“LAS HORAS FUGITIVAS QUE CORREN SIGILOSAS”
O
“LIBÉLULAS ALEGRES EN LAS CHARCAS”
Impresiones
del estado de abandono de la
charca
de Condres y el
desolado
panorama en que se admira
este
paisaje.
Por José
Ramón Muñiz
Álvarez
Texto
dedicado a los sobrinos
del
autor: Jimena Muñiz
Fernández
y Mael
Muñiz
Vega
Las
horas fugitivas que corren sigilosas, buscando con apuro su destino, reflejan
en la charca los brillos de la tarde, sus colores. Y es bello contemplarlos
callados, melancólicos y tristes, dejados al silencio de la nada, como un
jardín sin rosas que vive desolado, que muere desolado, mientras muere la
muerte del dolor de su abandono: pues es el abandono lo que arranca la vida que
florece donde los juncos mismos esperan, a la orilla, como entonces, el soplo
de la brisa del ocaso.
Por
eso me imagino libélulas alegres que corren a sus anchas los espacios, y miran,
con cautela, los brillos de las tardes en esa superficie cristalina. Y quiero
ver las alas que agitan con violencia en pleno vuelo, pues esa rapidez las hace
hermosas en aires invisibles que esperan en silencio las lluvias que traerá el
abril callado, si no se escucha ya la voz del cuco. (Parece que el cuclillo es
buen amigo de las frondosidades que tienen como reino la ardilla y el raposo,
donde suele tener la comadreja su guarida).
No
ignoro que el paisaje presenta la belleza que tienen los lugares donde el agua
descansa mansamente, como un tesoro mágico y hermoso. Lo saben los anfibios que
habitan esta zona de sosiegos que se hacen aburridos para todos, si no lo es
por la lluvia que rompe las quietudes de su jardín monótono y tardío que espera
las visitas de la gente. Mas no viene la gente a estos lugares que hallamos en
silencio, si no suenan las voces del hábil ratonero, del milano que cazan en la
zona lo que encuentran.
También
hay una casa, no lejos del sendero, que queda al abandono de su suerte, dejada
a su infortunio, como una ruina indigna del pasado. No queda la techumbre que
tuvo la panera en otro tiempo, cuando las gentes eran campesinas y amaban y
cuidaban lugares tan hermosos como esta charca bella que reposa su calma, su
paciencia y su tristeza. No pocos animales han tenido guarida en el rincón, y, a
veces, los vecinos, echaron en la charca carpas, truchas, tortugas que nadaron
en sus aguas.
Su
origen lo conocen acaso los más viejos, pues ellos saben siempre de las cosas
que existen en las villas y saben referir toda la historia: en tiempos no
lejanos la charca no existía, mas cavaron, para sacar el barro de la zona,
formando la cantera que el agua llenó pronto, después de que la teja y el
ladrillo dejaran de pagarse como deben. Por eso lo poblaron animales y el agua
ve la vida de garzas y azulones, quién sabe si lechuzas en las noches y algún
halcón, si quiere, de mañana.
2014 © José Ramón Muñiz Álvarez
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