viernes, 21 de noviembre de 2014

Desde Flandes a Inglaterra


José Ramón Muñiz Álvarez
DESDE FLANDES A INGLATERRAOLAS PUTAS DE PARÍS
(Brevísimo cuadro escénico de regusto áureo,
escrito en verso, donde hallaréis los
curiosos noticia del noble aventurero don Rodolfo de Tudela,
y de sus fechorías y
amoríos)

RODOLFO (desenvainando)-. Desde Flandes a Inglaterra,
pudo este acero dar muerte,
por donde quiso la suerte.
en la paz como en la guerra.
Y en el llano y en la sierra
suena mi nombre temido,
que, si a fe soy decidido,
si mi valor es así,
puedo decir que vencí.
DON CRESPO (despreocupado)-. ¡¡¡¡Pues eso es haber vencido!!!!
DON NUÑO (animado)-. Hubiera dado la vida
por veros batir la espada.
DON DIEGO (admirado)-. Sois un alma que, arrojada,
de los peligros se olvida.
DON MARCOS (emocionado)-. Ese combate suicida
es signo de gran valor.
DON TIRSO (satisfecho)-. Sois un valiente, señor,
y he de decíroslo, a fe.
LA MOZA (indiferente)-. Os batís no por qué.
DON CRESPO (encendido)-. Admiro vuestro furor.
Venid y bebed del vino,
que Dios quiere a los valientes.
DON NUÑO (entusiasta)-. ¡Quién dijo que ser prudentes
garantizará el destino!
DON DIEGO (gozoso)-. A fe que fue el desatino
y el arranque del cobarde.
DON MARCOS (dichoso)-. Hacéis del valor alarde
y sois hombre de porfía.
DON TIRSO (admirado)-. ¡Gente sois de gran valía,
de modo que Dios os guarde!
LA MOZA (indignada)-. Por dar muerte a un infeliz
decís tener más valor,
que, causando gran dolor,
os ven siempre en plena lid.
DON TIRSO (agitado)-. Muchos la vida en Madrid
han dejado frente a vos,
que sois valiente, por Dios,
y persona con arrojo.
DON MARCOS (exaltado)-. Nadie os acusa de flojo.
DON DIEGO (seguro)-. Hombre que vale por dos.
RODOLFO (envainando)-. Y, pues soy hombre esforzado,
hombre de cuna tan rancia,
en la campaña de Francia,
vi mi fuego desatado.
Orgulloso soy, soldado,
valiente como ninguno,
en la batalla oportuno,
borracho a veces, es cierto,
y sé que vivir despierto
no es soñar un sueño alguno.
Dejad pues que mi memoria
no se nuble en el momento
en que vuela el pensamiento
para narraros mi historia.
Pues don Rodolfo de Hontoria,
servidor del soberano,
es, con la espada en la mano,
de los nobles el mejor,
de todos el más señor,
el más alegre y ufano.
Nací de noble familia,
y, pues siendo yo tan niño,
porque murieron mis padres,
me crió mi noble tío;
el que los ánimos fieros,
el que la fuerza y los bríos
quiso sacar de mi pecho
cuando solo era un chiquillo;
el que violento y alegre,
el que bravo y libertino,
con corta edad me dio el néctar
callado y dulce del vino.
La guerra ha sido mi casa,
mi palacio y señorío,
el lugar que corresponde
a un capitán con oficio.
Y, pues que soy el más duro,
como cama he conocido
el duro lecho del suelo,
el hambre, el fuego y el frío.
Rápido soy con la espada,
no soy mal arcabucero,
sé manejar un mosquete
y, entre todos el más diestro,
nadie disputa mi furia,
nadie cruza mi sendero
sino los que son amigos,
supuesto que los defiendo.
Y, porque sois buena gente,
que, al menos es lo que entiendo,
quiero brindar como amigo,
derramando el vino bueno,
que no hay vino más sabroso
para el capricho ligero
de quien viene de la guerra
y busca tomar contento.
Gocemos pues, esta noche,
bebamos digo, gocemos,
febriles hasta que venga
el alba con sus luceros.
DON TIRSO (feliz)-. En el arte del combate
bueno es siempre, señor mío,
mostrar el más noble brío
donde combate el valor.
DON CRESPO (emocionado)-. Yo pienso que parecéis
a esa gente que, valiente,
lanza su pecho, que, ardiente,
es en la lucha fragor.
DON DIEGO (corajudo)-. Y noble es alzar la espada
contra el infiel y el hereje,
y justo es Dios, que os protege
desde su altura, en verdad.
DON MARCOS (alegre)-. Pensad que sois esforzado,
que os admira todo el mundo,
que sois hombre sin segundo
en toda la cristiandad.
DON NUÑO (encendido)-. Y, a fuerza de ser valiente
como lo sois donde hay gresca,
os ama la soldadesca
que otras veces os nombró.
DON DIEGO (desenfadado)-. Que no es comentario vano,
pues la gente que os aclama
es testigo de la fama
que vuestro brazo ganó.
DON TIRSO (alegre)-. Por eso este es el momento
de compartir este vino,
que es capricho del destino
que con nos lo compartáis.
DON DIEGO (curioso)-. Y, pues con gesto cansado,
con tan escaso equipaje,
regresáis del largo viaje,
escuchemos qué contáis.
RODOLFO (bravo)-. Los sucesos de otras veces,
porque vengo fatigado,
cansado de haber luchado
y vendido el corazón.
DON DIEGO (picardioso)-. Sabiendo que sois amante
de profundos pensamientos,
gritan al mundo los vientos
vuestra furia y la pasión.
RODOLFO (jactancioso)-. Sobre las putas francesas
poco os pudiera decir,
pues que mi lecho han llenado
nobles damas de París.
Y es la mujer de nobleza,
pienso yo (si permitís),
que es más alegre en el lecho
de lo que suelen salir.
Y es que son caros placeres,
porque en Francia todo, en fin,
suele salirnos más caro:
desde el comer al vestir.
Eso por no hablar del vino,
que es bueno, pero, aun así,
pagando todo en la fonda,
no sobra un maravedí.
Allá quedan los dineros,
allá el amor y París,
tierra de extraños romances
en la que el alma vendí.
Y, porque las damas bellas
suelen el alma partir,
recuerdo yo, junto al Sena,
al más dulce querubín.
El alma supo robarme,
supo rendirme gentil,
supo gozarse en mi lecho
no una vez, sino diez mil.
Y después de consolarla
y darme consuelo a mí
(porque un hombre que está solo
sin amor suele sufrir),
y después de tanto beso,
tanto amor, tanto París,
tanto grito y tanto llanto,
decidí volver aquí.
Ya estoy en tierra española,
ya me ve Valladolid,
ya me teme Salamanca,
ya vuelve a temblar Madrid.
Y puedo decir que vengo,
que voy a quedarme aquí,
que habré de blandir la espada,
puesto a matar o morir.
Y, pues estoy con vosotros
y el vino sirven, decid
vosotros al mundo entero
lo que se pueda decir,
bebed conmigo y hablemos
del otoño y del abril
que ven correr nuestros días,
pues que corren a su fin,
y gocemos del presente.
DON DIEGO (asombrado)-. Razón tenéis, señor.
RODOLFO (segurísimo)-. ¡Sí!
¡Sí que la tengo, don Diego,
y habré de decirlo así!
Que es un suspiro la vida
y, sin temor de morir,
hay que saber disfrutarla
porque se escapa.
DON CRESPO (sereno)-. Venid.
El caso es que estoy contento,
pues con gran salud se os ve.
RODOLFO (gentil)-. Lo mismo digo.
DON CRESPO (sirviendo vino)-. Voacé,
ya sabe que estoy sediento.
RODOLFO (agradecido)-. El vino es el alimento
más dulce que el mundo tiene.
DON CRESPO (dichoso)-. Este es el vino que viene
a la mesa si un amigo
llega a nosotros.
RODOLFO (jactancioso)-. Testigo
soy del vino que conviene.
DON CRESPO (curioso)-. Vos me diréis…
RODOLFO (curioso)-. Si pudiere…
DON CRESPO (misterioso)-. Quiero saber…
RODOLFO (misterioso)-. Decid vos…
DON CRESPO (tímido)-. He de decir…
RODOLFO (asombrado)-. Mas, por Dios…
DON CRESPO (seco)-. Concluyo ya…
RODOLFO (sincero)-. ¡Se prefiere!
DON CRESPO (temeroso)-. No sé si acaso que espere
será prudencia mayor.
RODOLFO (serio)-. Si me hicieseis el favor,
don Crespo, decidlo ya.
DON CRESPO (decidido)-. Está bien, pues allá va:
RODOLFO (alegre)-. Os escucho.
DON CRESPO (firme)-. Bien señor.
Vive en París, según sé,
una dama bella y fina
cuyo nombre es Antonina
de Monfort y Sevigné.
RODOLFO (serio)-. Podéis preguntar a fe,
pues yo conozco a esa dama.
DON CRESPO (enajenado)-. Es que el alma se derrama
por el amor que profeso,
pues siempre quise su beso.
RODOLFO (fríamente)-. Yací con ella en la cama:
tan puta como francesa,
me regaló su placer,
y es encendida mujer
y en la cama es muy traviesa.
Y, si esto que os digo pesa,
no temáis, que sois amigo,
y como a tal os lo digo,
porque, si es como decís,
cuando vayáis a París
lo entendáis.
DON CRESPO (gritando)-. ¡¡Sois mi enemigo!!
RODOLFO (amenazante)-. Don Crespo, no os confundáis,
que en algo que no sabéis,
siempre es mejor que escuchéis
a quien necio preguntáis.
Y pues que así os comportáis,
si queréis llegar a viejo,
para vos tengo un consejo,
y es que prudente, al callar,
os dignéis de aquí a marchar
en tanto que me despejo.
DON CRESPO (airado, yéndose)-. ¡¡No sois buen amigo vos!!
He de decírselo al mundo,
que parece que os confundo
ante el mundo y ante Dios!!
RODOLFO (desafiante)-. ¡¡Que me confundan los dos
si vos queréis y es el caso,
mas yo por ella me abraso,
por su abrazo y por su amor,
que no faltó su favor
desde el brillo del ocaso!!
DON CRESPO (volviendo)-. No conozco la razón
que os lleva a tal desvarío,
pero no es muestra de brío
en tan notable infanzón.
RODOLFO (burlesco)-. ¿Es que os rompe el corazón
el amor de una ramera,
ella, que va con quienquiera,
pues su amor sabe vender?
DON CRESPO (muy alterado)-. ¡¿Qué decís de esa mujer?!
RODOLFO (seco)-. Abandonad esta espera:
no tiene el amor sentido
entre putas y rufianes
ni hemos de hacer mil desmanes
por esto que os tengo advertido.
Vos, que sois hombre cumplido
y con alta nombradía
gozad de su compañía,
sentid su fuego en su lecho,
mas no os llenéis de despecho,
que no cabe bizarría.
Y, pues es puta la dama,
que tal nombre le he de dar,
no me vengáis a faltar,
si es que el amor se derrama,
pues que la amistad me llama,
para vuestra conveniencia,
pues os aviso prudencia
con mujeres malandrinas
con intenciones mezquinas.
DON CRESPO (airado)-. ¡¡Vos faltáis a la decencia!!
RODOLFO (amenazante)-. Por vuestro bien os lo advierto,
y he de deciros, de paso,
que habéis de cuidar de paso
vuestras furias.
TODOS-. ¡¡¡¡Eso es cierto!!!!
DON CRESPO (molesto)-. El corazón tengo abierto
por la mujer, y es merced
respetarla.
DON TIRSO (sensato)-. Pero ved
que os lo dice como amigo.
RODOLFO-. En su lecho fui testigo
de su cuerpo y desnudez.
DON CRESPO (desafiante)-. Tal vez os dijo que no
y por eso lo decís.
RODOLFO (burlesco-. Me temo que os confundís,
pues con ella estuve yo:
os juró que me robó
con sus amores el fuero
que me sujeta al dinero
que le tuve que pagar.
DON TIRSO (jocundo)-. Si ella es puta no es azar.
DON CRESPO (dudoso)-. ¿He de sacar el acero?
DON TIRSO (sereno)-. La duda sobra, don Crespo,
que es confidencia de amigo
y quiero veros calmado.
DON CRESPO (recapacitando)-. Habláis bien, amigo Tirso:
que estas riñas no son buenas,
y comprendo que me ha dicho
la verdad como prudente.
DON NUÑO (calmado)-. Ahora sois hombres de juicio,
que una ramera no vale
lo que la amistad, el tino,
la esperanza, la bodega
y una jarra de buen vino.
RODOLFO (alegre)-. El vino es buen consejero.
DON CRESPO (receloso)- No lo es siempre.
RODOLFO (empeñado)-. Ya lo ha sido:
el vino es razón juiciosa
que nos ha reconvenido.
DON DIEGO (animado)-. Brindemos entonces todos
por la grandeza y el juicio
que nos hará ser felices
si es que la jarra bebimos.
RODOLFO (alegre)-. Todo es mejor con más gracia,
más desparpajo y más vino,
que es el néctar de los dioses.
DON CRESPO (sereno)-. Está bien, perdón os pido,
que, pues es grande mi fallo,
lo reconozco tranquilo.
RODOLFO (amigable)-. Como premio va un consejo:
sed hombre más escogido,
que, pues París no es España,
entenderéis que los vicios
son cosa allí muy frecuente,
porque son los parisinos
gentes que a todo se atreven.
DON TIRSO (divertido)-. ¡Es que son muy libertinos!
DON DIEGO (feliz)-. ¡Y las mujeres muy putas!
RODOLFO (jocoso)-. ¡Y caros son nuestros vicios!
DON MARCOS (sincero)-. Pocas veces allí estuve
y puedo decir que he sido
víctima triste en las manos
de tan grande puterío:
no he sabido de un soldado
que en París haya vivido
que no quiera a cada dama
ni visite cada nido.
Y, si bien son muy celosos
los franceses, como os digo,
viendo que son soldadesca
los españoles, su signo
es resignarse a los cuernos,
pues los tienen por destino.
DON NUÑO (risueño)-. Los hijos de Carlomagno,
si de tal hombre son hijos,
pues a fe que no parecen,
son humildes campesinos,
y, si se dicen honrados,
tienen genio mortecino,
que no montan en gran cólera
ni se escucha el griterío
si su mujer va con otro.
RODOLFO (molesto)-. ¡Pues yo digo que es indigno!
¡¡A mi mujer defendiera
si yo fuera campesino,
que no es mi mujer de nadie,
si es que ella casó conmigo!!
Pero esa gente no lucha
porque no sabe, y estimo
que, si supieran dar muerte,
nos buscarían y, altivos,
reclamarían honores
con enojos y con gritos.
Que no es hombre el que permite
que hagan escarnio maldito
de su fama y nombradía,
y, pues los veis tan indignos,
no son más los españoles
que en aldeas y caminos
permiten que los marqueses,
los condes y señoritos
emputezcan a sus damas.
DON MARCOS (risueño)-. ¿No lo hacéis vos?
RODOLFO (alegre)-. Yo lo admito:
quiero a todas las mujeres,
amo ese brillo maldito
que me obliga a conquistarlas,
pues ellas son ese vino
que quiere beber el alma,
que pide acaso el espíritu
que sueña con los amores
y la aventura.
DON MARCOS (seguro)-. ¡¡Os digo
que es cierto ese comentario!!
RODOLFO (altivo)-. Y porque mi espada estimo
mejor que la de la gente
del campo, soy atrevido,
que les robo a las mujeres,
como los nobles el trigo,
a las gentes más humildes,
a los pobres campesinos,
me da igual si es en España,
si es en París o en Urbino,
que tiene duque famoso
y es extenso señorío.

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

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