“No
muy lejos de la villa”
No muy lejos de la villa,
halló, al despuntar el
alba,
el paladín a la niña,
que ante la fuente
lloraba.
Y allí, con melancolía,
al correr de la mañana,
también escuchó la brisa
esas lágrimas cansadas.
Y por amores corrían,
y por amores volaban
de los ojos de la niña
a las transparentes
aguas.
Y pues la razón decía
y sus motivos cantaba,
sus estribillos seguía
quien las letras
apenadas.
Y el paladín y la brisa,
cuando supieron la causa,
por consolar sus
desdichas,
le dicen estas palabras:
-Muy malos son, si se fían
las inocentes muchachas,
los amores cuya guía
las hace llorar mil
lágrimas.
Y porque es cruel la osadía
de quien gusta de
engañarlas,
querré vengar la mentira
que a vuestros ojos
agravian.
Mas respondió la chiquilla
(que era solo una
muchacha),
que nunca el amor pedía
saciarse con la venganza.
Y, acercándola a la villa,
sobre su negra alazana,
el paladín la tenía,
el paladín la acercaba.
Y la gente que solía
verla partir, de mañana,
a por agua, le decía:
“Vas hoy en buena
compaña”.
Y, en viéndola de esta guisa
quien sus lágrimas
causaba,
los celos sintió, que
ardían
en su pecho y su
garganta:
-¡Dios santo, por qué hablaría
de querer de mí
apartarla,
siendo la bella chiquilla
una tan dulce muchacha!
2015 © José Ramón Muñiz Álvarez
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