viernes, 4 de mayo de 2012

LOS PLACERES DEL AMOR O LOS GALANES DE LA POESÍA

JOSÉ RAMÓN MUÑIZ ÁLVAREZ
"LOS PLACERES DEL AMOR” o "LOS GALANES DE LA POESÍA"
(Compuesto en
verso)

Interior del Castillo de D.Marcelino, ese señor de viejas barbas que está al lado de Marcos, su humilde criado. Los atuendos de ambos señalarán levemente la diferencia de la condición social de ambos. Están en el despacho de D. Marcelino, las ventanas abiertas, y desde el interior del gabinete se ven paisajes más allá de las ventanas, con montes coronados por otros castillos.

MARCELINO-. Para el que sabe de amor
y se mete en amoríos
puedo contar desvaríos:
de cuanto sé, lo mejor.
Y, si me haces el favor,
si me quieres escuchar,
yo bien te podré avisar
de mujeres litigantes
y de estúpidos amantes
que tienen que escarmentar.
Presta atención, como digo,
si el saber es un derecho,
que sacarás buen provecho
de quien te pone a su abrigo;
que no es mirarse al ombligo
dar instrucción y saber
a quien debe conocer
todo lo que amor enciende,
cuando en el pecho se prende
el amor de una mujer.
Y son esto cosas graves
en las que te he de enseñar,
que siempre es bien no llorar
como sé que tú bien sabes.
Las mujeres son muy suaves
y sutiles sus maneras,
y, para hablar a las veras,
su trato pide cuidado,
pues es su pecho malvado
y sus mentes traicioneras:
cómo saben engañarnos,
manipularnos, metirnos…
Siempre quieren conducirnos,
siempre buscan gobernarnos.
Es necesario ayudarnos
siempre con estas cuestiones,
porque quiebran corazones,
no conocen la piedad,
dándose a la mezquindad
de desprecio y sinrazones.
¿Quién de una mujer se fía,
si ni ellas mismas se entienden?
Tanta apariencia que venden
es necedad y porfía.
¿Sabes que una prima mía
trajo a un príncipe, su amante,
a locura delirante
con decir que no lo amaba?
MARCOS-. Si la verdad le contaba…
MARCELINO-. No seas extravagante.
Haz caso de tu señor,
que por tener nombradía,
muestra más sabiduría
incluso que el buen prior.
¡Qué sabe un cura de amor,
como no sea del divino!
MARCOS-. Sabed vos, don Marcelino,
que temo ser descortés,
pero no tengo interés
en seguir este camino.
No hay cosa más elevada
y bella que las mujeres,
pues ofrecen los placeres
y nos cuidan la morada;
ese lugar donde, airada,
a veces la veis reñir,
que también el discutir
ha de tener su momento.
MARCELINO-. Clamar quiero al firmamento,
Pos lo que me haces sentir.
MARCOS-. Vos amáis a vuestra esposa
con vuestro pecho valiente,
como bien cuenta la gente.
MARCELINO-. ¡Qué bobada tan graciosa!
Si un infeliz se desposa,
¿no hará bien hacer la gracia,
evitando la falacia
de mentir a los demás,
en contar lo que sabrás
de mi dolor y desgracia?
Cuando a mi mujer amé,
que fue ya en tiempo lejano,
me sentí limpio y ufano,
pero luego me casé.
Me casé, mas me cansé,
que una bruja al hombre amansa
cuando se casa y se cansa,
y sigo, en fin, yo cansado
del mal de verme casado
con alguien que no descansa.
¿Quién quiere casarse hoy día,
sabiendo que son los años
malos amigos, tacaños,
con quien va a la vicaría?
Yo me casé, y fue porfía
que de pagar en salud.
Haz caso de la virtud
y prudente escucha al viejo,
haciéndote buen reflejo
de su justicia y virtud.
Casarse es una locura.
Tú no te puedes casar
sin haber visto pasar
la edad que volando apura,
pues es terrible la cura
de quien se rinde a pasiones,
dibujando corazones
en los árboles callados.
Yo digo que están tarados
y que son unos pendones.
Y para que, firme venza
sobre tu tan loco intento,
ilustraré el argumento
a costa de mi vergüenza:
el caso es que fui a Sigüenza,
noble ciudad, no lo dudo,
y como el Amor me pudo,
me jugó una dura treta:
y es que vine a ser poeta,
sujeto a su extraño nudo.
De todo, lo más pesado
es el joven que sin guía
se dedica a hacer poesía
con rancio verso rimado.
No fui malo, fui afamado
con mis extrañas letrillas,
que, si son cosas sencillas,
yo, no falto de pereza,
pude mostrar mi cabeza
con tan raras maravillas.
Pero mira, por favor,
a lo que el sino nos lleva,
que te voy a dar la prueba
de que amar no es lo mejor.
Trajo el amor tal dolor,
que, dejando mis asuntos,
pensaba yo en estar juntos
mi persona y mi señora
desde el alba a la otra aurora.
Y qué terribles barruntos…
Porque siempre la poesía,
a pesar de su belleza,
nos trastorna la cabeza
cada noche y cada día.
Piensa con la mente fría,
que no es útil para nada
escribir cada alborada
al amor más encendido
para que luego Cupido
te deje un sabor a nada.
MARCOS-. Mi señor don Marcelino,
bien sé yo que sois muy viejo,
mas por seguir el consejo
todavía no me inclino.
Yo pienso que me encamino
a singulares pasiones.
por eso escribo canciones,
que, aunque, sin utilidad,
dan gusto a mi mocedad.
Cambiemos estas lecciones.
No acudo a vos, buen amigo,
a quien tanto yo agradezo
favores que no merezco,
por no mirarme el ombligo,
ni me pongo a vuestro abrigo
para maldecir amores.
Quiero hacer versos mejores,
quiero, como hicisteis vos,
buscar, no el amor de Dios,
sino infinitos amores.
Aprender las reglas quiero
en el arte de trovar
para poder elevar
este amor que es tan sincero.
Sed vos señor, yo escudero,
en tan difícil momento:
no quiero rimas de viento
para hacerme yo el festivo,
quiero sentir lo que vivo
para decir lo que siento.
MARCELINO-. Pues vas de cabeza al río,
he de enseñarte a trovar,
pero antes debo buscar
en este comodín mío.
A veces yo miro y río
mis raras letrillas viejas,
mis lamentos y mis quejas,
que con tanta devoción,
suplicaron el perdón
de una dama en sus orejas.
Aguarda, que he de buscarlas
para que, alegre las leas,
que bien está que las leas.
Remueve el cajón con tiento.
Mira, acabo de encontrarlas.
¿No las ves? Ven a mirarlas,
que tienes vista mejor.
MARCOS-. Leyendo:
Letras hechas al sabor
del señor don Marcelino
de Priaranza del Camino,
cuando tuvo un gran amor:
Recitando:
Pues mal me quiere la vida,
que me mata un mal de amores,
por pedir altos favores,
he de llorar la partida.
La dejaré por perdida
si a este destierro me envía,
con la mirada más fría,
que no es justo padecer
el amor de una mujer
cada noche y cada día.
Y ya que tal mal provoca
en mis ánimos dolidos,
llevo los labios vencidos
sin recuerdo de su boca.
Mal destino el que me toca,
Si es triste la suerte mía,
con la mirada más fría,
que no es justo padecer
el amor de una mujer
cada noche y cada día.
Por eso vivo apartado
de todas las devociones,
y enojado de pasiones,
muero triste, alborotado.
Del amor avergonzado,
no envidies la suerte mía
con la mirada más fría,
que no es justo padecer
el amor de una mujer
cada noche y cada día.
Quiero penar, solitario,
dolerme del mal que tengo
y sentir que me prevengo
de subir otro Calvario,
que es un fuego extraordinario
hallar pena en la alegría
con la mirada más fría,
que no es justo padecer
el amor de una mujer
cada noche y cada día.
Quiero morirme ya en suma,
y ser espuma en los mares,
si es Venus, en sus altares
la que nace de la espuma.
Por eso tomo la pluma
que el ingenio hace porfía
con la mirada más fría,
que no es justo padecer
el amor de una mujer
cada noche y cada día.

TELÓN Y FIN

2009 © José Ramón Muñiz Álvarez
“LOS PLACERES DEL AMOR”
Cuadro único
Todos los derechos reservados por el autor.

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