José Ramón
Muñiz Álvarez
“HIRIÓ
COMO UN CRISTAL LA MADRUGADA”
(Soneto
sobre el brillo incandescente
que
luce cuando llegan
los
inviernos
y
gime el viento triste por la
helada)
http://jrma1987.blogspot.com
El cielo es un torrente, si
amanece: sus brillos encrespados nos saludan donde arden las antorchas cuya
llama convoca los colores a lo lejos, pues arden horizontes cuando llega su
grito de alegría, su jolgorio, su afán risueño, quién sabe si atrevido, que
quiere ser la página más clara. Y cierto que es la página más clara: destellos
de color arden y ríen, mezclándose en el aire, dibujando su risa con las
púrpuras que brillan, que anuncian otra vez una mañana, pues hay mañanas bellas
que despiertan con ese beso alegre que la aurora colgó, con emoción, sobre su
rostro.
No hay nada como
el cielo cuando nacen los brillos repentinos de la aurora: sus luces, sus
dorados son el fruto de aquellas pinceladas que sabían mostrar los más expertos
en las épocas más grandes, más hermosas y más nobles, en ese tiempo ambiguo,
cuyo tránsito llevaba hacia el Barroco y su rareza. Lo cierto es que es hermosa
la llamada del alba que convoca al nuevo día, lo mismo que el pincel que
colorea las llamas de su fuego en las alturas. Al verla, caminando por el puerto,
recuerda el alma tiempos alejados, los tiempos de los viejos pescadores que
canta este soneto con su ritmo:
Hirió como un
cristal la madrugada
la llama con que nace el nuevo
día,
el beso de la brisa, siempre fría,
la aurora que se enciende
alborotada.
El puerto de
Candás, a la alborada,
mirando cómo todo se encendía,
bebió el color, la luz y la
alegría
y el alba sintió tarde en la
invernada.
No puso ser
que el mar acobardado
callara cuando el brillo
ceniciento
su luz tornó en reflejo coralino.
Las lanchas
alcanzó, mas desolado,
aquel amanecer del desaliento
que el mar halló sereno, cuando
vino.
Y el caso es que es así: la aurora
llega, rompiendo las cortinas de la noche, rasgándolas con todos los cristales
que lucen sobre mares olvidados que no contempla el ojo que no quiere perderse
hasta la nueva madrugada, y el tiempo, que revive, nos abraza, diciendo los
relatos de otras gentes. Las gentes son las gentes que vivieron miserias y
dolor en esta villa, los mismos que sufrieron las hambrunas, las tardes de
galernas y de hastío, los mismos que entendieron que los mares son una herida
abierta en pleno pecho, quemando el corazón, quemando el alma que llora con
dolor ese desgarro.
2014 © José
Ramón Muñiz Álvarez
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