“Prosit
Neujahr und Frohe Geburstag”
Für
meine grosse friede Erich Schagerl, erste geige in Wiener
Philharmoniker
9-1-2014
Enero
es asesino de esperanzas, si viene con los vientos más violentos,
negándose a brillar con simpatía. La nieve suele ser, con el
granizo, frecuente en las regiones transalpinas, que lloran los
inviernos más aciagos. Pero hay mañanas bellas que despiertan con
la tardanza típica del beso dejado entre los labios de una amante:
tal vez la luz del sol quiebra la magia que encienden, cada noche,
las estrellas, heridas por el hielo del invierno. Son estas las
mañanas que contemplan la vida en Viena, llena de hermosura, pasado
el ajetreo del adviento. Y son estas mañanas las que vieron a un
Erich, tiempo atrás, febril y joven, como lo veis, al cabo, en el
presente. Su fuerza y su alegría nos enseñan lecciones tan hermosas
como válidas en el camino amargo de la vida: él tiene ese carácter
que permite que quienes lo rodean se contenten y quieran dar de sí
lo más valioso, quién sabe si las cosas que requieren mayor fuerza
de fe, mayor aliento, siguiendo sus ejemplos y talante. Por eso es
apreciado por sus gentes: lo quiere la familia, sus amigos, las
gentes que comparten su trabajo, lo quieren en Europa y en América.
Y cumple un año más, y lo hacen joven sus ganas de vivir y de hacer
cosas, hallando siempre nuevos desafíos. Preciso es dedicarle estos
sonetos que fraguan con metáforas su sino: volver a renacer con este
día.
Soneto
I
La
luz del sol enciende, quimerista,
sus
luces, su color y su hermosura,
dejando
sus corceles por la altura,
que
lucen sus destellos a la vista.
Y
mira el sol de nuevo el violinista,
virtuoso,
si en su música se apura,
heraldo
de la voz de la cultura,
que
no hubo de tener mayor artista.
Pues
Erich, saludando la mañana,
recibe
el beso claro de las brisas
que
ven nacer la luz en lo lejano.
El
horizonte sabe que se ufana
el
eco de otro sol en las sonrisas
que
el hielo sabe espejo sobre el llano.
Soneto
II
Las
sombras se hacen besos traicioneros
en
ese hermoso velo en el que ardía
el
llanto que con gran melancolía
la
brisa pronunció por los oteros.
La
noche, con sus velos embusteros,
el
alba halló a lo lejos, donde el día,
dejando
su bostezo, se encendía,
soltando,
con sus luces, sus overos.
Hacer
arte del arte es más sencillo
en
esas callejuelas donde Viena
hechiza
con su mágica hermosura.
Y
el verso halló pareja con el brillo
callado
de la música que suena,
tejiendo
en cada nota su dulzura.
Soneto
III
Las
músicas despierta la mañana
que
el beso siente donde vive el hielo,
que
habitan las heladas bajo el cielo
que
llora sus tristezas con desgana.
La
nieve dueña fue en la vega llana
de
todo el brillo, llama en cuyo vuelo,
cuajando
con el alba, siente el duelo
que
pronunció la noche soberana.
Suspiran
los colores de otro enero
y
el llanto del violín se hace querido
por
valles que acaricia bullicioso.
Un
músico ve el alba con esmero
y
teje un verso hermoso en el sonido
del
aire, cuando calla silencioso.
Soneto
IV
La
luz del sol venció la noche oscura
y
el eco oyó feliz de un concertino
que,
acaso de las horas adivino,
saluda
el nuevo día con bravura.
Un
sueño de silencios y ternura
enciende
lentamente su camino
donde
arde, con sonido peregrino,
el
brillo de una bella partitura.
La
escarcha va dejándose a su sueño,
en
una tierra inmersa en la nevada
que
las orillas toma en la vereda.
El
bello amanecer al fin es dueño
de
imperios de coral para la helada,
caprichos
del granizo donde queda.
Soneto
V
El
hielo que cobró su principado,
robándolo
a la noche silenciosa,
derrite
su color donde reposa
la
luz de un sol que llega retrasado.
Lo
veis rendido, débil y cansado,
su
llama regalando, si es hermosa,
vencida
entre la brisa perezosa
que
torna al ver su fuego derrotado.
Del
hielo fue el aliento caprichoso
que
supo, al coronar sus andaduras,
helada
ver la falda en cada monte.
Lo
quiso así el enero caprichoso
que
deja el alba triste en las alturas,
vencida
al despertar el horizonte.
A
modo de epílogo:
Tampoco
es necesario prolongarse: el caso era mandar este saludo, con todo su
cariño, con afecto. La lírica es producto del espíritu que sabe
derramar, en verso y prosa, palabras elogiosas y sinceras que siempre
hay que decir abiertamente. En Austria ya el invierno se ha asentado,
como un Napoleón que, con dureza, se cierne, sin clemencia, sobre
Europa. Y llega un año lleno de ilusiones, con el que, como siempre,
quiere el ánimo dejar que corra el soplo de la vida. Aquí mando por
tanto la poesía que inventan los caprichos azarosos que pinta la
ocurrencia, cuando quiere. No en vano, en los inviernos, tarda poco.
2013
© José Ramón Muñiz Álvarez
“Prosit
Neujahr und Frohe Geburstag”
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