“LA
VIEJA RELIGIÓN NO MURIÓ NUNCA”
(Poema
prosístico para Mael Muñiz
Vega
y Jimena Muñiz
Fernández)
Las
voces encendidas han cesado: Asturias duerme el sueño silencioso que
quiso contener valles y montes, después de tantos años de batallas.
Los reyes asturianos alcanzaron muy pronto un poderío sobre zonas
lejanas, tras las cumbres y cordales. La espada no temía hacerse
dueña de todas las colinas que pudiese, robándole la tierra a los
emires.
Y,
en cambio, todo busca su descanso: las aguas de los ríos mortecinos
descienden sin apuro por los valles, cantando sus rumores deliciosos.
La lluvia, que desciende lentamente, parece humedecer el campo todo,
rozando con su beso cada brizna. Los cielos, enterrados en la noche
de negros nubarrones y chubascos, esperan un crepúsculo sin llama.
Mas
no murió la magia de otros tiempos: los cuélebres se esconden en
las grutas, guardando, custodiando los tesoros que pueden alcanzar
los más valientes. A veces hay mujeres hechizadas que habitan esas
cuevas silenciosas y saben explicarnos sus misterios. La xana, el
diañu, el trasgu y otros seres existen en la boca del anciano que
sigue recordando estas leyendas.
En
ellas encontramos un recuerdo: la vieja religión no murió nunca,
tan solo fue cubierta por un halo ligero de curioso cristianismo. Los
curas les decían a las viejas que las supersticiones son pecado, que
había que olvidar los viejos mitos. Las gentes, sin embargo,
recordaban los cuentos del Nuberu, las historias de duendes, de
sirenas y otros seres.
2014
© José Ramón Muñiz Álvarez
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