jueves, 12 de julio de 2012

POEMAS PARA MAEL Y JIMENA (III)


LAS ARDILLAS

(Letrilla)

         Del roble entre los follajes,
guardada entre la espesura,
siempre la ardilla se apura
en los más raros parajes,
pues, en los densos paisajes,
lejos de pueblos y villas,
desde el verano previenen
la invernada las ardillas.
         Y, cuando traiga su rizo
la brisa de la mañana
del otoño, a hora temprana,
con su lluvia y su granizo,
con un espíritu huidizo,
las veréis como, a hurtadillas,
en el otoño recogen
su comida las ardillas.
         Sus guaridas, preparadas
con gran, celo son granero
para cuando, ya en febrero,
vengan las fuertes nevadas,
puesto que, siempre ocupadas
en sus labores sencillas,
desde temprano, previenen
la invernada las ardillas.
         Porque, como son prudentes,
como son trabajadoras,
las sorprenden las auroras,
antes de alzarse las gentes.
Que, por instinto, conscientes,
entre raras maravillas,
previenen, con agudeza,
los inviernos las ardillas.
         Y, cuando el invierno alado
corra, dichoso, la sierra
y no quede, en esta sierra,
sino solo el viento helado,
donde su canto esmerado
susurran las avecillas,
en su guarida serenas
hallaréis a las ardillas.

LA RIENDA DE SU CABALLO

(Romance)

         La rienda de su caballo
libre dejó el caballero,
bajo la clara alborada
que iluminaba los cielos.
         El caballo, a su capricho,
siguió, a su gusto el sendero,
y, por el bosque frondoso,
de las aves se oyó el eco.
         Los trinos de ruiseñores
se unieron al carbonero,
y al canto del herrerillo,
desde el fondo del hayedo.
         Pasaron junto a la fuente,
junto al callado arroyuelo,
junto a la cascada rauda
que desciende del roquedo.
         Y, porque suelen los hombres
de linaje y mayor fuero,
quiso saber qué opinaba
el escudero de aquello.
         –Mi señor, el amor duele,
ya que causa gran tormento,
porque tormenta es la vida
y tormento son los cielos.
         Y, si os sé yo enamorado
en tal enamoramiento,
de tales pesares libre,
quiero no sufrir los celos.
         Vos, que sois hombre sensato,
yo que soy vuestro escudero,
a veces paro y os miro
y es que en majadero os tengo.
         –Nada sabes de amoríos
y poco de caballeros,
y no imaginas jamás
lo que mi alma está sufriendo.
         Y, pues te sé respetuoso,
que te burles yo no temo,
pues es el amor extraño
quien me tiene como dueño.
         Mas he de decir, amigo,
buen hermano, que mi duelo,
nunca será comprendido
por quien es torpe y plebeyo.
         Y no digas que te falto,
pues lo dirías mintiendo,
que, aunque por loco me tengan,
digo que locos son ellos.
         –Mas es muy raro, señor,
todo lo que vamos viendo
desde que el amor tan cruel
os tomó en su triste reino.
         En tal caso vos diréis
con razón que soy un necio,
pero yo, que soy humilde,
poco sé, que soy de pueblo.
         Y, con escasos saberes,
os diré, y a fuer de honesto,
que todas vuestras razones
son algo que nunca entiendo.
         Así le habló Sancho Panza
a don Quijote, su dueño,
que el corazón y hasta el juicio
entregó a Aldonza Lorenzo.

2012 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Canciones para Mael y Jimena”
Todos los derechos reservados por el autor.

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