PARECE QUE DESPUNTA LA
MAÑANA
–Parece
que despunta la mañana–,
se
dijo, al respirar el aire puro.
Dudó
si eran normales esos ocios
a
los que tomó gusto desde niño:
entonces
caminaba alegremente
por
entre matorrales, y los campos
se
le antojaban un imperio enorme,
cercado
por los bosques numerosos
de
aquellas tierras llenas de humedades…
–Parece
que despunta la mañana–,
pensó,
mientras miraba lo lejano.
Llevaba
la escopeta siempre al hombro,
cansado
tras las horas de autopista.
Y
se sentó, no lejos de los troncos
cortados
por la sierra, no hace mucho,
sobre
una piedra gris, que, silenciosa,
brotaba,
aunque manchada por el musgo,
naciendo
de entre el barro removido,
donde
el lugar encuentran las lepiotas,
los
níscalos, los blancos champiñones.
–Parece
que despunta la mañana–,
creyó,
al mirar, cansado, todo el valle.
Y
dio un suspiro al aire, descansando
después
de aquella larga caminata:
Llenando
la mañana con sus luces,
manchando
el firmamento con sus brillos,
fingiendo
su bostezo perezoso,
el
alba despertó sobre los bosques
manchados
por el beso de la escarcha,
por
las heladas blancas que la noche
dejó
sobre las hierbas malheridas,
vencidas
por el soplo de los aires
callados
como el filo de un cuchillo.
–Parece
que despunta la mañana–,
se
convenció, mirando al sol lejano.
La
luz del sol, corriendo las mansiones
del
cielo y despojándolas de sombras,
llenándolas
de tantas claridades,
acaso
acariciaba, entre las ramas,
las
hojas del robledo, las cortezas
de
cada aliso amigo, cada encina,
tal
vez de cada brizna, entre las hierbas
del
prado siempre verde, si en las fuentes
brotaba
el agua fresca en abundancia.
–Parece
que despunta la mañana.
Miraban
los arroyos peregrinos
el
paso de labriegos, ganaderos,
de
gentes que madrugan con el día,
sin
prisa entre las densas arboledas,
sin
gana por colinas y por prados,
por
montes sin abrigo, por los cerros,
al
tiempo que, quemando el oro viejo,
la
llama del sol nuevo, abiertamente,
llamaba
a cada anciano por su nombre.
–Parece
que despunta la mañana–,
oyendo
la llamada de las olas.
Y
el alba despertó sobre los bosques,
sobre
el arroyo dulce y peregrino,
sobre
los prados verdes y colinas;
también
sobre los mares, sobre puertos
heridos
de pobrezas y de orgullos,
sobre
las barcas de los pescadores.
Y
vino la mañana con bostezos
a
las ciudades, cuyo ritmo lento
volvió
a ser repentino y apurado.
–Parece
que despunta la mañana–,
se
dijo, al asomarse a los cantiles:
Las
lanchas, sobre el agua, descansaban
en
la ensenada triste de los puertos,
hablando
del pasado no lejano,
del
hambre y la miseria pueblerinas
de
un tiempo ya olvidado por los jóvenes,
y
aquellas piedras viejas, de otros siglos,
alzaban
su valor, su fiero orgullo,
jugando
al desafío con las olas,
que
suelen abrazarlas en sus golpes.
NO LEJOS, EN EL
PUERTO, LAS GAVIOTAS
No lejos, en el puerto,
las gaviotas
armaban singular
algarabía,
cruzando el cielo,
alegres y agitadas.
La espuma de los mares
saludaba
la luz del alba, siempre
perezosa,
jugando con el aire en el
espacio.
Las olas, derrotadas,
perecían,
llegadas a la arena, con
rumores
ajenos a las gruesas
marejadas.
La bajamar formaba, entre
las piedras,
pequeños charcos de aguas
cristalinas,
poblados por las algas y
alevines.
LA AURORA
La
aurora, misteriosa, se agitaba.
Y
halló la luz el tono blanquecino
de
la pared callada de las casas
que
quedan junto al huerto de la iglesia,
subiendo
las callejas, cuesta arriba.
El
suelo, no cubierto por asfalto,
solía,
con las densas humedades,
formar,
en los senderos, anchos charcos
y
densos barrizales en sus tramos.
La
aurora, vanidosa, se enseñaba.
Detrás
de aquella villa tan pequeña,
subiendo
el monte, ardían los colores
variados
del otoño en los castaños,
los
robles, las encinas apagadas.
Un
mar de tonos puede, en el otoño,
llenar
de luz paisajes moribundos
con
rojos encendidos y con pardos
que
ven llegar la muerte del helecho.
La
aurora, presuntuosa, suspiraba.
Y
vio, desde la altura, miradores
heridos
del aliento de diciembre,
hermosos
miradores, cuando escuchan
también
el eco triste de los mares.
Y
el mar es ese reino donde el viento
recorre,
a su capricho, las distancias,
rozando
las espumas con su cuerpo,
jugando
con salitres y tristezas.
La
aurora, fabulosa, se inundaba.
Y
hallaron su hermosura los pesqueros
que
corren viejos mares y se enfrentan
al
golpe destructivo de las olas
coléricas
que buscan playas blancas.
Los
viejos marineros contemplaron
sus
luces, blanquecinas y doradas,
rosadas
otras veces, dibujando
senderos
en las aguas agitadas.
La
aurora, pretenciosa, se agotaba.
Y
todos alabaron su venida,
su
fiel retorno a un reino que las sombras
hubieran
condenado sin remedio,
jugando
a ser verdugos de los hombres.
No
sólo el campesino que sustenta
su
vida miserable con fatigas
adora
su blancura de mañana:
codicia
es de los rudos marineros.
La
aurora, luminosa, se apagaba.
El
sol se despegó del horizonte,
y
aquel juego de luces se extinguía
cediendo
a la mañana su terreno,
fugándose
de aquellos mares tristes.
De
nuevo fue verdad aquel milagro,
de
nuevo aquel regalo tan humilde,
tan
mágico, tan lleno de grandeza,
como
es el contemplar la nueva aurora.
Y
vino la mañana nuevamente…
DESPUÉS DE QUE LAS LLUVIAS
Después
de que las lluvias repentinas
hirieron,
sobre el barro humedecido,
la
escarcha de las tardes del invierno,
sentí
tu voz, predije tu presencia,
que
trajo, con sus brisas, las heladas;
supuse
que eras tú, y, adivinándote,
te
imaginé, risueña, en los portales
del
alba, cuando llega el nuevo día.
Y
el reino del invierno tejió, alegre,
aquel
amanecer, de cuya llama
se
quejan los rosales, ya marchitos,
mordidos
por los vientos inclementes
que
ignoran, entre tanto, los dictados
que
me hacen, al tener que contemplarte,
mendigo
del azul de tus pupilas,
donde
entregarme, acaso, prisionero.
Llegaste
con el hielo de la aurora
que
rompe sus pinceles, que despierta
corales
en el aire, ya bermejo,
sin
sucumbir jamás ante las sombras
que,
alzando sus castillos a la noche,
quebrando
sus mansiones de silencio,
huyeron,
temerosas, a otros reinos
en
los que alzar efímeros palacios.
2012 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS
LOS DERECHOS RESERVADOS.
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