José
Ramón Muñiz Álvarez
“DUERME
ENTRE VERDES PINARES”
(Romance
del pinar)
Duerme
entre verdes pinares,
al
mismo pie de la sierra,
un
castillo silencioso
que
fue noble fortaleza.
Es
el castillo, ante el río,
el
orgullo de la piedra,
si
las hiedras piedra escalan
entre
las ojivas bellas.
Y
dice la gente, al verlo,
que
en esos muros espera
el
dolor del alma pura
de
la más triste condesa.
Que
suelen las soledades
ser
lugar que la tristeza
puebla
de tristes lamentos
y
de calladas querellas:
–Oh,
duelo del alma mía,
pues
de dolores se llena
un
alma que se abandona
a
los males de la pena.
Y
es que, falta de alegría,
vive
el alma de tristezas
entre
las gruesas murallas,
tras
estos siglos de espera.
Que,
muerto ya mi marido,
sucumbí
ante la tristeza
del
pecho que triste muere
y
soledades lamenta.
Y,
tras los siglos, el llanto
sigue
en esta fortaleza,
donde
mi tragedia vieron,
siempre
calladas, las hiedras.
Así
la hay una voz que dice,
así
hay una voz que pena,
y
dicen los que la escuchan
que
es la voz de la condesa.
Y,
porque el viento es paciente
escuchando
ajenas quejas,
bien
parece que un susurro
le
da todas las respuestas.
Que,
porque fue bello siempre
escuchar
canciones bellas,
suele
cantarlas el viento,
viendo
el otoño que llega.
Porque
su voz quejumbrosa
entre
las hiedras navega,
respondiéndole
a la dama
de
sus males y sus penas.
–Oh,
duelo del alma tuya,
pues
de dolores te llena
el
alma que, abandonada,
se
regala a tanta pena.
Porque,
faltando la dicha,
se
ha tornado en la tristeza
entre
las gruesas murallas,
el
alma que triste espera.
Que,
muerto ya tu marido,
sucumbir
a la tristeza
sabe
el pecho cuando muere
y
soledades lamenta.
Que,
tras los siglos, lamentos
tejen
en la fortaleza,
los
ojos que no descansan,
de
su terrible tragedia.
Así
el viento le responde,
así
el viento le aconseja,
y
dicen los que la escuchan
que
responde a la condesa.
Y
es dulce canción el viento
cuando
el viento se pasea,
sin
ser visto, por las torres
y
en las calladas almenas.
Porque
suelen los otoños
ser
un tiempo de tormenta,
que
dejan aquí las lluvias
un
aliento de tristeza.
Que
corren tristes las horas
y
en sus apuros tropiezan
con
las piedras de la historia
y
sus calladas querellas.
Y
porque allí las coladas
suelen
hacer las mozuelas,
con
los romances más viejos,
en
ocasiones se alegran.
Y
así se escuchan sus voces
y
los cantos que aconsejan
que
nunca pase el prudente,
cruzando
la bella puerta.
Que
suelen ser las canciones
de
las mozas casaderas
de
los lamentos callados,
que
dejan viejas leyendas.
Porque
leyendas sí saben,
y
algunas veces las cuentan,
que
de tan tristes sucesos
se
recuerdan las endechas.
Que
ya las oyeron antes
a
las ancianas abuelas,
que
solían escucharlas
cuando
eran ellas las mozuelas.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"
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