lunes, 23 de junio de 2014

Los valles del silencio



José Ramón Muñiz Álvarez
QUIEN SABE DEL SILENCIO DE LOS
VALLES”
(La extraña confesión de los que sienten
las voces del espíritu
encendido,
al ver, en lo lejano, los
ocasos)

http://jrma1987.blogspot.com

Quien sabe del silencio de los valles podrá decir qué luces iluminan las tardes en las densas espesuras que cubren, con sus hojas, los castaños. La nueva primavera se desnuda y escucha en lo profundo de los árboles el canto del cuclillo que se esconde con esa timidez que le es tan propia. Y el sol, porque es cobarde, se retira, sabiendo de las brisas que se acercan y toman las orillas del arroyo que canta, melancólico, el deshielo. Y, al irnos por la senda bulliciosa, se sienten los jilgueros del camino, y, al fin el precipicio nos enseña la estampa de la costa sosegada. Pues hay, en ocasiones, temporales que lanzan con su furia, ante las rocas, la espuma de las olas que se agitan, ariete despiadado, en los cantiles.
Quien sabe del silencio del paisaje podrá mirar de nuevo esos crepúsculos y hallar las hermosuras del ocaso que busca el sol, vencido y soñoliento. Preludio del verano, sus colores escuchan a las aves, cuando buscan, tendiendo al aire el vuelo, ese retiro que pueda ser guarida con la noche. Por eso el horizonte va cubriéndose de manchas encarnadas y de púrpuras que rayan las alturas y decoran paisajes de belleza incomparable. La luz del sol refleja sus colores en ese cielo triste y moribundo que besa con sus labios las estrellas y gime con el hielo de la noche. También el mar se viste con las galas que quieren la elegancia de las sombras y admiran una luna delicada que tiembla porque a veces hace frío.
La noche se ha acostado con nosotros: es el momento bello en que reviven las voces interiores que resumen un sentimiento dulce de nostalgia. Pues sabe cada sombra, con su aliento, sus voces y sus gritos alejados dejar que el mundo sepa sus tristezas en un recuerdo triste pero bello. Y yo, que soy romántico, por parte, sirviendo a la poesía con esmero del modo en que lo hicieron los antiguos me rindo ante las aras de los tristes. Pues es satisfacción ese lamento que llena, tras los párpados los ojos con la humedad vencida de una lágrima que sabe, resignada, derramarse. Que el tiempo sigue siendo nuestro reino, llenando los momentos con quimeras, con sueños y proyectos que se cumplen o quedan enterrados para siempre.
La noche se ha acostado con nosotros: es el momento tierno que nos llena de vagas emociones y nos deja sentir de nuevo tiempos ya vividos. Pues saben las estrellas de los males que siente el corazón cuando las mira y encuentra, cada noche, ese paisaje que vuelve a repetirse con la noche. Y yo, que soy de temple melancólico, suspiro cuando vuelve el tiempo viejo, si quiere la memoria que regrese, y entona el corazón el canto amargo. Pues hay un gozo extraño en el lamento que cantan los espíritus vencidos que escuchan el susurro de la brisa, si encuentran mil susurros interiores. Y sigue siendo el tiempo nuestro reino, tal vez imperio digno y fortaleza de cuanto nos prometen esos años que quedan enterrados en la nada.
Quien sabe del silencio de los valles contempla con tristeza los ocasos…

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

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