sábado, 7 de julio de 2012

EL CANTO DE LOS CÁRABOS DEL MONTE


José Ramón Muñiz Álvarez
EL CANTO DE LOS CÁRABOS DEL MONTE
(Los ecos de las aves que se escuchan,
llegadas ya las horas de
la noche)

DEDICATORIA
Al viejo cantautor
Carlos Emilio,  que fue mi compañero en la enseñanza
y en el amor al vino de la zona del
Bierzo, la Cabrera y
Valdeorras.

SONETO PRELIMINAR O PRELUDIO

          Las horas bautizaron su reflejo
camino de un crepúsculo mezquino,
tiñendo aquel ocaso mortecino
con rubios del dorado más bermejo.
          El cielo, convertido en oro viejo,
Sobredo contempló y, en el camino,
con paso perezoso y peregrino,
la llama derrotada de su espejo.
          Es un rincón amable y son sencillas
las gentes del lugar que los colores
y llamas ven morir cada segundo.
          Y, junto al Sil callado, en las orillas,
conversan estos viejos profesores,
que ven el sol ponerse moribundo.

“El canto de los cárabos del monte”
2011 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVAD

UNA CITA DEL AUTOR
           (…) Ushuaia, triste, duerme en una alcoba de hielos que aprisionan su esperanza de magia, de color, de luz, de vida, si acaso es que esa vida se guarece, sabiendo de la noche y de sus fríos. Los tercos habitantes de estas tierras insisten en quedarse junto al hielo, tal vez como un esclavo enamorado del yugo que lo vuelve más esclavo, quién sabe si más triste o menos libre. Empieza a amanecer, y los colores del alba que despierta sin apuro pudieron ser bostezos apagados, porque la luz es débil y las yeguas del sol encuentran esta tierra inhóspita (…).

          Fragmento de “Ushuaia duerme el sueño de las nieves”
          2011 © José Ramón Muñiz Álvarez

           (…) Esteban, un alumno serio y tímido, se vio atacado entonces por Rimada, que le lanzó una bola tras el cuello, dejando sorprendido al buen muchacho. Mas este, al no ser tonto, decidido, correspondió al ataque belicista, lanzándole otra bola en plena frente. Después de algunas risas se marcharon, que el hambre aprieta siempre los estómagos, después de tantas horas en el centro. Y no quiso cesar la nieve hermosa, formando sus tejidos por los prados.
          A veces, las durezas del invierno se tornan como un beso en plena boca, dejando su regusto tan extraño, que mezcla la alegría y la tristeza. La escarcha de la helada también tiene sus ecos de belleza, tornando en cristal blanco cada hierba. Las lluvias, al rozar las cristaleras, también prometen blandas emociones que traen ternura y calma a los espíritus.
          No suelen, por lo pobre de la zona, quedarse aquí a vivir los profesores. Lo usual es que se alquile en Ponferrada la casa de otras gentes que se han ido, que viven en España o en otra parte y alquilan sus viviendas entre tanto. De todos modos, en aquellos tiempos quedaron en el pueblo algunos pocos, cansados de una vida tan monótona. Por eso esta reunión era importante, y allí fueron, sin falta, a ver el fútbol, los cuatro profesores de que hablamos (…).

          Fragmento de “Memoria de las tardes de nevada”
          2011 © José Ramón Muñiz Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario