Soneto para Peter Schmidt
Quebró en el aire el vuelo de un vencejo
que acaso sospechó la luz del día
en la región que ayer fue nieve
fría
y tiñe ya sus cielos de oro
viejo.
La luz del sol cubrió con su bermejo
La luz del sol cubrió con su bermejo
un brillo hasta llegar el nuevo día,
y, viendo que sus luces encendía,
del sol quiso el violín ser bello
espejo.
Imperio de las músicas calladas
que gimen donde llora el arroyuelo
serán, con su torrente alborotadas.
Y el reino tejerán de sueño y hielo,
tras esa noche, claras alboradas
que miran sus colores bajo el
cielo.
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