EL
ALBA TRAJO CALMA A LOS CAMINOS
1
El alba trajo calma a los caminos.
Orillas de silencio, entre la escarcha,
la
vieron renacer con sus bostezos,
no
lejos de los charcos de la senda.
Y el aire, fresco y puro, de mañana,
halló
su luz fugaz en los cristales
del
beso más risueño de las brisas.
Los árboles, callados, consentían
aquella
desnudez, tras el otoño
que
supo despojarlos de sus hojas.
Y el viento, caprichoso pero alegre,
jugó
a rozar las ramas con el filo
de
sus cuchillos crueles y afilados.
2
El alba trajo calma a los caminos.
Las aguas cristalinas de la fuente,
tan
limpias como el aire, musitaban
sus
llantos melancólicos y tristes.
Y un brillo se deshizo en las alturas,
dejando
solamente una caricia
sobre
el castillo alado de las nubes.
Después, en el azul del firmamento,
cuajó
sobre las sombras que dibujan
bandadas
de estorninos sin un rumbo.
Y supo así la gente de las sierras
que
aquel invierno duro terminaba
en
las quebradas bellas pero inhóspitas.
3
El alba trajo calma a los caminos.
También los rascacielos conocieron
aquella
luz ingenua y perezosa
que,
como un niño, espera su regalo.
Y el guardia vio nacer aquellas luces,
y
el viejo que colgaba los periódicos
en
el pequeño kiosco de la calle.
El parque se adornó con su belleza,
y
quiso presumir de sus colores
en
un tiempo sin rosas todavía.
Y supo de ese aliento dulce y cálido,
sentada
y sin apuro, aquella anciana
que
daba pan mojado a las palomas.
2012 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS
LOS DERECHOS RESERVADOS.
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