José Ramón Muñiz Álvarez
“LAS
LANCHAS DE LOS VIEJOS PESCADORES”
(Soneto
sobre brillos y colores que
quiere el
alba clara
cuando
besa
la arena
de las playas de
Carreño)
http://jrma1987.blogspot.com
Septiembre es un mes lleno de contrastes: la luz
del sol es débil y parece que muere ya el verano cuando llegan las tardes con
cielos caprichosos. Entonces son las nubes las que azotan, con gana, los
rincones del concejo, pues hieren con su lluvia cada zona y habitan los paisajes de tristeza. Y hay gente
que sabiendo de esa herida, prefiere esos momentos en que todo parece
convertirse a un nuevo brillo, si sale el sol, después de la tormenta. El
puerto, con la luz de la derrota, despide los momentos más dichosos que vieron
los rigores estivales que saben de la calma del verano.
Un halo melancólico nos llena si vuelve otro
septiembre con su túnica de luces que son poco, cuando el viento disfruta y,
agitándose, nos roza. Es esa sensación de haber nacido para mirar las hojas del
helecho rendidas al bostezo de un otoño que se hace, cuando menos, inminente.
Pero eso trae consigo la ventaja de darle al alma alada los espacios para que
vuele alegre, a su capricho, gritando al mundo todo lo que quiera. Yo, en
tanto, os doy un eco de mi espíritu, si escribo versos bellos de un Carreño que
muere cuando pasan los veranos llegan
los otoños con nostalgia:
La brisa que contempla, en lo lejano,
las lanchas de los viejos pescadores
admira las espumas, los colores
del mar bajo la calma del verano.
La luz de
la alborada, con su mano,
jugando con sus raros
resplandores,
enseña los alegres surtidores
que corren sin temor el
aire vano.
Las llamas
de la altura, con sus galas,
proyectan su belleza
sobre un suelo,
que espera que la tarde
las consuma.
Y todo se
hace bello bajo el cielo
que las arenas besa de
las calas
que quieren otro beso
de la espuma.
Los cambios del paisaje se hacen bellos y es
bello contemplarlos nuevamente, sabiendo que sacuden en los bosques los árboles
que esperan su letargo. Y el mar también transforma su apariencia: se pronto
son las olas más agrestes y el viento las agita con sus rizos, haciendo que levanten
sus espumas. Los mares de Carreño son más bravos llegados los otoños a esta
tierra que puede lamentar el poderío de un mar encabritado que se agranda. Las
gentes del lugar saben del canto del viento cuando quiere la tormenta, buscando
arremeter contra la roca que duerme su silencio en los cantiles.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
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