“HOMBRES
DE BIEN”
“Sabed,
hombres de bien –dijeron los juglares, con tono mesurado–, que es justo que las
gentes de las villas escuchen las palabras del rapsoda que pueden relataros la
aventura, y pueden referiros noticias de esas épocas que quedan enterradas para
siempre, dejadas en el tiempo en que ocurrieron, en tierras del olvido y la
leyenda.”
”Sabed, gentes prudentes –dijeron los
juglares con tono mesurado–, que existen mil historias novedosas, sucesos tan
extraños como ciertos, batallas que alcanzaron poderíos, fantásticas criaturas,
princesas secuestradas, tragedias que asolaron a los grandes, los llantos de
las gentes más pequeñas, sucesos tan extraños como ciertos.”
”Dejad, si sois humildes –dijeron los
juglares con tono mesurado–, que canten los que saben y que os cuenten
historias tan terribles como ciertas, traiciones y amoríos que pudieron tener
lugar a veces, en viejas fortalezas, acaso en esas torres ancestrales que
alzaron esos reyes tan antiguos de un tiempo que resulta inverosímil.”
”Cedednos la palabra –dijeron los
juglares con tono mesurado–, y, en tanto que el silencio conveniente ayuda a
los relatos importantes, dejad que os enseñemos lo ocurrido, mezclando
fantasías y guerras repentinas que hubieron de ocurrir cuando los fuertes, con
ánimo guerrero, se lanzaron forjando las naciones que ahora vemos.”
“Queremos escucharos –dijeron los
labriegos a aquellos visitantes–, queremos las memorias de esos siglos, el
nombre de los reyes y sus tropas, los nobles caballeros, la bravura que quiso
la victoria, echando al enemigo, pues siempre las noticias que nos dicen
razones del pasado legendario nos hablan de la fe de los más grandes.”
Y, entonces, los juglares, pues son
condescendientes, tomaron la palabra: “Podemos comentaros, con los versos más
bellos que se oyeron en el mundo, la muerte de los nobles aguerridos, los
corazones fieles, la gloria y valentía de tanta gente hidalga que se impuso,
queriendo antes morir en la batalla por no rendir sus armas ni estandartes.”
”A cambio, os pediremos el eco
silencioso que quiere la atención, pues hemos de contaros, con detalle,
discursos que se vuelven tan hermosos como si fueran miel, pues son tan tristes
los versos que entonaron las gentes que cantaban baladas ante el fuego, en los
bastiones, que hicieron que llorasen las princesas y reyes que escucharon estos
lances.”
Y todos escucharon relatos que contaban
sucesos imposibles, cantados con el arpa, cuyos brillos hicieron el sonido más
hermoso, más dulce y melancólico que el viento, llevando a los que escuchan a
un mundo más fantástico, un mundo en que los ecos del pasado conmueven al más
fiero, mientras quiere la brisa recordar esas leyendas.
Por eso en cada aldea el bardo es
recibido con todos los honores, que falto de nobleza y de raigambre, en cambio
es el vocero que nos dice las cosas del pasado y nos revela la sed de la
aventura que sienten los valientes, la gente de la sangre aristocrática que
hierve cuando escucha los clamores que anuncian que comienza la batalla.
2015 © José Ramón Muñiz
Álvarez
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