José
Ramón Muñiz Álvarez
“DICEN
QUE HUBO UNA DONCELLA”
(Romance)
Dicen
que hubo una doncella
que,
encendiendo su mirada,
a
los nobles caballeros
muertos
de amores dejaba.
Dicen
que era la más bella,
pues
las otras cortesanas
competir
nunca pudieron
con
el brillo de su cara.
El
amor que ella encendía
con
el tiempo no pasaba,
porque
suelen los amores
la
cura tener muy mala.
Y
ella, pues mujer se dice,
como
mujer hace gala,
de
las bellezas del cuerpo
y
el color de la mirada.
Y
cantan los versos claros
las
gentes de toda España
hablando
de la belleza
que
en las cortes elogiaban.
Y
cantan tristes endechas
los
amantes cuyas ganas
son
tal vez las de rendirse
ante
una beldad malvada.
Los
trovadores, que suelen
cantar
claras alabanzas,
en
sus canciones decían
que
era la perla más cara.
Todos
en aquella corte,
sabiendo
que su mirada
era
un fuego irrefrenable,
al
hallarla se apartaban.
Mas
nunca temió quemarse
el
condestable de Alcántara,
porque
la vio en los jardines
del
palacio que habitaba.
Nunca
se vio más tristeza
en
una humilde mirada,
porque
siempre el caballero
iba
pensando en su dama.
Herido
por tanta pena,
sin
contener sus palabras,
acercóse
el condestable
y
díjole estas palabras:
–Pues
hallar en vuestros ojos
puedo
acaso la desgracia
que
el dolor halla en el pecho,
por
encender más el alma,
no
digáis, señora mía,
que
no son desesperanza
los
desdenes con que acaso
vuestros
ojos me maltratan.
–Los
desdenes que esos ojos
pueden
ver en mi mirada,
del
amor son inocentes,
con
no prometeros nada:
sabéis
vos que nada ofrecen
y,
pues que nunca os engañan,
todo
el daño que se os hace
es
no encender esa llama.
–Si
el amor nunca me ofrecen,
¿no
es ese el daño que el alma
ha
de temer, porque sufre
el
dolor que no aguardaba?
Tenéis
el corazón frío,
helado
como la entraña
del
invierno, cuando nace
la
alborada entre la escarcha.
–Sois
injusto, caballero,
porque
pedir una dádiva
no
es pedir amor y fuego
a
la bondad de una dama,
que,
pues la dama os escucha,
dice
que vive cansada
de
vuestro ruego constante,
puesto
que nunca descansa.
–Mal
conocéis las pasiones
que
los amores derraman
sobre
nobles caballeros,
puesto
que ven a las damas.
Y,
si sois vos la belleza
que
declaran mis palabras,
no
podréis, señora mía,
quitarme
de pronunciarlas.
Esto
dijo el condestable
que
a las damas adoraba,
pues
en la corte son bellas
con
encendidas miradas,
que
no es posible acercarse,
y
no es posible dejarlas,
porque
encienden la querella
de
la pasión en la entraña.
Esto
dijo el condestable,
creyendo
que se abrasaba,
cuando
el amor en el pecho
turbar
pudo sus palabras.
Y
el amor juró de nuevo,
que
lo juró por su espada,
pues
mostró su blanco filo
desvestido
de la vaina.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"
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