José Ramón Muñiz Álvarez
“LOS LAGOS DONDE DUERMEN LOS
CASTILLOS”
(Breve acercamiento a una de las
leyendas más prometedoras
de cuantas podréis escuchar por las
tierras
del norte de
España)
Los lagos son lugares de misterio. Sus aguas nos
esconden lo profundo, y el fondo nos oculta sus castillos, sus mágicas ciudades
y mansiones. Tal vez os confundáis con lo que ocurre: no digo que existieran
las devanas, no digo que haya moras cuyo hechizo las hizo sumergirse para
siempre. En cambio hubo otras gentes que creyeron. La gente de los pueblos
conservaba los mitos, las leyendas del antaño que vuelven a nacer para
nosotros. En ellas la poesía está presente. Pensad en el valor de la poesía, si
acaso es que la amáis, pues hay en ella valores esenciales que nos hablan.
Sabed que la poesía es un tesoro Que anida en las leyendas ancestrales que no
saben contarnos nuestros padres igual que los abuelos de otras épocas.
Os digo que los lagos son misterio. Sabed que en
esos lagos otras gentes supieron mil ciudades enterradas, perdidas por extrañas
maldiciones. Sabed que las leyendas lo revelan: los dioses precristianos
condenaron a quienes no mostraban el respeto debido, si llegaban nuevos
huéspedes. Entonces lo sagrado era sagrado. La sal sobre las migas de los panes
habían de ofrecerse en el tributo que siempre mereció el alma viajera. Lucerna
queda lejos, o no tanto. Lucerna queda en Suiza y en España, por eso está
Valverde de Lucerna, que queda por Zamora, nada menos. También hubo Lucerna en
Carucedo. En Limia se habla siempre de Antioquía, y hay gentes insistentes que
repiten que el lago Enol es fruto de un hechizo.
También Somiedo guarda su tesoro. El caso es que yo
pienso en otras cosas, y siento, en realidad, o bien presiento, que Excálibur
está relacionada: pensad en Durandarte, mismamente (el mito de una espada de un
guerrero que queda sumergida en ese lago, soñando el paso lento de los
siglos). Pensad en Covadonga y los
exvotos (también dejáis, si vais a Covadonga, monedas en la balsa donde el agua
que cae de las alturas se acumula. Os puedo comentar viejas costumbres: la Ondina que hubo en Suabia
solía levantar las tempestades y había que calmarla con regalos. El cura
interpretaba viejos salmos. El pueblo se olvidaba de los ritos cristianos y
subía a la laguna, y entonces arrojaba sus cuchillos.
2016 © José
Ramón Muñiz Álvarez
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