El granizo cayó de los cielos
dibujando violentos torrentes
que hechizaron el mundo con música.
Ese ruido travieso y dichoso
que irrumpió en la mañana del sábado
agradó a quien estaba en el lecho.
Y la gente, en las plazas de abastos,
en las calles y en las avenidas,
fue a atecharse en los viejos portales.
La clientela miró con sorpresa,
en los bares y en los restaurantes,
temerosa de un nuevo diluvio.
Y el silencio se impuso de nuevo.
dibujando violentos torrentes
que hechizaron el mundo con música.
Ese ruido travieso y dichoso
que irrumpió en la mañana del sábado
agradó a quien estaba en el lecho.
Y la gente, en las plazas de abastos,
en las calles y en las avenidas,
fue a atecharse en los viejos portales.
La clientela miró con sorpresa,
en los bares y en los restaurantes,
temerosa de un nuevo diluvio.
Y el silencio se impuso de nuevo.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
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