Rozó la piel el tacto de las sábanas
que oyeron otras veces los gemidos
de aquella voz acaso delirante,
y no quise saber del alba triste
que rompe las caricias y los besos
que suelen ser la miel de cada noche.
Las mantas, enredadas, permitían
mirar, adivinar el color lánguido
de aquellos cuerpos llenos de lujuria,
y no quise saber del alba triste
que rompe las caricias y los besos
que suelen ser la miel de cada noche.
Y no consideré que fuera hermoso
el brillo del bostezo lacerante
que trajo a la ventana el primer rayo,
y no quise saber del alba triste
que rompe las caricias y los besos
que suelen ser la miel de cada noche.
Pues fueron repentinos los suspiros
que alzaron gritos de desesperanza,
habiendo de dejar el blando lecho,
y no quise saber del alba triste
que rompe las caricias y los besos
que suelen ser la miel de cada noche.
Mas poco nos sirvieron las cortinas
y poco regalaron las persianas,
al ver llegar aquel desasosiego,
y no quise saber del alba triste
que rompe las caricias y los besos
que suelen ser la miel de cada noche.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
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