viernes, 20 de noviembre de 2015

Don Marcos


EL CABALLERO DON MARCOS

           Subió en su overo don Marcos,
que partió de madrugada,
por olvidar los amores
con el placer de la caza.
           Montó don Marcos su yegua,
que, viendo nacer el día,
el amor dejó al olvido,
por escapar con más prisa.
           Los campos sube y los montes,
las sierras y bosques baja,
queriendo olvidar un nombre,
la mirada de una dama.
           Los bosques baja y las sierras,
lleno de melancolía,
porque sabe que lo hiere
una mirada maldita.
           Y, si un mirar lo destroza,
negándole tanta calma,
quisiera ser, en la altura,
como la llama callada.
           Y, si lo rinden los ojos
de la dama a quien servía,
soñar puede con el vuelo
de la luz que tiene el día.
           “Ay de mí, don Marcos dice,
pues que no puede ya el alma
con el amor que me acecha
y me arranca la esperanza.”
           ”Ay de mí, llora don Marcos,
que soy el alma que grita
su derrota, por amores,
cuando muere el alma mía”.
           Estas palabras les dice
a los cielos donde el alba
retira ya sus colores,
al nacer de la mañana.
           Que a la clara luz que nace
tales palabras les grita,
viendo que la aurora es reina
de la mañana y el día.
           ”Y, porque soy desdichado,
quieran llevarme las aguas,
que el Duero sabrá acogerme
cuando no sepa una dama.”
           ”Y, pues el agua me lleva,
cesen al fin las desdichas,
que tiene el Duero un remanso
para un dolor que termina.”


2015 © José Ramón Muñiz Álvarez

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