Soneto para Erich Schagerl
El brillo de la luz de la alborada
hallaron, silenciosos, con
el día,
los ecos de una fina melodía
al aire por violines regalada.
La música era bella, si callada,
la oyó volar al fin la
brisa fría,
herida por la luz que
repetía
un eco de torrente
alborotada.
El aire hizo volar el instrumento
capaz de despertar, a la
mañana,
el brillo del jazmín y del
rocío.
Y, rápido, llevado por el viento,
ardió, bostezo raudo con desgana,
herido en el espacio
helado y frío.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
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