viernes, 20 de noviembre de 2015

Hombres de bien



HOMBRES DE BIEN

“Sabed, hombres de bien –dijeron los juglares, con tono mesurado–, que es justo que las gentes de las villas escuchen las palabras del rapsoda que pueden relataros la aventura, y pueden referiros noticias de esas épocas que quedan enterradas para siempre, dejadas en el tiempo en que ocurrieron, en tierras del olvido y la leyenda.”
”Sabed, gentes prudentes –dijeron los juglares con tono mesurado–, que existen mil historias novedosas, sucesos tan extraños como ciertos, batallas que alcanzaron poderíos, fantásticas criaturas, princesas secuestradas, tragedias que asolaron a los grandes, los llantos de las gentes más pequeñas, sucesos tan extraños como ciertos.”
”Dejad, si sois humildes –dijeron los juglares con tono mesurado–, que canten los que saben y que os cuenten historias tan terribles como ciertas, traiciones y amoríos que pudieron tener lugar a veces, en viejas fortalezas, acaso en esas torres ancestrales que alzaron esos reyes tan antiguos de un tiempo que resulta inverosímil.”
”Cedednos la palabra –dijeron los juglares con tono mesurado–, y, en tanto que el silencio conveniente ayuda a los relatos importantes, dejad que os enseñemos lo ocurrido, mezclando fantasías y guerras repentinas que hubieron de ocurrir cuando los fuertes, con ánimo guerrero, se lanzaron forjando las naciones que ahora vemos.”
“Queremos escucharos –dijeron los labriegos a aquellos visitantes–, queremos las memorias de esos siglos, el nombre de los reyes y sus tropas, los nobles caballeros, la bravura que quiso la victoria, echando al enemigo, pues siempre las noticias que nos dicen razones del pasado legendario nos hablan de la fe de los más grandes.”
Y, entonces, los juglares, pues son condescendientes, tomaron la palabra: “Podemos comentaros, con los versos más bellos que se oyeron en el mundo, la muerte de los nobles aguerridos, los corazones fieles, la gloria y valentía de tanta gente hidalga que se impuso, queriendo antes morir en la batalla por no rendir sus armas ni estandartes.”
”A cambio, os pediremos el eco silencioso que quiere la atención, pues hemos de contaros, con detalle, discursos que se vuelven tan hermosos como si fueran miel, pues son tan tristes los versos que entonaron las gentes que cantaban baladas ante el fuego, en los bastiones, que hicieron que llorasen las princesas y reyes que escucharon estos lances.”
Y todos escucharon relatos que contaban sucesos imposibles, cantados con el arpa, cuyos brillos hicieron el sonido más hermoso, más dulce y melancólico que el viento, llevando a los que escuchan a un mundo más fantástico, un mundo en que los ecos del pasado conmueven al más fiero, mientras quiere la brisa recordar esas leyendas.
Por eso en cada aldea el bardo es recibido con todos los honores, que falto de nobleza y de raigambre, en cambio es el vocero que nos dice las cosas del pasado y nos revela la sed de la aventura que sienten los valientes, la gente de la sangre aristocrática que hierve cuando escucha los clamores que anuncian que comienza la batalla.


2015 © José Ramón Muñiz Álvarez

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