“EXISTEN PLAYAS LIMPIAS Y
APARTADAS QUE
EXTIENDEN, ENTRE ROCAS,
SUS
ARENAS”
Curiosas
impresiones de un paisaje
que
llena de belleza
los
recuerdos
y
deja un hondo poso de
nostalgia
Por José
Ramón Muñiz
Álvarez
Existen playas limpias y apartadas que
extienden, entre rocas, sus arenas, calladas bajo enormes precipicios. La
espuma de las olas las alcanza, quejándose, al morir, arrepintiéndose de un
viaje de distancias insalvables. Por eso mucha gente va buscando las sendas que
conducen a las playas que esperan bajamares en reposo.
No hay nada como alzarse, con el alba,
buscando los rincones y el silencio que ofrecen esta paz, este descanso. El mar
se ensaña, a veces, en la costa, mas los
veranos vienen y el sosiego derrota sus instintos furibundos. También vuelan
gaviotas en la altura, jugando, con violencia, con la brisa, y armando un
alboroto repentino.
La cala duerme en paz, y, con la
calma, se pueden ver, a veces, los pesqueros que vuelven cuando llega ya la
tarde. El clima lo definen humedades y nubes que, alcanzando tierra firme,
descargan con vigor los aguaceros. Por eso hay abundancia de castaños, de
robles y avellanos, de nogales que ofrecen en otoño el raro fruto.
Perderse por las densas arboledas es
bello, como dulce la nostalgia que sabe de esos días del pasado, los tiempos en
que, siendo solo un niño, miraba en estos bosques las ardillas, risueñas al
andar de rama en rama. Pero hay también lugares escondidos, rincones que no
puede hallar la vista, si quedan guarecidos entre helechos.
Y corre el aire sano cuando soplan las
brisas que trajeron, con el día, tal vez leves suspiros de salitre. Y no se
suelen ver las madrigueras, ocultas, enterradas en el verde que teje el
sotobosque caprichoso. Y son bosques y playas los lugares que brindan los
deleites a quien busca ser solo un peregrino en esta tierra.
2014 © José Ramón Muñiz Álvarez
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