José Ramón Muñiz Álvarez
“LOS AMORES DE DON CARLOS” O “LA LEY DEL AGUA VA”
(Breve dramatización representable
en una escena)
PEDRO-.
¿Por qué siempre, con suspiros
os
he de hallar, mi señor,
si
sois hombre de valor,
y
parecéis consumiros?
DON
CARLOS-. Pedro, quisiera deciros
que,
en sus redes atrapado,
el
valor no ha dominado,
si
no una bella mujer.
PEDRO-.
¿Puedo su nombre saber?
DON
CARLOS-. La verdad que lo he olvidado.
PEDRO-.
Pues es ese gran olvido,
que
es el nombre de la dama
que
en vos encendió la llama
que
os mira triste y rendido.
DON
CARLOS-. Mi pensamiento ha cedido
ante
su dura maldad,
que
me hiere la beldad
con
su más clara belleza.
PEDRO-.
Muy mal ese amor empieza.
DON
CARLOS-. Callad ya, por caridad.
PEDRO-.
Cuando el alma se extravía
en
los cerros del amor,
siente
el pecho su dolor
desde
la noche hasta el día.
DON
CARLOS-. Siento que el alma decía
que,
en la culpa de este amor,
siente
hueco el interior,
que
es dolor como ninguno.
PEDRO-.
¿Se os olvidó el desayuno?
DON
CARLOS-. Cerraron el comedor.
PEDRO-.
¿Entonces, esta mañana
no
habéis probado bocado,
y
estáis así, desdichado,
desde
la hora más temprana?
DON
CARLOS-. La verdad, no tuve gana,
porque,
al estar en amores,
del
buen vino los licores
me
calmaron la ansiedad.
PEDRO-.
¡Pero qué barbaridad!
DON
CARLOS-. Y qué dulces sus sabores…
PEDRO-.
Es siempre el vino evasión
de
toda desesperanza,
que
el amor hiende su lanza
cuando
prende la pasión.
DON
CARLOS-. Es que en la vieja pensión
nos
lo daban muy barato,
porque,
por pasar el rato,
es
gustosa la bebida.
PEDRO-.
Sois un alma conmovida.
DON
CARLOS-. ¡Siempre es el vino tan grato…!
PEDRO-.
Yo prefiero la cerveza,
pues
el vino me hace mal,
que
se levanta fatal
siempre
el dolor de cabeza.
DON
CARLOS-. Los licores de cereza
son
la cosa más sabrosa,
que
parece apetitosa
toda
su gracia y dulzura…,
PEDRO-.
¿Tanto el amor os apura?
DON
CARLOS-. …La bebida más gozosa.
PEDRO-.
¿Y sufrís por los amores
de
esa dama que, apartado,
os
tiene así, despreciado,
llorando
por sus favores?
DON
CARLOS-. Más sufro por los vapores
de
ese claro vino humoso,
que,
viendo el mundo borroso,
el
equilibro me falta…
PEDRO-.
Pero es que a la vista salta.
DON
CARLOS-. …y bostezo perezoso.
PEDRO-.
Será mujer muy galana
esa
mujer que os reduce
y
a tanto dolor conduce
vuestra
nobleza lozana.
DON
CARLOS-. Le he cantado a su ventana,
y,
con mirar vivaracho,
supo
atender mi despacho,
asomada
a su balcón.
PEDRO-.
¿Se le encendió el corazón?
DON
CARLOS-. Vino a llamarme borracho.
PEDRO-.
Tiene el corazón tan duro
y
es tal ese atrevimiento,
que
he de decir que lo siento
por
tan enredoso apuro.
DON
CARLOS-. Y yo, que arrimado al muro,
preguntando
lo qué hará,
miré
arriba donde está,
y
advertí lo que gritó.
PEDRO-.
¿Es que acaso os respondió?
DON
CARLOS-. Solo me dijo: “¡Agua va!”.
PEDRO-.
Pues tiene mal genio, acaso,
la
endemoniada mujer,
que,
si tal cosa ha de hacer,
es
el suyo un seso escaso.
DON
CARLOS-. Yo, que de amores me abraso,
con
tristeza hube de ver
que
se guardó la mujer
detrás
de su balconada.
PEDRO-.
¿Pues no es una desalmada?
DON
CARLOS-. Acababa de llover.
PEDRO-.
Ya veo que estáis mojado,
y,
aunque no quiero ofenderos,
eso
que pudo lloveros
no
es granizo perfumado.
DON
CARLOS-. Es un aliento cuajado
de
esencias que raras son,
aunque
causa desazón
verme
así porque diluvia.
PEDRO-.
¿Pero no es agua de lluvia?
DON
CARLOS-. Mezclada a la polución.
PEDRO-.
Yo no soy ecologista,
pero
tanto fabricante
sabrá
hacer, en adelante,
lo
que no hace un alquimista.
DON
CARLOS-. Y que el cielo nos asista
si
es que os cuento el altercado
que
tuve con un criado
de
nuestro amigo vecino.
PEDRO-.
Mas ¿qué dijo ese cretino?
DON
CARLOS-. Algo que no me ha gustado.
PEDRO-.
¡Gente de sangre plebeya
que
no sabe qué decir,
y
que viven de servir
a
una estirpe noble y bella…!
DON
CARLOS-. Hizo en mi honor mucha mella
su
tan duro comentario,
que,
con mal vocabulario,
usó
su sucio lenguaje.
PEDRO-.
¡Pero eso es todo un ultraje!
DON
CARLOS-. ¡Y menudo diccionario!
PEDRO-.
¡No hagáis caso de un sirviente
que
dice raras patrañas!
¡Qué
personas tan extrañas
son
eso que llaman gente!
DON
CARLOS-. Tiene un carácter vehemente,
no
debe ser alma cuerda,
que
dijo: “ Que el alma pierda
si
no digo a lo que oléis”.
PEDRO-.
Lo que os contó me diréis.
DON
CARLOS-. Me dijo que “a pura mierda”.
PEDRO-.
Mas vos sois cristiano viejo
y
hombre de gran nombradía,
y
tenéis mucha valía,
que
no ese sucio pendejo.
DON
CARLOS-. Yo mi abolengo reflejo
en
la estirpe y en los años,
en
los modales huraños
me
alejo de los judíos.
PEDRO-.
Vos sois un hombre con bríos.
DON
CARLOS-. ¡Y nunca he tomado baños!
PEDRO-.
El vicio de la limpieza
es
cosa tan femenina
que
quien se limpia abomina
de
su hombría y su grandeza.
DON
CARLOS-. Yo mantengo, con nobleza,
mi
gusto en no denigrarme,
que
honra me da no lavarme,
ya
que soy persona honrada.
PEDRO-.
Es costumbre muy malvada.
DON
CARLOS-. Y así quito de secarme.
PEDRO-.
Y existe quien se enamora
y
coge una pulmonía,
dándose
una ducha fría
cuando
renace la aurora.
DON
CARLOS-. Yo soy de los que demora
los
asuntos de la higiene,
que
enfermedades previene
no
se lavar en una año.
PEDRO-.
Cosa mala lo del baño.
DOS
CARLOS-. Asunto es que mal nos viene.
PEDRO-.
Pero, tornando al amor,
¿cómo,
siendo tan ingrata,
vuestro
espíritu dilata
alcanzar
su alto favor?
DOS
CARLOS-. Complacido en el dolor,
ella
dice que la acoso,
y,
como su mismo esposo,
la
visito cada día.
PEDRO-.
¿Casada está? ¡Qué osadía!
DON
CARLOS-. Así turba mi reposo.
PEDRO-.
Pero, si ella está casada,
¡cómo
esperanzas os da,
y
tan contenta se va
sin
deciros a vos nada!
DON
CARLOS-. El amor, en su llamada,
tiene
un algo misterioso
que
parece ser jocoso
con
mis raras pretensiones.
PEDRO-.
¡Cómo son los corazones!
DON
CARLOS-. ¡Cómo es el amor hermoso!
PEDRO-.
¿Y no es cosa de atrevidas
casar
con un caballero,
si
tuvo un amor primero
y
lo mantiene a escondidas?
DON
CARLOS-. En pasiones encendidas
cosas
más raras se han dado:
yo
también estoy casado
y
no falto a la honradez.
PEDRO-.
¡Dos amores a la vez!
DON
CARLOS-. Así es el amor alado.
2011 © José Ramón Muñiz
Álvarez
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