entre los labios de una amante: tal vez la luz del sol quiebra la magia que encienden, cada noche, las estrellas, heridas por el hielo del invierno. Son estas las mañanas que contemplan la vida en Viena, llena de hermosura, pasado el ajetreo del adviento. Y son estas mañanas las que vieron a un Erich, tiempo atrás, febril y joven, como lo veis, al cabo, en el presente. Su fuerza y su alegría nos enseñan lecciones tan hermosas como válidas en el camino amargo de la vida: él tiene ese carácter que permite que quienes lo rodean se contenten y quieran dar de sí lo más valioso, quién sabe si las cosas que requieren mayor fuerza de fe, mayor aliento, siguiendo sus ejemplos y talante. Por eso es apreciado por sus gentes: lo quiere la familia, sus amigos, las gentes que comparten su trabajo, lo quieren en Europa y en América. Y cumple un año más, y lo hacen joven sus ganas de vivir y de hacer cosas, hallando siempre nuevos desafíos. Preciso es dedicarle estos sonetos que fraguan con metáforas su sino: volver a renacer con este día.

Soneto I

           La luz del sol enciende, quimerista,
sus luces, su color y su hermosura,
dejando sus corceles por la altura,
que lucen sus destellos a la vista.
           Y mira el sol de nuevo el violinista,
virtuoso, si en su música se apura,
heraldo de la voz de la cultura,
que no hubo de tener mayor artista.
           Pues Erich, saludando la mañana,
recibe el beso claro de las brisas
que ven nacer la luz en lo lejano.
           El horizonte sabe que se ufana
el eco de otro sol en las sonrisas
que el hielo sabe espejo sobre el llano.

Soneto II

           Las sombras se hacen besos traicioneros
en ese hermoso velo en el que ardía
el llanto que con gran melancolía
la brisa pronunció por los oteros.
           La noche, con sus velos embusteros,
el alba halló a lo lejos, donde el día,
dejando su bostezo, se encendía,
soltando, con sus luces, sus overos.
           Hacer arte del arte es más sencillo
en esas callejuelas donde Viena
hechiza con su mágica hermosura.
           Y el verso halló pareja con el brillo
callado de la música que suena,
tejiendo en cada nota su dulzura.

Soneto III

           Las músicas despierta la mañana
que el beso siente donde vive el hielo,
que habitan las heladas bajo el cielo
que llora sus tristezas con desgana.
           La nieve dueña fue en la vega llana
de todo el brillo, llama en cuyo vuelo,
cuajando con el alba, siente el duelo
que pronunció la noche soberana.
           Suspiran los colores de otro enero
y el llanto del violín se hace querido
por valles que acaricia bullicioso.
           Un músico ve el alba con esmero
y teje un verso hermoso en el sonido
del aire, cuando calla silencioso.

Soneto IV

           La luz del sol venció la noche oscura
y el eco oyó feliz de un concertino
que, acaso de las horas adivino,
saluda el nuevo día con bravura.
           Un sueño de silencios y ternura
enciende lentamente su camino
donde arde, con sonido peregrino,
el brillo de una bella partitura.
           La escarcha va dejándose a su sueño,
en una tierra inmersa en la nevada
que las orillas toma en la vereda.
           El bello amanecer al fin es dueño
de imperios de coral para la helada,
caprichos del granizo donde queda.

Soneto V

           El hielo que cobró su principado,
robándolo a la noche silenciosa,
derrite su color donde reposa
la luz de un sol que llega retrasado.
           Lo veis rendido, débil y cansado,
su llama regalando, si es hermosa,
vencida entre la brisa perezosa
que torna al ver su fuego derrotado.
           Del hielo fue el aliento caprichoso
que supo, al coronar sus andaduras,
helada ver la falda en cada monte.
           Lo quiso así el enero caprichoso
que deja el alba triste en las alturas,
vencida al despertar el horizonte.

A modo de epílogo:

Tampoco es necesario prolongarse: el caso era mandar este saludo, con todo su cariño, con afecto. La lírica es producto del espíritu que sabe derramar, en verso y prosa, palabras elogiosas y sinceras que siempre hay que decir abiertamente. En Austria ya el invierno se ha asentado, como un Napoleón que, con dureza, se cierne, sin clemencia, sobre Europa. Y llega un año lleno de ilusiones, con el que, como siempre, quiere el ánimo dejar que corra el soplo de la vida. Aquí mando por tanto la poesía que inventan los caprichos azarosos que pinta la ocurrencia, cuando quiere. No en vano, en los inviernos, tarda poco.
 
 
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
Prosit Neujahr und Frohe Geburstag”

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