BALADA DEL CABALLERO”
El amo del señorío
como quien se va
a la guerra,
en la altura de
la sierra,
su voz levantó
con brío.
Y, entre las
nieves y el frío,
llamando a la
dulce amada,
rompió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza,
al despertar la alborada.
Por la senda al caballero,
entre cuitas y
querellas,
vieron correr las
estrellas
bajo su raro
lucero.
Que, como el rayo
primero
que arranca de
madrugada,
rompió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza,
al despertar la alborada.
Y, sabiendo que el camino
era un tramo
peligroso,
no lo vieron
temeroso
en su paso
repentino.
Que el arroyo
cristalino,
sin sospechar su
llegada,
rompió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la belleza
al despertar la alborada.
Su luz mostró soberano
el sol en la
lejanía,
que acaso la
brisa fría
su brillo alcanzó
temprano.
Y, mirando en lo
lejano
el color de la
nevada,
rompió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza,
al despertar la alborada.
Quebró, corriendo la altura
el gris callado
del cielo
un puñal en cuyo
vuelo
brillaba la luz
más pura.
Que, al descubrir
su figura
sobre la nieve
cuajada,
rasgó el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza
al despertar la alborada.
Y, al alzarse su reflejo
con un aire
misterioso,
en el espacio
brumoso,
su rayo dejó
bermejo.
Que, siendo
callado espejo
de la mañana
dorada,
durmió el sueño de la helada
que, ignorando su belleza,
vio en silencio la maleza
al despertar la alborada.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
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