“LAS
ROCAS DE CALIZA”
Las
rocas de caliza
admiran,
entre nubes,
las
aguas del arroyo que reflejan
los
cielos silenciosos, esos cielos
que
duermen sobre valles,
que
aguardan, sin apuro,
las
lluvias que los colman de hermosura.
Son
cimas orgullosas
que
sufren el ataque
del
viento repentino, que, atrevido,
los
hiere con violencia, los ataca,
los
muerde en el invierno
que
viene con las nieves
que
cubren el paisaje silencioso.
Y
el aire del otoño
parece
ser preludio
de
un tiempo en que se van a otras regiones,
volando
por los cielos, temerosos,
los
negros estorninos,
amigos
del silencio
y
hermanos de la altura que recorren.
Besando
los arbustos
heridos
por el hielo,
llegaron
al lugar, como otras veces,
las
voces pusilánimes y tristes
que
hablaron de la escarcha
al
pájaro que vuela
y
al ánade que teme sus durezas.
Y
queda, solitaria,
el
alma que conoce
el
llanto de un diciembre peregrino
que
niega las crecidas al riachuelo
y
torna predicando
el
llanto de la muerte
con
un lamento grave y quejumbroso.
2014
© José Ramón Muñiz Álvarez
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